Fuente:Cuarto Poder
MANOLO MONEREO | FCSM
La política consiste en una dura y prolongada
penetración a través de tenaces resistencias, para
la que se requiere, al mismo tiempo, pasión y mesura.
Es completamente cierto, y así lo prueba la Historia,
que en este mundo no se consigue nunca lo posible si
no se intenta lo imposible una y otra vez. Max Weber
la que se requiere, al mismo tiempo, pasión y mesura.
Es completamente cierto, y así lo prueba la Historia,
que en este mundo no se consigue nunca lo posible si
no se intenta lo imposible una y otra vez. Max Weber
1. Protesta social y movilización electoral, los motores del cambio.
Se ha dicho muchas veces y no siempre con rigor: las elecciones del 20D
cierran un ciclo presidido, en última instancia, por las movilizaciones
del 15M. Lucha social y confrontación electoral son cosas distintas
pero relacionadas. En nuestra gramática tradicional se diría que la
lucha social prepara la lucha electoral y la cualifica. Esto no ha sido
aquí exactamente así, y tiene explicación. Si entendemos el 15M como una
rebelión social pacífica y democrática, debemos concluir que inició un
ciclo de movilizaciones que terminaron engarzando con un ciclo electoral
que acababa de comenzar. En medio, Podemos.
Lucha social y movilización electoral terminaron, no sin
contradicciones, coincidiendo. Esto es lo que singulariza a Podemos:
expresión de un movimiento social que, sin embargo, no se puede reducir a
él; ambos asuntos cabalgan juntos, con ritmos, formas y contenidos
diferenciados pero que, al final, convergen. Podemos −es bueno insistir
sobre ello− es un proceso, una fuerza política en construcción y en
definición, con relaciones complejas con una base social heterogénea y
extremadamente difusa.
2. Sistema electoral y bipartidismo, el verdadero candado de Constitución del 78. La tesis defendida en un reciente libro por Javier Pérez Royo
sobre la reforma constitucional, aunque ya conocida, recobra actualidad
con los resultados electorales del 20D. Lo que defiende el catedrático
de Derecho Constitucional de Sevilla es claro: la Constitución del 78 es
un instrumento que sirve, en última instancia, para garantizar el
bipartidismo, el centralismo y la Monarquía borbónica; como tal, de
imposible reforma.
En el centro, el bipartidismo, entendido como un modo de organización
del poder para que sigan mandando aquellos que no se presentan a las
elecciones y asegurar eso que se llama gobernabilidad, que no es otra
cosa que la perpetuación de la monarquía. El sistema electoral favorece y
organiza el bipartidismo y cuando, por diversas razones (estas
elecciones así lo demuestran) se producen cambios en el sistema de
partidos, la tendencia es a poner en pie un discurso que critica la
ingobernabilidad, que favorece una reacción que, de una u otra forma,
implica la vuelta al bipartidismo, es decir, al dominio de los partidos
dinásticos.
3. Retroceso del bipartidismo y concreción electoral de la alternativa.
Superar el bipartidismo es, en cierta forma, un modo de nombrar la
ruptura del régimen. No fue nunca fácil y no lo será ahora. Se requieren
condiciones específicas. En el centro, una movilización social que
sustente y engarce con una alternativa política electoral. Esto ya se
está dando en España. Nada se cae si no se le empuja. Hay que seguir
perseverando, con tenacidad y audacia.
El 20D el bipartidismo retrocede pero muestra una fuerte capacidad de
resistencia. Es natural, es el poder del sistema. Aun así, PP y PSOE,
pierden más de 5 millones de votos; a su vez, Podemos alcanza algo más
del 20%, con 69 escaños y supera los 5 millones de votos. Ciudadanos
consigue casi el 14%, votado por 3’5 millones de personas. IU pierde más
de 600 mil votos y castigada, como siempre, por el sistema electoral,
consigue dos diputados.
Detrás de estos datos tan generales hay realidades que no podemos
analizar en este artículo pero que hay que tener en cuenta. En concreto,
dos datos: uno, que lo nuevo emerge con fuerza en las grandes
poblaciones y otro, que cuando se organizan amplias alianzas
electorales, obtienen muy buenos resultados. Esto ya lo conocimos en las
elecciones municipales y retorna aún con más fuerza en las generales.
Que Podemos sea la primera fuerza en Cataluña y Euskadi no es poca cosa
y, a su vez, la segunda en Galicia, Valencia y Madrid. No es necesario
continuar, ya habrá tiempo.
El dato sustantivo, a mi juicio, es que se están enlazando tres cosas
que andaban sueltas y parecían antagónicas. Me refiero al engarce entre
‘cuestión social’, ‘cuestión nacional’ y ‘nuevo proyecto de país’.
Podemos −se trata de un hecho crucial− pretende superar el bipartidismo
uniendo estos tres asuntos, desde una clara vocación por la vertebración
social y nacional, en lo que podríamos denominar “amplias alianzas de
izquierdas soberanistas” como instrumento de construcción de un nuevo
poder, de un nuevo Estado federalmente (auto)instituido.
