Manuel Montejo
Miembro de la Mesa Estatal del FCSM
En
los últimos tiempos, especialmente con motivo de las elecciones
europeas de mayo, el discurso dominante en los medios y en el panorama
político de nuestro país ofrece una visión de la situación económica que
varía entre dos posturas aparentemente contrapuestas pero que comparten
una aceptación del orden imperante: ninguna se cuestiona el sistema
económico ni las reglas que lo sustentan, el euro y los dictados de la
“troika”.
Así, la salida a la grave crisis económica y social que sufrimos se
encuentra bien en la profundización en el “austericidio” impuesto por la
Unión Europea o bien en el establecimiento de medidas de protección
social que palien el necesario ajuste por el que debe pasar nuestra
economía para volver a la senda del crecimiento. Tanto la primera,
defendida por el Gobierno y demás neoliberales (incluido el mismo PSOE),
como la segunda, en la que se encuentra la socialdemocracia mayoritaria
en el seno de la izquierda, obvian intencionadamente el problema de
fondo de la Unión Europea y el euro. Ambas aceptan sin ningún
cuestionamiento la estructura de la Eurozona, aunque se mueven entre la
resignación de la derecha, que recibe gran parte de los beneficios, y la
vana esperanza de reformarla de la izquierda.
Desde los poderes se intenta trasladar que la solución pasa bien por
“más Europa” o por “otra Europa”, de forma que se asimile la idea de una
construcción incompleta o fallida de la Unión Europea. Sin embargo,
dejan de lado una idea que resiste mejor el análisis económico y
político: la Eurozona, el euro, ha sido un rotundo éxito, destinado a
causar un enorme daño social a la mayor parte de las poblaciones
europeas y un beneficio para unas minorías.
Muy pocas voces han denunciado la relación existente entre la crisis
en Europa, fruto del proceso de construcción de una superestructura
liberal al servicio del capital europeo, y la crisis de régimen del
Estado Español.
Digámoslo más claro. Hemos de dejar de engañarnos puesto que no se
puede albergar ilusión alguna en el ideal de la Unión Europea y su
proceso de integración. Los acontecimientos políticos y sociales en la
UE, especialmente en el Sur, después del comienzo de la crisis
capitalista mundial en los años 2007-2008, justifican aún más el rechazo
político al “proyecto europeo”.
Para entender este discurso, tildado de catastrofista, basta con considerar cuatro aspectos clave:
a) Las medidas de austeridad y las “reformas estructurales” impuestas
a la periferia europea son un experimento de “ingeniería social”
neoliberal, que recuerdan a los “programas de ajuste estructural del
FMI”.
b) Al mismo tiempo, esta austeridad viene acompañada por una negación
de la soberanía popular. El estado español es hoy un país con una
soberanía limitada, en donde la “troika” (UE, FMI, BCE) impone sus
deseos al gobierno.
c) Esta arquitectura europea profundiza la división entre Norte y
Sur, estableciendo una relación centro-periferia. Así, la economía
española obedece a un nuevo modelo productivo, adaptado a las opciones
estratégicas del capital europeo; un modelo que devalúa lo existente en
favor de menores costes laborales, inversión en la construcción, el
turismo y los servicios, etc.
d) El euro no es el responsable de la crisis en sí mismo, ya que no
crea dinámicas que no existan en el capitalismo, pero si es la
herramienta de dominación del capital europeo para imponer su modelo
económico, encaminado a reproducir una acumulación por desposesión. Es
el instrumento que posibilita la tendencia a la desigualdad social y
regional en la Eurozona. Podríamos decir que el euro ha facilitado el
surgimiento de una Europa neoliberal “a la alemana”, con la complicidad
de las burguesías periféricas que han colaborado liquidando el Estado
social. Por lo tanto, los desequilibrios en la arquitectura del euro son
estructurales e inherentes al proyecto.
