“Llegó la hora de que la renta básica deje de ser un debate filológico y se convierta en ‘fuerza material’ que transforme la sociedad y el mundo”
Salvador López ArnalRebelión
Miembro del Frente Cívico, trabajador social incansable, Manuel
Cañada es, entre mil cosas más, un camarada admirable, un activista
social imprescindible. De lo mejor, en mi opinión, que han generado la
tradición revolucionaria hispánicas en estos últimos cincuenta años.
Vienes esta semana a Barcelona, una ciudad tan tuya y de tantas
gentes como tú, a participar en un debate sobre la renta básica que se
celebrará el próximo miércoles 18 de diciembre, a las 18:30 en Plaza
Urrutia, 125, metro Plaza de la República (antigua plaza Llucmajor), en
un local ciudadano que no para de organizar debates, presentaciones,
cine-forum. Gramsci en estado puro. ¿Quién ha organizado el encuentro?
¿Quiénes participáis en él?
El acto lo organizan los compañeros de Espai Marx, una comunidad
político-cultural con la que me siento muy identificado. El Espai Marx
es un vivero de ideas al tiempo que un “espacio de fraternidad”,
integrado por revolucionarios bien temperados, por comunistas de
diversas trayectorias y filiaciones pero que comparten, todos ellos,
tanto los anhelos de mar como la desconfianza hacia los atajos. La gente
de Espai Marx se mueve en ese difícil equilibrio militante que hay que
construir, del que hablara Bertold Brecht, “frente a los irreflexivos,
que nunca dudan” y “frente a los reflexivos, que nunca actúan”.
En el debate participamos Ramón Franquesa, José Iglesias, Josep Bel y
miembros de los Campamentos Dignidad de Extremadura. Ramón Franquesa es
profesor de economía en la Universidad de Barcelona, integrante del
Frente Cívico Somos Mayoría y uno de los promotores más activos de la
ILP por la Renta Garantizada de Ciudadanía que se ha puesto en pie en
Catalunya. José Iglesias es, indiscutiblemente, uno de los padres de la
Renta Básica en el Estado Español, una de las personas que más ha
trabajado en la elaboración teórica y la divulgación de la renta básica
por estos pagos de la piel de toro. Forma parte del Seminario de
Economía Crítica Taifa y de Baladre. Y, por último, Josep Bel es
trabajador de Telefónica, un veterano sindicalista, militante en las
Comisiones de Base (COBAS) e integrante del Procés Constituent.
Me gustaría llamar la atención sobre el título de la convocatoria…
Hazlo, hazlo, por supuesto.
No se trata de un debate más, al uso, sobre la renta básica, para
especular sobre su viabilidad económica o sobre sus bondades
keynesianas. Se trata de debatir sobre la renta básica “como herramienta
para la organización y transformación”. Es decir, queremos hablar de la
construcción del sujeto de la renta básica, de la organización del
pueblo obrero y precario.
Lo digo por derecho. Ha llegado la hora de que la renta básica deje
de ser un debate filológico con entrada reservada a economistas,
sociólogos o activistas con trienios, para pasar a convertirse en una
“fuerza material que sirva para transformar la sociedad y el mundo”.
Aquello en lo que, según Mao, se convertían “las ideas correctas” cuando
las gentes de abajo se apropian de ellas. O sea, que el debate sobre la
renta básica ha de instalarse en las oficinas de empleo, en los bares
de los barrios y en las conversaciones de la juventud sin futuro. Y
convertirse, junto a otras muchas propuestas, en escrache, en corrala,
en despensa social, en comunidad de lucha, en definitiva. Es ahí donde
-supongo- adquiere sentido la participación de los Campamentos Dignidad
en este debate.
Entro propiamente en materia: ¿a qué debemos, a qué deberíamos
llamar renta básica? ¿Hay alguna relación, y cuál si fuera así, entre la
renta básica y los subsidios de renta garantizada? En este ámbito de la
renta básica, ¿no hay posiciones diversas y algo diferenciadas?
