Jorge
Alcázar
Miembro del Colectivo Prometeo y del Frente Cívico Somos
Mayoría
Tachar de nazismo
cualquier acto que miembros de la PAH o de cualquier otro colectivo
han llevado hasta ahora no puede ser otra cosa que eso, nazismo.
Es curioso cómo los señores y
señoras del Partido Popular, sus representantes en el gobierno, sus
adláteres, pagadores y voceros públicos hacen suya la máxima
goebbeliana que dice que una mentira repetida mil veces se convierte
en una verdad. No ya sólo la falta de talante o cintura de los
mentados es puesta en cuestión por las declaraciones y
manifestaciones públicas que de forma reiterada, organizada y
sistemática éstos hacen. De fondo, una razón más profunda, oscura
y sutil subyace. Razón que va en consonancia con sus formas de hacer
política y de entender la forma de gobierno que un conjunto de
personas debe asumir para ser gobernable: la insumisión, el
aborregamiento y la imposición como dogma.
Un partido político que gobierna a
golpe de decreto ley cada viernes negro, desoyendo cualquier forma de
diálogo o entendimiento; un partido político que ha contribuido de
forma inestimable a sumir en la miseria (y digo bien, pues el umbral
de la pobreza ya ha sido superado con creces por uno de cada cinco
españoles, según los datos del INE en el año 2012) a millones de
niños y niñas, ancianos y trabajadores de este país, con su
aberrante y paranoica política de recortes, que ha incumplido una
por una y de forma sistemática todas las propuestas que contemplaba
un programa electoral virtual que, a fuerza de ser invisible, se ha
convertido en un conejito en la chistera para embaucar el voto de
millones de ciudadanos; un partido que, ante casos de corrupción
múltiples, escandalosos, berlangianos y demás epítetos que se
quieran utilizar, se cierra en banda y alude a una retórica huera,
ajena a la realidad y que contribuye al descrédito no ya sólo de
una clase política o política en su ejercicio, ya de por sí
deteriorada, si no a la misma palabra como elemento del lenguaje, en
su sentido estricto. Un partido cuyos cargos, los mismos que hablan
de nazismo, cobran, recobran y hacen de este acto un ejercicio
pluscuamperfecto en sus formas A o B, de manera limpia u oscura, por
aquí o por allá y con total desparpajo e impunidad, cuando casi
tres millones de españoles (4 de cada 10 desempleados no ingresa
absolutamente nada de forma legal, y claro, luego dirán que somos
corruptos y desleales) poseen un “salario mínimo” de 0 euros,
eso mismo que en Álgebra se considera un concepto, una abstracción,
pero que a fin de, mediados de y finales de mes (sucediéndose esto
en una serie interminable, y si no que se lo digan a los ciudadanos
de clase B que cada dos por tres han de acudir a la beneficencia,
cada vez más de moda, y a la “caridad cristiana”, expresión que
tanto gusta a sus señorías, para servirse de las migajas que se les
deja, cuando no a vaciar los cubos de basura que supermercados
protegidos por las fuerzas de seguridad del estado dejan en la calle,
hecho este cada vez más frecuente y oculto por los medios de
comunicación de masas) se convierte en un hecho irrefutable que
yunta en estómago produciendo un sonido sordo y estridente, tanto
como los patrimonios, lujos y declaraciones de sus señorías. Un
partido que, interesado en defender conceptos tan vacíos y etéreos
como el de España, se hace cargo de los designios de la patria para
salvarla, dejando de lado el hecho real e innegable, que encarnan los
millones de personas que pueblan la piel de toro, para venderla y de
paso vender a los que realmente hacen España, de forma encubierta y
ladina, a los mejores postores mercantiles, y que se somete a lo que
una señora, un mercado, unos pagadores, unos usureros, unos miembros
de la raza humana deshumanizados y que pertenecen a una esfera
distinta a la del común de la población de este planeta, imponen
con enajenación y maldad, para servirse a sí mismos y engordar sus
podridos patrimonios. Un partido que, de la mano de una Iglesia que
sí, efectivamente, ha estado implicada junto con los nazis,
omitiendo y encubriendo lo que en los campos de infausto recuerdo
ocurrió, y que ayudó a golpistas llamados Pinochet, Franco,
Mussolini o Trujillo a derrocar a gobiernos elegidos
democráticamente, pretenden dar lecciones de moralidad. Y se puede
seguir haciendo un monográfico de la cuestión, pues la lista de
actos fascistas es interminable, y seguro que por el camino se han
quedado algunos, como la utilización de las fuerzas de seguridad del
estado como herramienta de represión en las distintas movilizaciones
acaecidas en estos dos últimos años o la instrumentalización y
manipulación del sistema judicial y mediático.
El espacio es
escaso y el tiempo mínimo, por ello y desde estas líneas, quiero
mostrar mi más sincero apoyo a los miembros que han tomado parte en
algún tipo de escrache o acción reivindicativa, animar a todos y
todas los que aún no lo han hecho a que desarrollemos medidas de
esta naturaleza, con este o distinto calado y que nos hagan
portavoces de reivindicaciones y sed de justicia. No sólo con
escraches. A nuestra disposición existen cientos de formas de
rebelión pacífica, como se denomina, y que hoy, en nuestras manos,
han de ser herramientas de cambio y transformación. El filósofo
estadounidense Gene Sharp, en su libro "The politics of
nonviolent action”, propone 198 formas de acción no violenta.
Ciento noventa y ocho formas de rebelión, reivindicación y lucha
que han de ponerse en movimiento y que deben hacernos seguir el
camino que los compañeros y compañeras de la PAH nos han trazado,
pues podemos decir sin animo a equivocarnos, que este movimiento se
ha convertido en la punta de lanza contra esta forma de explotación
y opresión que hoy nos sacude y destruye como individuos y sociedad.
Va por ellos pues.
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