Jorge Alcázar
¿Cuáles son las
causas que impulsan a un país a tirar por la borda una de sus
inversiones más enérgica y contundente? Este podría ser el
comienzo de una buena novela del género negro, mas no se trata de
ninguna ficción, si no de una realidad lacerante que acontece hoy
día en nuestro país.
Pertenezco a una
generación que, a diferencia de las anteriores generaciones en
España, ha podido disfrutar de una educación pública, accesible y,
en mayor o menor medida, de calidad. Ahora que tan en boga se ha
puesto el acoso y derribo del modelo educativo público, sus
carencias y defectos y su utilidad y viabilidad, entiendo que
debiéramos, como ciudadanos, reflexionar acerca de este mismo modelo
que ha posibilitado la formación en muchos aspectos de millones de
españoles en los últimos treinta años.
Actualmente, decenas de miles de
jóvenes de este país tienen que hacer las maletas para buscar
trabajo y futuro en el extranjero. Jóvenes que, en la inmensa
mayoría de casos, deben acreditar una formación superior para poder
optar a un puesto de trabajo y un porvenir que se les niegan en
España, y que han sido formados de acuerdo a este modelo educativo
tan públicamente ultrajado. Nuestros inmigrantes-quién iba decir hasta hace poco que
volveríamos a hacer las maletas- no son como aquellos del “vente
pa’ Alemania Pepe”; pertenecen a eso que se llama mano de obra
cualificada, habiendo sido formados al abrigo de un sistema educativo
público y universal.
La inversión en materia educativa es
cuestión obligada en cualquier país que pretenda desarrollarse en
todos los ámbitos, desde el económico al social, pasando por
cualquier otro intermedio. Y España, durante estos últimos treinta
años hizo la suya, con todas las objeciones que se le puedan y deban
poner. Mas es un hecho el señalado arriba. Exportamos esa mano de
obra cualificada. No es una cuestión baladí hablar en estos
términos, pues lo que a lo mejor descuidamos son los términos
económicos en los que dicha inversión ha sido efectuada.
Según datos del Ministerio de
Educación, Cultura y Deporte (que tendrá que ver la velocidad con
el tocino), el erario público invierte por alumno y curso escolar en
la etapa de Infantil 4.826 euros, 7.045 euros en la de Secundaria,
7.716 euros en Ciclos Formativos y 10.020 euros en la etapa
universitaria. No hay que ser un lince en Matemáticas para calcular
que cuando un joven español acaba su formación en la universidad,
como españoles y contribuyentes, hemos invertido en la educación y
formación del mismo la nada despreciable cifra de más de 120.000
euros, mientras que si se trata de una formación en Ciclos, la
inversión es de cerca de 90.000 euros. Como se señala arriba, todo
este monto no es más que la inversión que como estado hemos hecho.
Pero, ¿inversión para qué? o mejor dicho ¿para quiénes?
No existen datos
oficiales al respecto, me imagino que con el fin de evitar la alarma
y vergüenza patria, pero se calcula según Adecco y Fenac, que el
número de jóvenes españoles que nos abandonó entre el 2008 y
el 2011 fue de 300.000. Siguiendo con la aritmética, el
formar toda esa masa de jóvenes huérfanos de futuro en su tierra
nos ha costado, como estado, en términos actuales y haciendo
una media del coste por universitario y el coste por graduado en
ciclos, -pues sin uno u otro título no se puede ir actualmente ni al
bar de la esquina y menos a Alemania, por poner un ejemplo y sin que
parezca tendencioso- 31.500 millones de euros.
La cifra anterior
no sólo debería levantar ampollas, pues como está el patio
convendremos todos en que no es “pecata minuta”. También debería
hacernos reflexionar sobre cuál es la responsabilidad que nuestros
gestores –la clase política dirigente española de los últimos
años- tienen en este dislate, en esta dilapidación de recursos,
talento, inversión, ilusión, etc. Al drama humano que supone la
inmigración, hay que añadir el drama económico que ponen de
manifiesto estas cifras. Y si a todo esto añadimos las reiteradas
bajadas salariales y la pérdida de derechos laborales, que
repercuten negativamente en la inversión hecha en formación, pues a
peores salarios, menores cotizaciones y por tanto menores ingresos
públicos en materia tributaria, las cuestiones que se desprenden son
¿en aras de qué o de quiénes se ha actuado con tal proceder
para llegar a estos términos? ¿Qué o quiénes están detrás de
tales desmanes? Realmente, ¿quiénes van a ver el rédito de esta
inversión?
Parece claro a tenor de lo expuesto,
que la inmensa mayoría de ciudadanos de nuestro bendito país no van
a participar de los beneficios de tal inversión. Los unos han
sufrido, están sufriendo o sufrirán (la canciller Angela Merkel ha
anunciado la necesidad de cubrir 800.000 puestos de trabajo
cualificados) el drama del exilio laboral; los otros, los que nos
quedamos, sufriremos, invariablemente, el drama de este éxodo por
ver como una generación perdida sale por la puerta de atrás del
coladero nacional, y junto a ella y en el lugar en que nuestros
compatriotas de antaño llevaban los chorizos y butifarras, nuestros
ahorros e inversión de unos pocos de años, botín para unos cuantos
de ahora.
1 comentario:
Mi escuela fue guardar ovejas y mi universidad guardar cedos .
Eso si que era un fracaso escolar y el que tanto critican hoy.
tienes toda la razón del mundo.
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