Se trata de un concepto muy sencillo: todas las personas, por el mero
hecho de nacer, tienen derecho al acceso a los bienes materiales que le
garanticen sobrevivir con dignidad. La renta básica, por decirlo con
José Iglesias, es “el derecho que tiene cada ciudadano/a a percibir una
cantidad periódica para cubrir sus necesidades materiales, sin ninguna
condición que lo limite”. No es nada nuevo, por otra parte. A Marcelino
Camacho le escuchamos decir algo muy similar en múltiples ocasiones.
Pero este enunciado tan elemental es, a su vez, subversivo, pues
choca con la lógica del sistema económico y político que se cimenta en
la intemperie, la precariedad y la servidumbre. El capitalismo convierte
a la tierra, al agua, a los servicios públicos o al propio ser humano
en mercaderías, subordina la vida a las premisas del beneficio privado.
La osadía de la Renta Básica es que pone en evidencia esa
incompatibilidad entre capitalismo y derechos humanos. Pero, al mismo
tiempo, choca con el sentido común dominante, con “nuestro yo íntimo que
se ha hecho capitalista”.
La crítica del trabajo asalariado, la necesidad de repartir la
riqueza, cuyo origen es social, la urgencia de herramientas que permitan
planificar el decrecimiento y la reconversión ecológica de la economía,
la puesta en marcha de instrumentos que garanticen la igualdad de
género, la posibilidad de enfrentarnos al régimen precario, el desafío a
las políticas sociales del poder y su planificación de la miseria:
todos estos argumentos y otros muchos, subyacen en la idea de Renta
Básica, la nutren desde distintas tradiciones emancipatorias.
Pero la segunda pregunta que formulas sobre la relación entre la
Renta Básica (RB) y los subsidios nos interpela sobre las posibilidades
de intervención social desde esa propuesta. Hacen falta mediaciones,
claro está. La renta básica, con sus tres características definitorias
(universal, individual e incondicional) no va a implantarse por las
buenas y de un plumazo, para todo el mundo una buena mañana, y sin
lucha. Las clases dominantes no tienen por costumbre suicidarse, es
evidente.
Y ahí entran en escena los movimientos.
Exacto, ahí entran en escena los movimientos que suelen ser bastante
más dúctiles que los catedráticos de universidad. Hasta ahora había un
foso insalvable entre los defensores de la Renta Básica y quienes
propugnan rentas mínimas (con diversas denominaciones: renta
garantizada, subsidio, salario social…).
El acierto y la “insolencia” del movimiento por la Renta Básica en
Extremadura fue justamente establecer un puente entre ambas propuestas
formulando la aplicación de la Renta Básica por fases. La ILP de
Extremadura establecía tres fases: en primer lugar, se aplicaría de modo
inmediato a los parados sin cobertura; en segundo lugar, en el plazo de
un año, a aquellas personas con subsidios o pensiones por debajo de la
cantidad que se reclamaba (600 euros); y, por último se promovería su
extensión universal. Este planteamiento mestizo permitía que en la lucha
por la RB se pudieran sentir identificadas tanto las posiciones más
abiertamente anticapitalistas como aquellas otras más gradualistas. Eso
sí, Renta Básica como derecho, no rentas mínimas que funcionan como
reservas indias de pobres, como instrumentos de conformación, control y
clientelismo de pobres.
En los Campamentos Dignidad utilizamos mucho esta expresión de Rosa Luxemburg: “Hay que elevarse por encima de los estrechos horizontes del pan cotidiano”.
¡Qué grande era Rosa!
Lo era. “Pero sin levitar del pan cotidiano”, añadimos
nosotros. Pan cotidiano y horizonte de transformación social son partes
indesligables de la misma lucha. Si lo que queremos no es escribir un
libro sino construir un movimiento popular, deberemos asumir que habrá
momentos en los que insistamos más en el pan cotidiano y otras
ocasiones, lo haremos más en el horizonte estratégico. Unos insistirán
más en la RB como garantía de ingresos, como renta de existencia. Otros
subrayarán más su eficacia como caja de resistencia frente a los abusos
laborales. Y habrá quién incida sobre todo en su capacidad de
liberación, de semilla alternativa. Renta de existencia, renta de
resistencia, renta de liberación, distintos acentos que deben convivir
formando parte de la misma lucha. No debería angustiarnos que haya
diferencias de enfoques y acentos, es consustancial a un auténtico
movimiento.
