Manuel
Marrero Morales
Los
que somos aficionados a la lectura y estudio de obras de teatro
(queridas colecciones de Escelicer,
Pipirijaina o El
mirlo blanco de Taurus,...) las hemos
montado en escena con la imaginación propia y la ayuda de las
acotaciones del autor teatral, que, con las notas que pone en su
obra, nos va advirtiendo y explicando todo lo relativo a la acción o
movimiento de los personajes y al servicio de la escena.
A
no ser en los ensayos previos, donde aún leen, todos los actores y
actrices, se aprenden de memoria los diálogos y, ya en escena, se
sirven de la ayuda del apuntador y los traspuntes para darles vida y
hacer las entradas y los mutis adecuadamente.
Comenzamos
agosto con una obra, que, por esperada, publicitada y demandada,
había generado ciertas expectativas. El personaje principal no
apareció en escena, era el gran ausente aludido continuamente. Para
unos como arma arrojadiza, para otros como parapeto tras el que
escudarse negándolo una y mil veces, como Judas.
Aunque
pareciera un diálogo improvisado, con preguntas y respuestas,
respuestas que nunca se dieron a preguntas de las que jamás se tomó
nota, todos los actores llevaban el guión escrito. Y prácticamente
ninguno, a pesar de los meses de ensayos que llevaban, se lo había
aprendido.
La
puesta en escena de la obra "Barcenas,
ese hombre", que lleva por
subtitulo
"La familia del PP", se
transmutó en una sesión de teatro leído, de teatro mal leído. El
torpe actor al que le correspondió actuar en el papel estelar no
tuvo capacidad ni para eludir la lectura de la acotación #[fin de la
cita], que ha pasado a ser la frase más citada en estos primeros
días de la canícula.
La
representante de su partido hermano, a quien había asesorado con
toda seguridad algún correligionario del ramo teatral, si que hizo
caso de la acotación, en este caso postural, y utilizaba el silencio
como mecanismo de llamada de atención en mitad de una frase, donde
reiteraba la palabra Presidente
al tiempo que
miraba fijamente a su interlocutor con
gesto desafiante e intimidatorio. Mientras, el otro señor
Presidente, el del teatro, perdón, de la cámara, -que no debe estar
muy cultivado en estas lides-
le aconsejaba a la actriz populista
que no guardara silencio porque el tiempo corría en su contra.
Allí
se nos recordó lo honestos que eran algunos, las mentiras de otros,
los condescendientes y cosufridores, los cruces de comprensivos
mensajes de apoyo, aliento y resistencia entre las gentes de la
familia, las normas sagradas de la familia, lo zoquete que debió ser
alguno, y sobre todo, -y ahí si que hizo caso de las acotaciones- lo
impertérrito que se mostraba ante todas las preguntas y reiteradas
peticiones de que se explicara, de que nos explicara la verdad de las
cosas.
¿Qué
se pudo sacar en claro de esta burda trama, de esta interpretación?
Que nos deben devolver el precio de la entrada. Que las mayorías
absolutas son patente de corso para tomar decisiones por encima de
los intereses generales, por encima de esa teórica capacidad de
control de los parlamentos sobre los gobiernos. Que las
interdependencias entre los denominados poderes
independientes son tan grandes que no
nos hacen concebir esperanzas en que se haga justicia. Que nos han
hecho creer que esto es democracia y no lo es. Que muchos de ellos
juegan sucio, porque las reglas del sistema así lo permiten, porque
a los defensores del sistema hay que premiarlos y mantenerlos en el
poder o en la alternancia porque de eso depende una buena parte de la
representación. Que la ciudadanía es un simple convidado de piedra
que asiste estupefacta e indignada.
Para
concluir, traigo a colación un diálogo teatral de la obra de Darío
Fo "Muerte
accidental de un anarquista":
PERIODISTA
Usted no se lo creerá, Eminencia,
pero cuando hace poco exclamó, a propósito de los escándalos: "es
siempre el mejor de los mundos...¡aleluya!", pensé enseguida,
y perdone la falta de respeto...
LOCO/OBISPO
Siga, hija, no se preocupe.
PERIODISTA
Pensé "¡Parece un cura!" ¿No le molesta, verdad?
LOCO/OBISPO
¿Y por qué iba a ofenderme, si es verdad? (...) Además San
Gregorio Magno cuando apenas había sido elegido Papa, descubrió que
había quien intentaba, con engaños y manejos, tapar grandes
escándalos. Indignado, exclamó aquella famosa frase: "Nolimus
aut velimus, omnibus gentibus, justititiam et veritatem..."
PERIODISTA
Por favor, Eminencia, me suspendieron tres veces en latín...
LOCO/OBISPO
Tiene razón. En pocas palabras, dijo: "Se quiera o no se
quiera, justicia y verdad yo impongo, y haré lo imposible para que
los escándalos estallen del modo más clamoroso; y no temáis que en
su miseria se vea sumergida cualquier autoridad. ¡Bien venido sea el
escándalo, porque en él se fundamenta el poder más duradero del
Estado!"
#[fin
de la cita]
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