Hugo Martínez Abarca *
El
16 de septiembre de 1994 me afilié a Izquierda Unida. Era un regalo de
cumpleaños que me hice a mí mismo el día que cumplí la mayoría de edad:
me fui a la sede de IU en Madrid, que estaba en Tirso de Molina. Me
afiliaba a la Izquierda Unida de mediados de los 90, que era la que
conocía, la representada por Julio Anguita pero que iba
mucho más allá del propio Anguita. Era una Izquierda Unida que se
definía en una metáfora que expresaba la confrontación con la política
de orden que representaba el bipartidismo: el discurso de las dos orillas. Suponía la asunción de que el eje de confrontación política no estaba entre quienes se proclamaran de izquierdas y de centro (en aquel momento el PP de Aznar estaba haciendo su viaje al centro, qué
cosas) sino entre quienes estaban al servicio de los poderes (desde
Maastricht a la corona, pasando por los poderes financieros y
mediáticos) y quienes luchaban por la democracia, los derechos humanos y
en consecuencia por la emancipación popular.
Esa metáfora de las dos orillas hoy se expresa con otras palabras
aunque su contenido sea el mismo: es lo que hoy sitúa la confrontación
entre las fuerzas del Régimen y las fuerzas de cambio. De esa visión
política es hija una expresión que sí sigue vigente: programa, programa, programa,
la expresión de que lo crucial no es dónde diga que se ubica cada cual o
qué ideología se diga tener sino qué política se haga. Todo ello se
hacía desde una renuncia a la cultura política cortesana de palco y
asador frente a la supuesta responsabilidad, madurez, etc. de quienes
agigantaban las diferencias cosméticas para diluir las sustantivas.
Durante estos 20 años he pasado por altibajos de militancia. En 1997
decidí dejar de participar porque no entendía muchas cosas. En 2004,
tras el batacazo electoral decidí volver y probar en la asamblea de mi
barrio. Allí encontré compañeros del alma con quienes no cuesta entender
las cosas porque luchamos por lo mismo. Tuvieron el valor de ponerme
como coordinador hace unos años con la evidente intención de probar la
robustez de la asamblea, capaz de resistir incluso el mandato de un
coordinador como yo.
Ayer presenté mi dimisión como coordinador de IU-Chamberí. También participé en una rueda de prensa
en la que un nutrido grupo de compañeros anunciamos que damos un paso
en la lucha por desalojar de los gobiernos municipales y autonómico a
los ladrones que han convertido Madrid en un nido de corrupción,
caciquismo y tramas con cultura más propia de la mafia que de una
democracia, que han saqueado Madrid para ponerla al servicio de
constructores y grandes empresarios mientras se ataca la educación, la
sanidad… la democracia. Y que hemos constatado que eso, por desgracia,
no lo podemos hacer como militantes de IU-CM.
IU-CM es muchísimo más que el núcleo que la tiene secuestrada. Es,
sobre todo, las más de 9.000 personas que participaron en sus primarias.
No son quienes boicotearon, violaron el reglamento, introdujeron la
sospecha sobre los votantes, quienes conspiraron con la derecha para
cargarse a la ganadora de las primarias, quienes echaron el cerrojazo a
las responsabilidades políticas por el caso más grave con el que se haya
contaminado nunca el nombre de Izquierda Unida, quienes se inventan
cada semana una nueva condición para evitar una unidad popular de la que
siempre han renegado realmente.
En los últimos meses he hablado con muchísima gente de toda IU, de
todo el país, nos han llamado a muchos para saber qué pensábamos, qué
decisiones habíamos tomado. Sabe todo el mundo que hemos aguantado lo
inaguantable, que hemos contenido desde hace meses una fuga de
militantes y cuadros hartos de que un grupito pusiese su esfuerzo, su
ilusión y su trabajo militante al servicio de lo contrario de lo que
defendían. Nadie me dejará honestamente por desleal ni negará que he
explicado lo crítico de la situación y las posibilidades que tenía la
dirección federal para impedir lo que ha pasado. Allá por el 11 de octubre reclamaba en un artículo (con
la mayor prudencia de la que fui capaz) que quienes quisieran salvar la
organización fueran un poco generosos con IU y dieran un paso atrás
para ejemplificar sin trauma que había una nueva IU-CM distinta, que
esta IU-CM no tenía nada que ver con aquella que defendía a Moral Santín,
que amenazaba con expedientes y querellas a quienes denunciaran sus
prácticas, que dejaba con el culo al aire a Izquierda Unida al explicar que “nuestro compañero José Antonio Moral Santín” se iba porque le daba la gana,
que IU no le había echado, que compartía el discurso de quien participó
activamente en el mayor saqueo que ha sufrido este país. Aún no
sabíamos que la connivencia con la cultura mafiosa había llegado al
punto de presentar IU-CM una querella contra miembros del PP redactada
por miembros del PP y pagada con una tarjeta black. No hubo tal
generosidad ni cuando por amplísima mayoría Izquierda Unida Federal lo
exigió, hubo trinchera y guerra (con aliados) contra los ganadores de
las primarias, contra las federaciones que defendieran la dignidad de IU
y contra Alberto Garzón por su altura como dirigente decente.