Frente a estos datos, se nos ofrecen cantos de sirena apelando a la
“modernidad” y a los beneficios obtenidos por España por su pertenencia a
la UE, debido a la transferencia de fondos para obras públicas. No
obstante, este saldo podría considerarse negativo si valoramos las
privatizaciones obligatorias, los déficits comerciales, las dificultades
del sector agrícola bajo la presión de la PAC, etc.
Observando este panorama, la única pregunta que cabe sería: ¿es
posible aspirar a una salida del círculo vicioso de la austeridad, la
recesión y el desempleo, de todas las restricciones institucionales que
se imponen a la sociedad española, sin una confrontación directa con la
Unión Europea? Y se debería decir claro: no es posible una salida
transformadora, dentro del euro y de la arquitectura europea actual. Si
no es posible aspirar a ningún programa que proponga una opción social y
democrática para nuestro país, es de vital importancia plantearnos la
salida del euro, paso inicial para avanzar hacia un nuevo modelo
económico y social democrático.
Pero esta idea no está presente en el imaginario de nuestra sociedad;
ni siquiera es predominante entre la clase trabajadora. Si analizamos
los datos ofrecidos por distintas encuestas europeas, como el informe
Transatlantic Trends[i],
observamos que el 65% de los europeos, especialmente en el Sur, afirma
haberse visto personalmente afectado por la crisis económica y el 82%
opina que su sistema económico recompensa desproporcionadamente a unos
pocos a expensas del grueso de la población. Al mismo tiempo, el 60%
cree que el uso del euro ha sido (o sería en países de fuera de la
eurozona) negativo para su economía. Sin embargo, pocos desean abandonar
el euro. Cuando a quienes responden que el euro ha sido negativo para
su economía, se les pregunta si desean volver a su moneda anterior, la
mayoría de ese subgrupo prefiere mantener el euro: el 51%.
Nos encontramos por tanto ante una aceptación del beneficio de la
supuesta “modernidad” aportada por la pertenencia a la UE y de la crisis
como un mal a asumir. Reconociendo el impacto negativo del euro y de la
normativa económica europea, la perspectiva parece pasar por “resistir”
hasta que todo vuelva a ser como antes. ¿A qué se debe esto?
La crítica al Euro es habitualmente rebatida, desde el discurso
hegemónico neoliberal, apelando al miedo y a la posible catástrofe que
conllevaría una eventual salida del euro. Sin embargo, se intenta
ocultar la respuesta lógica a este planteamiento falsario: ¿cuáles van a
ser las consecuencias de permanecer bajo este estado de dominación? ¿Se
puede mantener el sistema euro con estos niveles de deuda? Es una tarea
imprescindible que las clases populares adquieran la conciencia del
inevitable destino que lleva aparejado el euro y esta Europa. Para ello,
no se puede negar las complicaciones que puede conllevar la
recuperación de la soberanía pero hay que desmontar el falso discurso de
la recuperación.
En un reciente artículo, el economista italiano Giorgio Gattei y Antonio Iero[ii]
planteaban una simulación del calendario de devolución de la deuda de
Italia durante los próximos 20 años, periodo en el que el Pacto Fiscal
(el Tratado de Estabilidad, Coordinación y Gobernanza)
obliga a reducir al 60% la relación entre la deuda pública y el PIB en
todos los países de la Eurozona. Ambos autores señalan el interés de
estimar la cantidad del saldo primario, la diferencia entre gastos e
ingresos del Estado sin contabilizar los intereses por el pago de la
deuda, necesario para llevar la deuda pública al porcentaje del PIB
comprometido. Es un simple modelo de simulación que, partiendo de los
datos actuales, permite seguir la evolución de la deuda pública y del
PIB. La deuda pública crece en función de su tipo de interés medio y
tiende a disminuir en virtud de un saldo primario positivo. A su vez, el
PIB aumenta en proporción a su porcentaje de crecimiento real y al
nivel de inflación. Evidentemente, el modelo deja fuera variables y
acciones en la gestión de la liquidez del estado que puedan ocurrir en
el futuro.
