Colectivo Prometeo
Las ideas mueven el mundo
y sin ellas la sociedad no podría evolucionar. Otra cuestión es el objetivo de
determinadas ideologías.
Esta semana en la que las elecciones han puesto de
manifiesto, entre otras cosas, la pugna entre la defensa de los derechos de las
mujeres y aquellos que quisieran verlas reducidas a meras ciudadanas de segunda
categoría, reducidas a los límites estipulados por el machismo más rancio y
obsoleto, fruto del que incluso se rompe la paridad parlamentaria.
Por eso hoy toca recordar
a María Vinyals y Ferrés, Marquesa de Ayerbe por su matrimonio con Juan Jordás
de Urriés, más conocida como la Marquesa Roja; este apelativo se debe a sus
ideas por las que el pago no fue baladí. Sus ideales no encajaban en una mujer
de su alta posición social.
La recuerdo por sus ideas
y por el peso social que tuvo en su época, por ser una precursora de la defensa
de los derechos de las mujeres gallegas, de la igualdad de las mujeres y los
hombres y de las causas sociales. Por todo ello no es la primera vez que la
menciono en mis artículos, aunque hoy quisiera resaltar su figura de un modo
especial.
Esta escritora, feminista y activista social nació en Sotomayor el 14 de agosto de 1875, tras el fallecimiento de su padre fue adoptada por el VIII Marques de la Vega y Armijo, Antonio Aguiar y Correa, y su esposa Zenobia Vinyals. Su primer matrimonio en 1896, un matrimonio acordado al que debe el título de Marquesa, fue fuente de sinsabores contra el que se reveló en lo privado y del que finalmente heredó infinidad de deudas. Tras quedar viuda, se casa un año más tarde con el doctor Enrique Lluria, (“el gran amor cubano de María Vinyals”) con el que compartía ideas políticas y sociales; juntos fundaron en el castillo de Sotomayor un teatro y el Hotel Sanatorio Lluria, (cuyo cartel publicitario de azulejos artesanales, auténtica obra de arte, lució en “el pasaje” en la Casa del Faro, en Vigo). Tiempo después tuvieron que abandonar todo, ahogados por las deudas que ella arrastraba de su anterior matrimonio y presionados por las acusaciones de que en Sotomayor se hacían reuniones de socialistas, regresaron a Cuba, tierra natal de Lluria. Tras el fallecimiento de su esposo en Cienfuegos y en una situación económica precaria regresó a España y su muerte se sitúa en París en la década de 1940.