( Reproducimos el artículo aparecido en el Diario Público del día 26 de enero firmado por Adoración Guamán y nuestro compañero del Frente Cívico de Valencia Héctor Illueca. Ilustra perfectamente la situación que vivimos al igual que lo hace el estupendo libro " El huracán neoliberal" del que son coautores)
Doctora en Derecho y Profesora de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social
Héctor Illueca
Doctor en Derecho e Inspector de Trabajo y Seguridad Social
Cuando se aprobó la reforma laboral ya advertimos que tendría efectos
devastadores sobre el empleo y sobre los salarios, desencadenando un proceso de involución laboral
cuyo alcance resultaría inmanejable. Decíamos entonces que la reforma
de la negociación colectiva, orientada a potenciar los acuerdos de
empresa y limitar la ultraactividad de los convenios colectivos,
provocaría una violenta devaluación salarial y convertiría al empresario
en el centro principal y casi único de decisión en materia de
relaciones laborales. Y por supuesto, en contra de lo defendido por el
Gobierno, señalábamos que el abaratamiento del despido en el peor
momento de la crisis sólo serviría para acelerar e intensificar la
destrucción de puestos de trabajo en nuestro país. Algo así como apagar
un incendio con queroseno.
Pues bien, muy a pesar nuestro, la Encuesta de Población Activa (EPA)
correspondiente al cuarto trimestre de 2012 respalda de manera
concluyente aquella primera interpretación, evidenciando que estamos
ante una disposición legal cuidadosamente concebida para convertir los
derechos laborales en un vago recuerdo de museo. En efecto, según la
precitada Encuesta, actualmente existen en nuestro país 5.965.400
personas sin empleo, lo que supone un 26,2 por ciento de la población
activa y una variación al alza de 4,17 puntos respecto del mismo
trimestre de 2011. En particular, la situación de paro juvenil es
sencillamente insoportable, alcanzando al 55,13 por ciento de las
personas menores de 25 años. Hasta Ángela Merkel, que no se caracteriza
por su especial sensibilidad social, se ha mostrado escandalizada ante un dato estremecedor que revela la verdadera magnitud de la catástrofe humanitaria inducida por la política de austeridad.
No menos preocupante parece la situación del segmento situado entre
los 25 y los 54 años de edad, cuya tasa de desempleo ha pasado del 21,44
por ciento en 2011 al 24,64 por ciento en 2012, aumentando un punto
completo durante los dos últimos trimestres del año. Éste es, sin duda,
un dato alarmante, pues revela que los trabajadores típicos que se
encuentran en edad adulta, que han acabado su formación y que han
sufrido diferentes contratos precarios como viacrucis de inserción
social y laboral, están siendo expulsados del mercado de trabajo
precisamente cuando pensaban que disfrutarían de cierta estabilidad
ocupacional en un marco de garantías jurídicas y laborales. Para ellos,
el premio a los esfuerzos de toda una vida es la abrogación de los
derechos de ciudadanía vinculados al trabajo y una existencia precaria
que puede convertirse fácilmente en una pesadilla.
En definitiva, según los datos de la EPA, el número de parados ha
alcanzado un nuevo máximo histórico, 5.965.400 personas, situándose en
su nivel más alto de la serie histórica elaborada por el Instituto
Nacional de Estadística. La influencia de la reforma laboral se percibe
fácilmente si relacionamos esta cifra con los trabajadores afectados por
despidos colectivos, que aumentaron un 21,2 por ciento durante los ocho
primeros meses de 2012, afectando a un total de 299.021 trabajadores de
acuerdo con el Boletín de Estadísticas Laborales (BEL). A la luz de
estos datos, parece razonable pensar que el abaratamiento del despido
acometido por el legislador, particularmente del que se produce por
causas económicas, ha intensificado el proceso de destrucción de puestos
de trabajo. Tal y como refleja el BEL, durante los 10 primeros meses de
2012 se registraron 19.599 ERE’s con invocación de causas económicas,
un 108,63% más que en el mismo período del año anterior (9.394). Los
datos son suficientemente elocuentes.
Por otra parte, como señalábamos anteriormente, la reforma laboral
está provocando una violenta devaluación salarial que empieza a
reflejarse en los diferentes datos estadísticos: negociación colectiva,
IPC, etc. Por ejemplo, la Encuesta Trimestral de Coste Laboral
correspondiente al tercer trimestre de 2012 sitúa el coste salarial
total por trabajador en 1.805,63 euros, un 7 por ciento menos que en el
segundo trimestre (1.939,73). Es previsible que esta tendencia se
acentúe notablemente en el futuro inmediato, pues la negociación
colectiva se concentra en los primeros meses del año y todo hace pensar
que la patronal va a utilizar la reforma, especialmente la limitación de
la ultraactividad, para seguir deteriorando las condiciones de trabajo.
Por si hubiera alguna duda, el reciente Real Decreto 1717/2012, de 28
de diciembre, prácticamente ha congelado el salario mínimo, abriendo el
camino a una negociación devaluada que acabará convirtiendo a los mileuristas en auténticos privilegiados.