Porque además, lo importante no es tanto la propuesta como la gente
que puede hacerse dueño de ella. No es un movimiento para una ILP o una
propuesta pormenorizada de Renta Básica en todos y cada uno de sus
aspectos. Es al revés: una ILP al servicio de la construcción de un
movimiento contra el paro y la precariedad.
Claro, ahí se encuentra un debate cuyo esclarecimiento no puede
eludirse, por mucho que se quiera. Los derechos universales se
construyen siempre desde algún sitio, desde algún sujeto particular.
Sería insensato esperar que el derecho universal a la vivienda venga a
reclamarlo Botín o las inmobiliarias, en lugar de los desahuciados o las
jóvenes parejas condenadas a vivir en casa de sus padres. Ni la reforma
agraria va a venir a reivindicarla la Duquesa de Alba, por mucho que
nosotros le prometamos reservarle un huertecito para autoconsumo. Lo
mismo ocurre con la RB. Por mucho que aspiremos a su extensión
universal, el sujeto natural en la lucha por la RB son las personas en
paro, pobres o precarias. ¿Somos capaces de que esta lucha lo sea al
mismo tiempo de la clase obrera más tradicional y del precariado? Que se
apropien de ella tanto el cani como el informático, tanto el parado de
la construcción como el becario de investigación, tanto la clase obrera
como el precariado. La RB puede y debe tener ese propósito: ser una
herramienta de alianza, de unidad de clase.
Tal como está el panorama económico, político, ¿no es una quimera
hablar en estos momentos de renta básica? ¿No hay cosas más urgentes y,
sobre todo, más alcanzables?
Es justamente lo contrario. ¿Si no es ahora, cuándo lo haremos?
Ahora, cuándo el hambre y la miseria llaman a la puerta de miles de
casas obreras; ahora, cuando 6 millones de personas se encuentran en el
paro forzoso (dos millones de ellas sin ningún tipo de cobertura al
desempleo); con 3 millones de personas, según Cáritas, que sufren la
pobreza severa; con más de 300.000 jóvenes que han tenido que emigrar en
busca de trabajo; con 4 millones de personas mortificadas por la
pobreza energética, sin luz y sin medios para calentarse; con más de 2
millones de personas acogidas a los bancos de alimentos y la caridad
institucional… Cuándo, si no es ahora, ahora que la justicia vale menos
que el orín de los perros, como decía León Felipe.
De acuerdo, de acuerdo.
Hace unos días, en Alcalá de Guadaira, morían tres personas de una
misma familia por ingerir productos en mal estado recogidos de la
basura. Es un síntoma más de lo que está ocurriendo. En las calles
volvemos a gritar con rabia “Queremos pan, trabajo y libertad”. Y lo del
pan ha dejado ya de ser metafórico.
Todavía hay demasiada gente de la menguante “clase media”, incluso en
los círculos militantes, que no quiere verlo. ¡Es tan acogedora la
rutina de nuestras jergas, de nuestras inercias, de nuestros
imperecederos debates! Hace poco más de una semana, el economista Juan
Torres, escribía un artículo titulado “¿Necesitamos la renta básica?”.
Lo escribía así, con interrogantes. Pero, ¿por qué con interrogantes?
Para algunas personas no lo es, pero para muchos ciudadanos y ciudadanas
la renta es imprescindible.
Lo que es una auténtica quimera es suspirar porque vuelvan los
tiempos de “Curro se fue al Caribe”, como decía aquel anuncio-prototipo
de los tiempos de bonanza consumista. No, no volverán. Y además, ya
comprobamos sobradamente que esa euforia inducida, esa burbuja del
crédito, ocultaba precariedad y explotación laboral, destrucción
ecológica, estafa financiera, pérdida de soberanía económica y política.
Pero, además, el capitalismo ya está en otra cosa. Estamos ante una
mutación histórica, el neoliberalismo ha incubado monstruos que pugnan
por nacer. Basta con contemplar la progresiva normalización de la
brutalidad policial y la represión de la disidencia política, cuyo
último fruto es la llamada “Ley Mordaza”.
