Juan García Ballesteros
Colectivo Prometeo
La
paralización de la potestad legislativa que la Constitución otorga a las Cortes
Generales ha sufrido dos grandes reveses. Uno el 23 de febrero de 1981 por el
intento de golpe de estado de Tejero, teniente coronel de la Guardia Civil y el
pasado lunes, día 19, por el Tribunal Constitucional.
El hecho gravísimo de paralizar la actividad legislativa del Senado por un Tribunal Constitucional (TC), cuatro de cuyos miembros tienen desde hace meses su mandato caducado, es algo insólito en nuestro país y en las democracias de nuestro entorno, pues usurpa el apartado 2 de artículo 66 de nuestra Constitución que le confiere a las Cortes Generales la “potestad legislativa del Estado”. Como han manifestado muchos juristas de prestigio, entre ellos el profesor de Derecho Constitucional Francisco Javier Pérez Royo (¿Y ahora qué? El diario.es del 20 de diciembre), “hasta que las Cortes Generales no han recorrido todo el proceso legislativo y la norma ha sido sancionada, promulgada y publicada en el BOE, no se puede interponer ningún recurso contra ella”.
En una entrevista al podcast “La Base” (21-12-22), este profesor califica de “acto de piratería” la decisión y comenta que “el Presidente del Tribunal ha cometido un acto delictivo al atribuirse el recurso, cuando, según la ley orgánica del TC le correspondería a la sala de Xiol (progresista) y sólo, si esa sala se inhibe, pasaría el recurso de amparo al pleno. Pero esto no ha ocurrido y el Presidente lo ha traído directamente a él, saltándose directamente los artículos 12 y 13 de la ley orgánica del TC. Eso es prevaricación.”
Por
otra parte, con esa peligrosa e inconstitucional decisión, el TC pisotea el
apartado 3 del artículo 66 de la Carta Magna que recoge: “Las Cortes
Generales (Congreso de los Diputados y el Senado) son inviolables”. Con
el recurso ¿orden? presentado por el Partido Popular (PP) para frenar el desarrollo
legislativo de las reformas del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) y del
TC se ha producido un atropello de imprevisibles consecuencias para nuestro
débil sistema democrático.
Previa a la decisión final, el TC ha tenido que rechazar la recusación de Unidas Podemos y del PSOE de sus dos magistrados, González-Trevijano y Narváez, que, siendo juez y parte (les afectaba la nueva ley porque tendrían que dejar sus cargos) han participado sin pudor en todo el entramado hasta aprobar la suspensión legislativa del Senado ¿Dónde queda la separación de poderes como un elemento fundamental y necesario en un estado democrático de derecho?
Hablamos de una CGPJ de mayoría
conservadora ¿sólo es? que el PP lleva cuatro años bloqueando y que se niega a
cambiar para que su composición responda fielmente a lo que la ciudadanía votó
en las últimas elecciones y de un TC, con un tercio de sus miembros con mandato
caducado.
Enclaustrarse
en una crisis institucional, despreciando la Constitución, que estos juristas
del CGPJ y del TC tan bien conocen, demuestra que su labor está muy lejos de
responder a los principios para lo que fueron elegidos: unos, gestionar la
administración de la justicia junto con la salvaguardia o garantía de la
independencia de los Jueces y Tribunales y otros, “del recurso y de la
inconstitucionalidad contra leyes o disposiciones normativas”. Estas
instituciones han antepuesto los intereses, el mandato del jefe de filas que
los eligió, el PP, a cumplir con lo que recogen las funciones propias de los
órganos institucionales que representan.
El
TC ha dado un duro e inconstitucional golpe a nuestra democracia con su
incomprensible decisión de paralizar la labor legislativa de las Cortes
Generales. Han pisoteado los aproximadamente 11 millones de votos que en las Elecciones
Generales de noviembre de 2019 obtuvieron los paridos que han apoyado en el
Congreso cambiar la ley para que de una vez, tanto el CGPJ como el TC, cumplan
con la Constitución. Pero está claro, que el Partido Popular, artífice de todas
estas maniobras, ni cree, ni respeta nuestra Carta Magna. María Luisa Balaguer,
Magistrada del TC, en una entrevista concedida al diario.es el pasado
martes, día 20, explica que: “no es posible que desde el TC se condicione la
soberanía. Así no se puede crear un Estado de Derecho”.
¿Qué
se esconde detrás del bloqueo sistemático del PP, desde hace 4 años, del CGPJ y
ahora la presentación al TC del recurso de forma “cautelarísima” para frenar la
reforma de estas instituciones? Si buceamos en los últimos años y buscamos las
bastantes decisiones que, desde distintos tribunales, han favorecido la inmensa
corrupción que ahoga al Partido Popular, nos daremos cuenta de lo que este
partido se juega muchísimo si, como es de esperar, los cambios necesarios de
estos órganos institucionales llevan a una justicia más ecuánime y objetiva para
aplicar la ley sin mirar las siglas de los acusados. Podríamos hablar de M.
Rajoy, Cospedal, Aguirre y un largo etcétera. Sólo una muestra: “la Audiencia
Nacional archiva la investigación del cohecho en la causa de la caja B del PP”
(19-12-2022).
3 comentarios:
Magnífico artículo sobre la clase judicial que padecemos en este país.
Hay que buscar la democratización de la estructura judicial ya.
En estos momentos críticos todo el apoyo ha de recaer en Pedro Sanchez y el PSOE. Hemos de concentrar el voto en la única alternativa viable de gobierno capaz de pilotar los cambios progresistas necesarios. Las otras izquierdas son necesarias, pero no tienen el voto mayoritario para ser la vanguardia progresista. Eso hay que aceptarlo. Es asi porque lo quiere la ciudadania expresándolo con su voto.
El realismo es el camino a seguir para ir construyendo paso a paso una sociedad más ética.
Interesante y acertada reflexión. Enhorabuena Juan.
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