Remedios Copa
Colectivo Prometeo
Conocer tiene un precio. Informar también.
Llevamos más de 15 días sin noticias del reportero español Pablo González que, acusado en Polonia de espionaje pro ruso, fue detenido y ni familiares o allegados han podido hablar con él; tampoco lo pudo hacer su abogado, lo cual le imposibilita para preparar su defensa.
Pablo se encontraba en Ucrania, concretamente en Donbass, el día 6 de febrero cubriendo la situación de esa zona fronteriza con Rusia para varios medios. En la guerra que se mantiene en Ucrania desde 2014, esa zona del este de Ucrania viene siendo asediada desde el Gobierno de Kiev, en especial por las fuerzas del batallón Azov. Pero no pretendo ahora hablar de algo que estaba perfectamente documentado, aunque como todos mirásemos para otro lado.
En esas fechas no se había producido la invasión de Rusia a Ucrania y, salvo EE UU no se creía esa posibilidad ni el mismo Zelenski, tal como había manifestado en algunas declaraciones; es en ese contexto cuando el servicio de inteligencia ucraniana requirió a Pablo González que acudiese a Kiev para un interrogatorio, en calidad de sospechoso de espía ruso, tras lo cual se le invitó a abandonar Ucrania. En Polonia le detienen acusándole de que posee información que, en manos de los servicios secretos rusos, podía resultar negativa para la seguridad del país. De qué información se trataba no hay constancia y de su situación real tampoco.
Algo pasa con Donbass y la información sobre esa zona porque también la reportera de guerra francesa y directora de cine documental, Anne-Laure Bonnel, denunció que Le Figaro eliminó su reportaje sobre los bombardeos del Donbass, invisibilizándolo después de haberlo publicado. La reportera cubre el conflicto en Ucrania desde la República Popular de Donestsk y anunció que demandará por difamación al diario Liberation que la acusó de “apegarse a los argumentos de las autoridades rusas”, cuando “hay heridos, hay muertos que filmo, que fotografío a diario”, declaró al canal CNews, donde afirmó que refleja una situación y no pretende ningún mensaje político; en definitiva viene a señalar que se viene hablando en la última semana de un conflicto que lleva activo 8 años.
Bonnel produjo en 2015 la película “Donbass” y, en 2020, el documental “Silencio en el Alto Karabaj”
Y es que no solo hay guerra en Ucrania y no solo se comporta como un imperialista invasor Putin, ¡ojalá fuera el único!, pero por desgracia no es así. Y los periodistas, en especial los reporteros de guerra, resultan incómodos y son una de las profesiones más arriesgadas en estos momentos. Si en 2020 había 274 informadores encarcelados por motivo de su trabajo y batía el record desde que el Comité para la Protección de los Periodistas, el número más elevado desde que comenzó el cómputo en 1990, subiendo un 35% con respecto al año anterior según Reporteros Sin Fronteras; en 2021 creció un 20% y alcanzó la cifra de 488 encarcelados, de los cuales 60 son mujeres. Si bien el número de los que permanecían encarcelados a 31 de diciembre de cada año, (los que ya fueron liberados en esa fecha no se computan), fue en aumento, el número de asesinados se redujo hasta 46. En opinión de Joel Simón, director ejecutivo del Comité para la Protección de los periodistas esta oleada represiva “es una forma de censura que interrumpe la libre circulación de la información y alimenta la infodemia”.
La reacción del Secretario General de la ONU, António Guterres, ha sido de indignación ante los resultados reflejados en el informe y llamó otra vez a los Gobiernos a “liberar inmediatamente a los periodistas que han sido detenidos solo por ejercer su profesión”, aseguró Stéphane Dujarric.
Para Christotophe Deloire, secretario de la RSF, este ascenso de encarcelamientos arbitrarios “Es un reflejo del impulso dictatorial en el mundo, de una acumulación de crisis y de la ausencia de cualquier escrúpulo por parte de esos regímenes. Tal vez sea también fruto de un nuevo marco geopolítico de relaciones de fuerza, en el cual los regímenes autoritarios no sufren suficientes presiones para limitar su represión”.
Según Amnistía Internacional, la tolerancia de los gobiernos frente a opiniones desfavorables y voces críticas es un buen indicador de su respeto por los derechos humanos en general.
Como se puede ver, la censura de la información o la represión de los informadores no afecta solamente a periodistas españoles, tampoco es exclusiva de un único país, lo que ocurre es que no estábamos acostumbrados a que se vetaran los cauces de información de un bando de la contienda o la censura la información en la U E.
Dice el pívot ucraniano Volodomir Orlov, de la ciudad de Járkov en zona pro rusa, que “basta de mentiras, la U E y la OTAN querían esto”. En sus declaraciones en esRadio dice que no justifica lo que ha hecho Putin, “porque no quiero ningún tipo de violencia, pero llevamos 8 años en guerra en los que se está bombardeando a esa parte del país y eso no sale en la televisión. El ejército ucraniano arrasaba con todo y no hemos visto esos muertos en los medios. Siento rabia” dice, y denuncia la desinformación promovida por las autoridades ucranianas.
Tampoco es Ucránia el único país en guerra interna, o que haya sido invadido, pero como nos machacan a todas horas con lo mismo, parece que no ocurre nada más en el mundo pese a que, sin ir más lejos, el ataque aéreo de Marruecos en el Sahara Occidental, (concretamente en Agüenit), destruyó una escuela y dejó sin suministro de agua a la población bombardeando los pozos de agua y los camiones cisterna que la transportaban el agua potable.
Tan abominables son las bombas de Rusia sobre Ucrania como lo son las de Marruecos sobre el Sahara, o las de la Ucrania del oeste sobre la población del este del país, o las de Israel sobre Palestina, las que se disparan en Yemen o en tantos otros países dónde se mata a civiles a diario. A veces, las bombas son de hambre.
Son tantas las aberraciones que se cometen a diario en el mundo que, si tomásemos conciencia de lo que está ocurriendo, quedaríamos consternados de verdad. Por eso es más fácil “no saber”, o utilizar mecanismos de defensa psicológica como puede ser la “negación” de los hechos para eludir el dolor. Pero esa no es la solución.
El dolor de una guerra es siempre insoportable, entremos en razón.
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