“La ley de la patada en la boca” la llaman algunos.
No está mal. En los años 30, cuando el fascismo se enseñoreaba ya en
toda Europa, Dimitrov hacía una llamada angustiosa a construir frentes
populares y organismos unitarios de los trabajadores. Hoy, como
entonces, la mejor forma de impedir el retorno siniestro de la bestia es
construir “los movimientos más elementales para la defensa de los
intereses económicos, políticos y culturales” de la clase obrera y
encontrar en “la defensa de los intereses más vitales” un lenguaje común
que una a nuestro pueblo.
Una de las formas más habituales de despachar la renta básica es
tildándola de utópica. Pienso que, como decía Paco Fernández Buey, “una
de las cosas más serias que podemos hacer ahora es precisamente impedir
que el poder se quede con las grandes palabras de las tradiciones de
liberación, y las deshonre. La lucha por el sentido de las palabras es
parte de la lucha social. Y recuperar el buen sentido de la palabra
’utopía’ merece esa lucha”.
Perdona que insista. ¿Es viable? ¿Un país de países como España
puede en estos momentos centrarse en una reivindicación de este calado?
¿Qué política económica, qué política fiscal sería necesaria?
Esta pregunta es una de las tres objeciones que suelen ponerse a la
renta básica, su viabilidad económica, de dónde saldría el dinero. Las
otras dos son la de “la haraganería” a la que induciría y la de su
carácter “utópico”. Sin embargo, nuestra experiencia nos dice que esta
pregunta-objeción es cada vez menos frecuente. Demasiados Bárcenas,
Urdangarines, cazadores de elefantes, subvenciones billonarias a los
bancos, privilegios de diputados, etc, a la vista, como para que a nadie
se le ocurra alguna fuente de dónde financiar la renta básica.
Claro que requeriría una política económica y fiscal distinta. La
deuda ilegítima y el fraude fiscal son dos muestras de la sangría de
dinero público que podría tener una utilidad social y económica al
servicio de la mayoría.
Has hablado ya de ello pero vuelvo al tema: ¿qué podría significar
la consecución de la renta básica para las clases trabajadoras
españolas?
Una de las virtudes de la renta básica es que puede representar el
papel de fondo de resistencia contra la explotación laboral. Pero más
allá de esa utilidad evidente, me gustaría llamar la atención sobre lo
que puede significar la lucha por la renta básica.
Está surgiendo un nuevo movimiento obrero, un movimiento obrero de
nuevo tipo. Movimiento obrero, como sabían los viejos militantes, es un
término que va más allá del sindicalismo. Las Plataformas de Afectados
por las Hipotecas (PAH), los Campamentos Dignidad o las Mareas en
defensa de lo público son, en gran medida, formas de expresión de ese
nuevo movimiento obrero, que surge exigiendo alquileres sociales en las
puertas de los bancos, renta básica en las oficinas de empleo o tarifa
social para el transporte público. Es un nuevo movimiento obrero que se
afana por nacer fuera o en la frontera de los centros de trabajo. Pero
también en el interior de las empresas están surgiendo nuevas formas de
lucha o se rescatan con decisión otras que aparecían como anacrónicas o
poco razonables, como la huelga indefinida. Si hace dos años, nos
hubieran dicho que los maestros de Baleares, los barrenderos de Madrid,
los trabajadores del alumbrado o los de empresas como Panrico harían un
uso resuelto de esa herramienta no nos lo habríamos creído. Abramos bien
los ojos y, sobre todo, recorramos con nuestro pueblo los nuevos
caminos de lucha.
Ahora mismo están creándose corralas, asambleas de parad@s, despensas
solidarias, lunes y martes al sol, roperos sociales, marchas de la
dignidad, redes de solidaridad popular, formas de auto-organización
obrera que constituyen en la práctica el embrión de un gran movimiento
contra el paro y la precariedad. La lucha por la renta básica y la ILP
que la reivindica quieren ser un instrumento más que le dé consistencia y
lo fortalezca. No somos mercancía en manos de políticos, empresarios o
banqueros. No somos el excedente, la población sobrante del capital.