Podemos trasladar esta simulación al caso español, en base a unas
previsiones más que optimistas y sin considerar posibles crisis. Como
base de partida asumimos las predicciones de la Fundación de las Cajas de Ahorros (FUNCAS) para
2014 y 2015. Sobre esta base, optimista, hemos previsto un crecimiento
constante del PIB del 1.6%, el doble del actual, una inflación del 1.5%
y unos tipos de interés del 3%, más bajos que los actuales. De esta
manera, se ha calculado a cuánto asciende el saldo primario en las
cuentas públicas para poder llegar, en 2033, al objetivo de la relación
entre deuda/PIB del 60%.
CALENDARIO DE DEVOLUCIÓN DE LA DEUDA PÚBLICA DE ESPAÑA (MODELO GATTEI – IERO)
(Datos en miles de millones de euros)
El monto total de la deuda seguiría creciendo hasta 2026 para
disminuir solamente a partir de ese momento. Pero lo realmente
importante es que para alcanzar una deuda pública del 60% del PIB sería
necesario obtener (y mantener durante quince años) un saldo primario no
inferior al 2,29% del PIB. El saldo primario en ese periodo debería
sumar un total de 512 mil millones de euros, con una media de 28 mil
millones por año. Esto significa que para cumplir un objetivo crucial y
un tratado vinculante, España debería aumentar la presión fiscal y/o
disminuir el gasto público para obtener un saldo de 28 mil millones de
euros extras al año.
Además, estas medidas conllevarían enormes disminuciones en la
dinámica del PIB, que difícilmente podrían mantenerse al ritmo del
crecimiento del 1.6% planteado en la hipótesis. Hay que resaltar, por
último, que estos objetivos se conseguirían si no ocurren
acontecimientos traumáticos en los mercados financieros y en los
sistemas económicos conectados con España. Un escenario que
momentáneamente no parece verosímil.
¿Es posible llegar a 2033 con ese nivel de daño social? ¿Estamos
dispuestos a tolerarlo? Independientemente de las cifras reales, puesto
que nos basamos en predicciones, podemos concluir que esta deuda es
impagable y, si se intentara pagar, el grado de sufrimiento social es
inimaginable e inaceptable. Es, por tanto, necesario afirmar que la
crisis no va a superarse de continuar con estas políticas y que la
permanencia en la UE y en el Euro es la condena del Sur de Europa.
Y mostrar esta realidad es una tarea irrenunciable de la izquierda y
de los movimientos sociales. No basta con denunciar una UE
antidemocrática y autoritaria sin asumir la imposibilidad de su reforma.
No es posible luchar por “otra” UE fuera del neoliberalismo, sin
déficit democrático, con un BCE solidario y donde la redistribución de
los fondos se priorice a los países del Sur de Europa, etc. ¡Esta otra Europa
no existe! Las raíces de la actual configuración de la integración
europea no se inspiran en sueños sociales, federalistas y democráticos,
sino en el corazón del neoliberalismo antidemocrático. Pero lo peor es
que a causa de este déficit estratégico se deja abierto el espacio a la
extrema derecha para que se apropie del sentimiento euroescéptico.
Es hora de plantear este problema con decisión y audacia, obviando
los intereses electoralistas y el peso del discurso hegemónico, para
ofrecer una salida veraz a nuestra sociedad. La cuestión del euro
debería ser nodal en cada debate sobre el futuro. El problema de esta
Europa no es político ni de carácter social. La UE está avanzando a buen
ritmo por el único camino que se ha fijado como destino: el
desmantelamiento del Estado en beneficio de las oligarquías
centroeuropeas y sus cómplices en los países del Sur. No nos engañemos.
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[1] Informe de septiembre de 2013 que analiza la situación europea y
transatlántica, realizado por el German Marshall Fund (con la
colaboración del BBVA): http://trends.gmfus.org/transatlantic-trends-2013-released/
[1] “La insostenible devolución de la deuda”. http://www.economiaepolitica.it/index.php/politiche-fiscali-e-di-bilancio/linsostenibile-rimborso-del-debito/
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