Otro tema que conviene subrayar es que, no sin dificultades, el
bipartidismo retrocede por la izquierda y se erosiona el proyecto de
Ciudadanos. La operación que encabeza Rivera ha sido muy importante y
tenía detrás, todo el mundo lo sabía, a los grandes poderes económicos y
mediáticos. El objetivo estaba claro: erosionar a Podemos por el centro
derecha y propiciar una nueva mayoría PP-Ciudadanos. Más allá de los
errores de campaña (alguno ha sido notable) la operación Ciudadanos no
ha funcionado como esperaban porque no pudieron ocultar su carácter
derechista, en muchos sentidos, más que el PP.
La resistencia del PSOE, a pesar de obtener los peores resultados de
su historia, tiene que ver, a mi juicio, con dos razones íntimamente
relacionadas: por un lado, porque la campaña consiguió controlar una
parte de los votos que se fugaban a Ciudadanos y por otro, porque
siempre tuvo claro que el principal enemigo venía por la izquierda, por
Podemos. De ahí la obsesión de Pedro Sánchez por
polarizarse con Mariano Rajoy y aparecer como la verdadera alternativa.
Se podría decir —es el gran servicio del PSOE al bipartidismo— que Pedro
Sánchez ha preferido perder votos por la derecha antes que perderlos
por su izquierda, sabiendo que ahí estaba el enemigo de un sistema de
poder que siempre le ha beneficiado y que era necesario perpetuar.
4. Podemos e IU. Ya antes lo dije, los resultados de
IU han sido malos. Como suele ocurrir, la explicación no obedece a un
solo factor y tiene mucho que ver con la incapacidad del núcleo
dirigente de IU de conectar con lo nuevo que emergió el 15M y su
profunda incomprensión del fenómeno Podemos. Cuando IU pudo cambiar, no
quiso y una vez que el tren pasa, es muy difícil volverlo a coger.
Podemos —conviene insistir sobre ello— es, en muchos sentidos, producto
de las carencias de IU, una organización política y un aparato que no
entendió los cambios sociales y culturales que se estaban produciendo en
nuestra sociedad y que lo único que intentó, al final, fue
representarlos electoralmente.
Sin embargo, el tren volvió a pasar y, de nuevo, se dejó ir. Con
acuerdos cerrados en Cataluña y en Galicia y casi concluidos en
Valencia, se impuso la vieja inercia del Sur reclamando identidad,
recursos económicos y confrontación. La percepción fue, de nuevo,
errónea. Se pensaba que Podemos era un proyecto en decadencia electoral y
que IU tendría la capacidad para alcanzar grupo parlamentario en el
Estado. Lo que vino después es ya conocido. De alguna manera, se volvió a
repetir la estrategia de 1982, olvidando que Podemos no es el PSOE y
que nacía contra él, y que IU no es, ni de lejos, el PCE del 82.
En estas condiciones, la estrategia electoral fue fácil de prever:
diferenciarse en negativo de Podemos y reclamar, de nuevo, una identidad
en peligro desde una teoría conspirativa de la historia. Esta
estrategia siempre ha funcionado bien. Si algo tiene la tradición de IU
es el orgullo y el sentido de pertenencia de su militancia. Se puede
decir, sin lugar a equivocarse, que las mujeres y hombres de IU se
dejaron literalmente la piel en esta campaña. Otro tema es que la
consecuencia más negativa de una política así concretada es que pronto
hay que dar la ‘mala noticia’ de que la unidad es indispensable y que
hay que forjar alianzas con los ‘enemigos’ de ayer mismo. No será fácil.
En cierto sentido, se puede decir que era la estrategia que más le
convenía a Podemos porque no le disputaba la hegemonía del cambio y se
aislaba de una base social que aspiraba a profundas transformaciones
sociales y políticas desde un talante abierto, unitario y plural. Los
espacios se construyen y nunca, y menos ahora, están determinados para
siempre. Esto se vivió en las elecciones municipales y se ha reproducido
en Cataluña, en Galicia, en Euskadi, en Valencia…
Hay que seguir insistiendo: Podemos e IU, en muchos sentidos, son
complementarias e insuficientes para construir la alternativa. En estas
elecciones Podemos ha avanzado mucho. Una organización que se construye
en plena movilización electoral vive, por así decirlo, en un cambio
permanente. El Podemos de hoy ya no es el Podemos de ayer y,
seguramente, no será el Podemos de mañana. IU puede intentar, una vez
más, construirse contra Podemos pero también puede, desde su autonomía,
aliarse, mezclarse, intervenir, ser parte de un proyecto que es el único
que está en condiciones de hegemonizar un cambio de régimen.
El próximo tren ya ha salido. Esta legislatura será muy compleja y
hasta breve. La suma de IU y Podemos puede multiplicar votos, esperanza e
ilusiones. Pronto habrá que escoger. Hará falta pasión y mesura; y
decisión, sobre todo, decisión.
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