¿La renta básica es una reivindicación del Frente Cívico, del que creo que formas parte? ¿Es así?
Sí, soy miembro del Frente Cívico. Me identifico con la convocatoria
inicial de Julio Anguita y pienso que la misión del Frente Cívico es
trabajar en la construcción de un contrapoder, de un fuerte movimiento
popular capaz de enfrentarse a la banca, al gran capital y a sus
manijeros en la política. Debemos evitar por todos los medios
convertirnos en una opción político-electoral o algo similar. Nuestros
referentes deben ser más el 15M, las PAH y todas las formas de
organización popular que están emergiendo. La Acampada Dignidad de
Córdoba y las Marchas de la Dignidad del 22M apuntan en ese sentido.
Debatir de censos internos en esta hora me parece una frivolidad.
No puede dejar de preguntártelo: ¿cuál es la actual situación del movimiento social de los “campamentos de la dignidad”?
Los Campamentos Dignidad de Extremadura son, en mi opinión, un fruto
extraordinario de la lucha de los parados, de las barriadas populares y
de la juventud precaria en esta tierra maltratada. En definitiva, son
una creación de la clase obrera de Extremadura.
Nacimos en las puertas de las oficinas de empleo reivindicando la
renta básica. Y tirando de la cereza del paro y la renta básica
empezamos a nombrar y luchar contra las otras llagas: los desahucios de
vivienda, los cortes de agua por impago, la carencia de comedores
escolares para los chavales, el escándalo de las urbanizaciones-fantasma
o el criminal medicamentazo.
Ahora mismo tenemos dos importantes litigios de una misma lucha, la
lucha del pan. Hemos conseguido que, al final, tengan que pagar la renta
básica de inserción a muchas más personas y familias de las que ellos
pretendían. Querían que sólo 1.500-2.000 personas pudieran acogerse.
Ellos mismos reconocen ya 18.000 solicitudes y, al menos, 8.000
perceptores nuevos. Pero están torturando a la gente con obstáculos
burocráticos kafkianos, retrasando el pago. Marean a la gente con
papeleo y excusas, de modo que, 7 meses después de aprobada la ley, sólo
han pagado a 300 personas. Hemos empezado una campaña de escraches en
la puerta del Director de Política Social, Juan Bravo. Y la campaña de
denuncia va a durar toda la Navidad y ascenderá a todos los escalafones
culpables de esta ignominia. Si no pagan a la gente antes de terminar el
año, se les van a atrangantar los langostinos.
La segunda batalla es por el reparto de alimentos. En el campamento,
desde su nacimiento, era tal la solidaridad del pueblo que se creó una
despensa de forma espontánea. El excedente de comida lo repartíamos en
los barrios más machacados. Y, de forma natural, llegamos a una
conclusión: había que participar en el reparto de alimentos pero, claro
está, no desde la lógica de la caridad, el asistencialismo y el
clientelismo, si no desde la perspectiva de la solidaridad y la lucha.
Reparto y lucha, lucha y reparto, que decimos nosotros. O mejor aún:
Comparto y Lucho. Porque todo el mundo tiene algo que compartir y aquí
la relación es entre iguales.
Y de ese modo, buscando cómo llenábamos la despensa empezamos a
buscar alternativas. La despensa la llenaríamos de cuatro fuentes:
cooperativas y pequeñas tiendas que colaboran, un huerto grande en
terrenos municipales para abastecer a los barrios de hortalizas, mesas
de recogida en los supermercados y, por último, los Bancos de Alimentos.
Y ahí, en el Banco de Alimentos de Badajoz ha empezado una lucha que
nos parece pionera en el Estado y de cuya trascendencia tampoco nosotros
éramos del todo conscientes. Legalizamos los Campamentos como
asociación y reclamamos, en igualdad de condiciones, el acceso al
reparto del Banco de Alimentos, atendiendo a que la parte del león de
estos almacenes procede del FEGA, es decir está financiado con fondos
públicos europeos. En el mes de octubre empezamos con 45 familias. En
noviembre ya eran 200. Ahora mismo estamos ya por encima de las 300
familias.
