Cartel modelo para los ministerios Peperos.Se colgará junto al retrato del rey
Juan Balsera
Torres más altas han caído. La cuenta atrás ha empezado. El PP, que ahora gobierna prácticamente en toda España y que se autoproclama ser el “único” capaz de salvarnos de la grave situación de crisis, tiene los días contados. Y ellos además lo saben. Por encima de presuntas posiciones ideológicas distintas, que luego son confluyentes, los partidos que han gobernado España sucesivamente han ido abocándonos a que todo lo que proponen parezca diferente para, luego, hacer casi lo mismo. Y es lógico. Hoy los poderes fácticos y las políticas de ajuste duro, traducidas a recortes drásticos, son los que están marcando la agenda a todos los líderes de cada uno de los países europeos. El guión está escrito desde hace tiempo y ni Zapatero antes, ni Rajoy ahora se van a mover un ápice de él.
Da igual que se autodenominen conservadores, liberales o socialdemócratas, porque los ajustes que imponen son los mismos. Ni el, en su momento, proclamado todo poderoso “Il Caballiere”, Silvio Berlusconi, pudo con ellos. Lo trituraron literalmente cuando no se portaba como el niño bueno que ellos pretendían que fuera.El PP que prometía bajadas de impuestos, según el manual neoliberal más clásico, ha tenido que cambiar de repente el paso y hacer lo contrario. Eso sí, las subidas las pagan las capas medias y bajas de la sociedad, y vienen acompañadas por una batería de recortes del ya depauperado Estado de Bienestar del que hasta ahora disfrutábamos. Al principio, esto tiene fácil justificación: “no tenemos más remedio que hacerlo por la herencia recibida”. Pero conforme vayan pasando los meses y la gente note realmente en sus carnes la repercusión de lo que están haciendo, los votantes coyunturales les abandonarán, los esporádicos se lo reprocharán y los fieles se verán reflejados a sí mismos como el retrato de Dorian Gray en un espejo y verán que lo que ven no les gustará. El encanto, el hechizo se irá deshaciendo y de presuntos héroes, pasarán a viles villanos.
Veamos un ejemplo de como el capital no se casa con nadie. El poder y la capacidad de narcotizar a los políticos que hace unos años tenía el cura Castillejo (entonces Don Miguel) era por una simple razón: había en las alforjas muchas prebendas que repartir. Pero cuando vinieron las vacas flacas, los curas que le sustituyeron y hasta los políticos y sindicalistas de su “sindicato vertical” fueron amonestados primero y sancionados después. La Caja se derrumbó y hoy es un banco gobernado, quién nos lo iba a decir, nada más y nada menos que por los, en otro tiempo, “separatistas” vascos. Baste recordar cuando nuestro Colectivo trajo al Lendakari Ibarretxe a Córdoba a dar una conferencia y cómo fue -y fuimos- vilipendiados entonces por la derecha más reaccionaria de nuestra ciudad.
Da igual que queden casi cuatro años para las elecciones generales. El derrumbe se producirá antes. No será electoral porque no hay elecciones hasta entonces. Pero el crédito en forma de apoyo social y mediático del que disponen se irá diluyendo como un azucarillo en el agua.
La construcción, locomotora en el pasado de la economía en España, pasará al menos una década hasta que ponga el contador en positivo; las industrias se acabarán deslocalizando; la cultura será cada vez mas residual para los poderes públicos; el consumo interno decrecerá; las políticas de pasarela desaparecerán. En este espacio de tiempo volveremos a competir con países como Portugal, Polonia, Italia, Rumanía, Grecia o Chequia. Los fondos europeos al desarrollo se contraerán cada vez más y, como en el franquismo, nos quedará el turismo. De nuevo la cantinela de ser un país de camareros, sol, playa y folclore.
En esta gravísima situación, que se agudizará en los dos próximos años, estarán en el punto de mira los que nos gobiernan. El unipartidismo será como el primo hermano del conocido bipartidismo y la gente ya no lo verá como una solución, sino como un problema.
Cuando los ciudadanos tomen conciencia de que sus bolsillos y estómagos están cada vez más vacíos, sobre todo cuando se viene de una cierta opulencia, será muy difícil volver a acostumbrarse a prescindir del BMW para volver al seiscientos.
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