Por si ello fuera poco, la situación de desempleo masivo y el
retroceso salarial descrito suponen un grave riesgo para el
mantenimiento de la protección dispensada por el poder público a través
de la pensión de jubilación. La Tesorería general de la Seguridad Social
pública mensualmente la denominada “ratio de dependencia” del sistema
de pensiones, que en agosto de 2012 contabilizaba apenas dos cotizantes
por cada pensionista, o lo que es lo mismo, 16,68 millones de cotizantes
por 8,12 millones de pensionistas. De no invertirse el ritmo actual de
destrucción de puestos de trabajo (menos cotizantes) y el proceso de
involución salarial (menos cotizaciones), es decir, de no modificarse
radicalmente la política económica, estamos abocados a una sensible
disminución de la cuantía de la pensión para la mayoría de la población.
Los datos de afiliación correspondientes al mes de diciembre de 2012
resultan preocupantes: la Seguridad Social ha cerrado 2012 con un total
de 16.442.681 afiliados, lo que supone un descenso del -4,57 por ciento
respecto al año anterior, volviendo a niveles de 2003. La tendencia es
muy acusada en el caso de personas de procedencia extranjera,
experimentando una bajada anual del -5,35 por ciento.
Como puede observarse, los resultados de las últimas reformas
laborales evidencian que no estamos ante medidas anti-crisis, sino una
agresión directa y calculada contra los trabajadores. Los instrumentos
normativos habilitados por el legislador están provocando una rápida
devaluación salarial y un feroz ajuste de plantillas. Así, asistimos a
una estrategia, buscada o permitida, para expulsar trabajadores adultos
del mercado de trabajo hasta eliminar su capacidad de resistencia,
forzándoles posteriormente a aceptar condiciones denigrantes sin apenas
conflicto social. Mientras se ataca a la población adulta, siempre más
consciente de los derechos que ha venido disfrutando durante años, se
diseña otra estrategia para los más jóvenes: el aumento de su ocupación
mediante contratos temporales y salarios por debajo del SMI, a modo de
anuncio o preparación para lo que previsiblemente será el devenir de su
permanencia en el mundo del trabajo asalariado.
De esta forma, la eliminación de los derechos conseguidos tras
décadas de lucha sindical y movilización obrera se produce
inexorablemente, sin que el supuesto contrincante, el Trabajo, parezca
capaz de forzar un cambio de rumbo y, cuanto menos, un reequilibrio del
ya lejano pacto entre capital y trabajo que sustentó el Estado de
bienestar. En el plano individual, los trabajadores están paralizados
por el miedo a perder el empleo; en el plano colectivo, se percibe un
sentimiento cada vez mayor de aceptación de la derrota, ante la
incapacidad de conseguir una respuesta colectiva que afronte con
decisión la construcción de un contrapoder social de las clases
subalternas. Sin embargo, a medida que se incrementa la indignación ante
el expolio de los derechos sociales, se evidencia la necesidad política
de una confluencia ciudadana que permita combatir y derrotar a las
políticas de austeridad. No deberíamos entretenernos. Parafraseando a
Steinbeck, las uvas de la ira están engordando en las almas de las
personas y se vuelven cada día más pesadas, listas para la vendimia.
4 comentarios:
Muy bueno el comentario para caldear los ánimos y animar a la indigación general. Pero habeis pasado por algo algo que parece muy bueno pero no lo es tanto...
http://elartilleroilustrado.blogspot.com.es/2013/01/el-valor-de-un-voto.html
Todo esto está muy bien lo de la ira y demás, pero nuestras empresas en España tienen que competir con otras empresas instaladas en Marruecos,India.paquistan,China etc donde se produce con salarios de 100 euros mes,sin jornada de 8 horas,sin vacaciones,jubilación,etc . Mientras no se plantee por el sindicalismo,economistas la necesidad de poner aranceles a los productos de esos países cuando vienen a Europa para competir en igualdad de condiciones, los artículos escritos por dirigentes sindicales y economistas seguirán siendo un brindis al sol, como mucho para irse a dormir a su casa tranquilos
Es válido pensar en la competencia desleal que acecha la producción española sea el sector que sea, pero, ¿quien va a consumir en este pais con estos niveles de desempleos o incluso estos salarios miserables?. Falta imaginación. En lugar de despedir, reducir jornadas y horarios. Desde el gobierno incentivar la contratación en las empresas en varios turnos de 3 o 4 horas cada turno con salarios reducidos, si, pero decentes.
Coincido en lo esencial en lo que quieres decir.
He leído ese argumento en muchos sitios, el argumento de la necesidad de competir en sueldos bajos con productos extranjeros, al igual que su corolario que es que los inmigrantes son culpables de que no haya trabajo para los buenos españoles. Dejémonos de una vez de disfrazar con chorradas los problemas reales de este país.
Ese argumento no hace más que justificar y ahondar en la miseria de la población obrera. Es la versión light de "Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades". Que en España lo único que podemos hacer para salir de la crisis es convertirnos en lo que éramos en los años 60, la reserva de mano de obra barata de Europa. Salarios bajos y turismo. El paraíso de unos pocos a costa de la miseria de la mayoría.
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