Pepe Aguza
Colectivo Prometeo.
Me asombra la reiteración
informativa de los medios “dependientes” de comunicación cada
día, indistintamente de la cadena, emisora o periódico que elijas:
todos son una repetición sistemática del mismo hecho y bajo el
crisol ideológico con que se analice, casi siempre de la derecha más
rancia, aburrida y reiterativa o de los presentadores y tertulianos
más moderados del panorama informativo.
El fanatismo y la
agresividad verbal, los titulares xenófobos, crímenes de género,
pines parentales, farándula, programas de triunfitos, “caras me
suenan” o “master cocinitas” en un país de sin techos y
comedores sociales, que llenan la parrilla, cuando no continuando la
exaltación de sus víctimas del terrorismo, como el aireado
homenaje de nuevo en estos días del concejal de Alianza Popular
Gregorio Ordóñez, asesinado hace 25 años. En dicho acto, no perdió
oportunidad Pablo Casado para insistir en que Bildu y sus allegados
no han pedido nunca perdón por las víctimas de ETA: hay que
recordar, que una vez más faltan a la verdad y mencionar las veces
que individuos y grupos abertzales lo han hecho públicamente en TV,
radio o prensa como Gara o Berria, reconociendo “el daño
causado… y el sufrimiento desmedido a la sociedad vasca”. “Hemos
provocado mucho dolor, muchos daños que no tienen solución.
Queremos mostrar respeto por los muertos, los heridos y víctimas que
han causado las acciones de ETA. Lo sentimos de vera”:
declaraciones de Patxi Zabaleta, fundador de Aralar, por el
asesinato de Miguel Ángel Blanco y acciones de la banda terrorista;
del propio jefe del aparato militar “Txeroki” en el Tribunal de
lo Criminal de París o la disidente Carmen Gisasola, por citar
algunos.
En el acto Casado
aprovechó también para criticar al lendakari Iñigo Urkullu por su
plan de acercamiento de presos vascos o el dialogo con Bildu, que
dicho sea de paso, se adhirieron al acto del minuto de silencio en el
Parlamento Navarro en su recuerdo.
Sin embargo, ayer 24 de
enero, se cumplieron 43 años de la matanza de los abogados laboralistas
de CC.OO., en el número 55 de la calle Atocha de Madrid y apenas
he visto en prensa, radio u otros medios el más mínimo recuerdo de
aquellas víctimas de la defensa de los derechos de los
trabajadores a manos de un comando de ultraderecha de FET de las
JONS y allegados italianos (Carlo Cicuttini, miembro de la
organización neofascista Ordine Nuevo y Gladio).
Curiosamente el
Presidente de Gobierno, Pedro Sánchez ha publicado hoy un tuit,
recordando el hecho y con una imagen del “Diario 16” de la fecha,
por el que la derecha vuelve a explayarse en su acoso.
Una triste placa en la
fachada del viejo edificio recuerda el hecho a quienes transiten por
la citada calle, así como otra colocada en la misma fecha, al año
siguiente en el Salón de Plenos del Colegio de Abogados de Madrid,
que por “motivos de obras” se retiró temporalmente.
También en la plaza
contigua de Antón Martín, se rinde un homenaje póstumo a dichas
víctimas del vil atentado fascista, con una escultura del artista
Juan Genovés, titulado “El Abrazo”. El monumento a su vez estaba
inspirado en un cuadro del mismo nombre y autor, que paradojas de la
vida, había sido secuestrado y oculto a su regreso a España, por
gente de la derecha española, aunque recuperado por militantes del
sindicato comunista, aunque no sería la única vez que
desaparecería.
Aquella noche del 24 de
enero de 1977, el comando ultraderechista formado por José Fernández
Cerrá, Carlos García Juliá, Francisco Albadalejo (vinculado a las
mafias del transporte del Sindicato Vertical) y Fernando Lerdo de
Tejada irrumpieron, en el despacho laboralista de CC.OO, asesinando a
los abogados Enrique Valdelvira, Francisco Javier Sauquillo, Luís
Javier Benavides, el estudiante de derecho Serafín Holgado y el
administrativo Ángel Rodríguez e hiriendo de gravedad a Lola
González (esposa de Sauquillo), Alejandro Ruiz-Huertas (único
superviviente del grupo en la actualidad y miembro de la Fundación
Abogados de Atocha) , Miguel Ángel Sarabia y Luís Ramos.
Curiosamente la única abogada que se salvaría del atentado, fue
Manuela Carmena, que se había trasladado a otro despacho de la misma
calle, por motivos de espacio y que llegaría a ser jueza en 1981 y
posteriormente Alcaldesa de Madrid desde junio de 2015 hasta junio de
2019.
Además de los asesinos
mencionados, parece que fueron apoyados por algunos miembros
excombatientes de la División Azul como Leocadio Jiménez Caravaca y
Simón Fernández Palacios que facilitaron las armas y Gloria
Herguedas, novia de Cerrá como cómplice, así como algunos otros
que no pudieron ser identificados en su día, además de algún
miembro de organizaciones fascistas italianas como antes he nombrado.
Tanto Cerrá, Juliá como
Albadalejo fueron condenados a largas penas, sin embargo, Lerdo de
Tejada se fugó antes del juicio, permaneciendo en paradero
desconocido. También García Juliá, conseguiría en un permiso
penitenciario fugarse a Brasil, donde sería detenido en diciembre de
2018 y extraditado a España en agosto de 2019 para terminar de
cumplir su condena.
Pero como decía al
principio, la lucha y la sangre de aquellas personas, se intenta
solapar con estúpidos programas de distracción o enaltecimiento de
ideologías fascistoides, tratando de obviar la lucha por los
derechos laborales y humanos, así como la defensa de las libertades.
Recuerdo una película
precipitada a modo de documental de Juan Antonio Bardem, titulada
“Siete días de Enero” que recogen perfectamente los
acontecimientos de aquellos tiempos y que no debemos olvidar, así
como el angustioso libro biográfico que tanto le costó escribir a
Alejandro Ruiz-Huertas, amigo y camarada, que tuve el honor de
conocer hace tantos años en Madrid, antes de que decidiera
trasladarse a Córdoba, donde terminaría jubilándose como profesor
titular de Derecho Constitucional en su Facultad y del que recojo dos
alusiones que él menciona, una de Paul Eluard que dice “Si el
eco de su voz se debilita, pereceremos” y otra de Mario
Benedetti que afirma “Siempre hay calles que olvidan sus
balazos, sus silencios de pizarra lunar” … y yo añadiría: y
una sociedad que no quiere recordar su pasado histórico, los hombres
y mujeres que lucharon por sus derechos, por la justicia y la
libertad, están condenados a la derrota.
1 comentario:
Muy cierto Pepe.
Atocha, cuarenta abrazos después
Orgullosa y erguida sostuvo
La incómoda memoria por siempre
De cada compañero ausente
Que jamás doblegó el verdugo.
Publicar un comentario