Teníamos claro que la distribución debía ser al mismo tiempo un
elemento de denuncia y generación de conciencia, y por eso hicimos el
primer reparto ante la oficina de empleo y el segundo ante el Parlamento
de Extremadura, con el lema “Que la vergüenza la sientan ellos”. A los
dos días, el Banco de Alimentos nos niega el acceso a cualquier nuevo
reparto, porque dice que hacemos un “uso político” de los alimentos. Nos
lo dicen ellos, que son tanto la Presidenta de Badajoz, Doña Carmen de
Aguirre, como el Presidente de la Fundación Estatal del Banco de
Alimentos, Don José Antonio Bustos, supernumerarios del Opus Dei. Y en
esas estamos, literalmente, en la lucha por el pan.
En el despliegue de la lucha de los Campamentos Dignidad, nos vamos
encontrando con los mecanismos capilares que organizan la política
social del poder, su hegemonía. Porque no podemos seguir hablando de
hegemonía en abstracto, como si tratara de un prurito de cultura
política. Hay que escrutar con detalle las casamatas de la servidumbre y
la impotencia, la articulación del entramado que trabaja para la
contención del conflicto, para la división de las clases populares.
Pero al tiempo que crecemos dentro de nuestra clase y de Extremadura,
estamos intentando ayudar a la extensión de la lucha. Ahora mismo hay
dos iniciativas en las que estamos implicados a fondo, junto con otros
muchos colectivos: la ILP estatal por la Renta Básica y las Marchas de
la Dignidad que confluirán en Madrid el día 22 de marzo. El SAT, el
Frente Civico, la PAH o las asambleas de parad@s de territorios muy
diversos son algunos de nuestros acompañantes en estos dos envites. “En
la lucha social también los grandes ríos nacen de los pequeños ojos de
agua”, escribió Roque Dalton.
¿Quieres añadir algo más admirado y muy querido Manuel?
Aprovecho para hacer un llamamiento a todas las compañeras y
compañeros de todos los rincones del Estado Español a que se impliquen
tanto en la movilización de la ILP estatal por la Renta Básica como en
las Marchas de la Dignidad del 22M. Mucho ánimo a tod@s. Vamos a hacer
que caigan los gobiernos y las políticas canallas de la Troika.
Muchas gracias a ti y a toda la gente de Rebelión.
Salvador López Arnal es nieto del cenetista aragonés, asesinado en
Barcelona en mayo de 1939 –delito: “rebelión militar”-, José Arnal
Cerezuela.
1 comentario:
Es curioso como todos sabemos de la violencia impuesta en las sociedades por medio de los numerosos mecanismos establecidos pero insistamos tanto en teorizar sobre cual es el mejor método para llevar a efecto un cambio pragmatico real, inmiscuidos en saber cual es la mejor formula que garantice la justicia, la libertad o el progreso del computo total poblacional, mientras evadimos el planteamiento de la violencia misma.
El ser humano hablando de la violencia, analizandola, pero intentando, a su vez, huir de la misma pues, entre otras cosas, se sabe conocedor de sus terribles consecuencias.
Nada de lo que está escrito en este texto expone CÓMO enfrentar esa violencia de forma efectiva sin violencia.
Si bien es cierto que resulta fundamental describir la realidad adecuadamente, comprendiendola para poder cambiarla, nada se dice sobre como lidiar con la violencia sin caer en los errores del pasado, incluyendo aquellos no descritos en los libros de historia convencionales.
Educamos a nuestros hijos mintiendoles, para que ellos, en su futura vida mantengan el propio sistema del que, teoricamente, nos queremos desprender por repugnancia y por el terror que sus procesos normalizan.
Empezar a entender al ser humano más alla de sus teorias economico-(-cistas) materialistas es el primer paso de una larga odisea.
Lo dejo escrito por si alguien osa leerlo.
Solo observando y valorando lo aneconómico se obtendra lo económico.
Y solo se obtendra lo económico cuando lo aneconómico posea mayor valor que lo primero.
Salir de esa paradoja inventada es el primer paso racional (hay otros) para poder progresar en colectivo.
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