En octubre pedía unos pocos pasos atrás para apagar el incendio. Hace unas semanas, también públicamente y también con la máxima prudencia de la que fui capaz, expliqué que “toca
resolver el incendio y que las llamas de unos irresponsables no se
lleven por delante todo el edificio para dejar el solar al poder. Toca
optar. No aparece en el horizonte otra opción que intervenir con
contundencia IU-CM para que responda a los principios de Izquierda Unida
y a la mayoría real de la militancia de IU-CM, para que no sea una
organización de quienes abrazan a imputados por el mayor saqueo de
nuestros tiempos, para que sea la organización de la gente honesta que
quiere cambiar Madrid y que contribuirá con ello al cambio en el país.” Desgraciadamente el viernes pasado el coordinador federal de Izquierda Unida, Cayo Lara,
optó y la presidencia aprobó su opción. Esa opción ni siquiera remitía a
lo que hubiera sido necesario en octubre, sino que prorrogaba el
letargo, las declaraciones sin consecuencias prácticas y evidenciaba que
no existía voluntad alguna de remangarse a tomar las decisiones
imprescindibles e inaplazables. Enrique Santiago
presentó propuestas para salvar la situación que se rechazaron: algún
día se examinará qué habría pasado si en vez de aprobar y meter en el
cajón aportaciones cruciales de Enrique Santiago en estos años se
hubieran atendido: ay, si hubiéramos refundado la izquierda, ay, si nos
hubiéramos creído la apuesta constituyente en vez de hacer caricaturas
de brocha gorda. Ay, si el viernes hubieran salido adelante las
propuestas de Enrique Santiago sobre la crisis en IU-CM.
Cuando murió Vázquez Montalbán, Javier Ortiz contó una frase suya
que he recordado mucho estos días de duelo al constatar que no cabe
otra que dar el paso. Le decía Vázquez Montalbán al joven Javier Ortiz “Vosotros,
en los años sesenta, decíais que yo era un maldito socialdemócrata,
reformista, revisionista y no sé cuantas cosas más. Y probablemente
teníais razón. Lo era y lo sigo siendo. Pero el escenario político se ha
desplazado de tal manera hacia la derecha que ahora, manteniéndome en
las mismas posiciones, todo el mundo me toma por un peligroso
izquierdista radical».”
Tengo una sensación muy parecida: no me he movido, estoy donde estaba
cuando me afilié aquel día en que me hice mayor de edad. Me quedo donde
estaba: tomando como eje de conflicto el compadreo o el enfrentamiento
con los poderes reales y buscando aglutinar a quienes queremos
confrontar con ellos, quienes buscamos la ruptura democrática para un
proceso constituyente. Escribía hace unas semanas un artículo
en el que decía que 2015 sería el desenlace del conflicto entre las dos
almas que han convivido en la izquierda durante décadas: esa alma de
orden, cómoda en el traje de la Transición y esa alma rupturista que
ejemplifica Anguita. Decía en aquel artículo que esas dos almas podían
convivir con más o menos conflictos en tiempos ordinarios, pero en el
momento histórico en el que nos jugamos efectivamente si hay una ruptura
democrática o una restauración cortesana ese conflicto es muy difícil
de gestionar. Yo estoy donde siempre, el país no. Y la realidad se
analiza en lo concreto. La trinchera se ha desplazado. Ese es el asunto.
Como me quedo, me tengo que mover. Entiendo que es imposible empujar
hacia el cambio político encallado en miserias que sólo sirven de lastre
para el cambio. Eso no quiere decir que Izquierda Unida no sea un
activo fundamental del cambio que viene, todo lo contrario. Creo
firmemente que el cambio será mucho peor sin una izquierda fuerte,
organizada y con representación institucional. Por eso también creo que
el paso que hemos dado en Madrid lejos de debilitar a la izquierda la
refuerza porque estoy seguro de que en Madrid será muy positivo dejar de
mirarnos las miserias y empezar a trabajar sólo por un objetivo. La
búsqueda de la unidad popular para recuperar Madrid, un montón de
ayuntamientos y la presidencia de la Comunidad nos pondrá en disposición
de ser un referente potente de ese anclaje nítido del cambio para las
mayorías sociales, para el pueblo trabajador, para la emancipación
popular: eso es la izquierda y no un concurso de golpes en el pecho.
Esta mañana pediré mi baja como afiliado en Izquierda Unida de la
Comunidad de Madrid. Es un paso duro en lo personal, pero creo que
políticamente no reviste el dramatismo que aparenta. Vamos a un ciclo
electoral muy intenso. Necesariamente durante este ciclo o al terminar
el mismo tendremos que revisarnos todos, encontrarnos quienes buscamos
la ruptura democrática y reconfigurar el mapa político. Es lo que IU
lleva teorizando desde 2008 bajo la apuesta de la refundación y el
proceso constituyente pero que se boicoteó por un conservadurismo
suicida disfrazado de entusiasmo por el crecimiento electoral vivido
hasta el año pasado. Como no se hizo la refundación por las buenas
cuando decidimos colectivamente que era imprescindible, la haremos en
circunstancias mucho más difíciles ahora que será inevitable. Lo que
está pasando y seguirá pasando en Madrid es probablemente el primer paso
en esa reconfiguración, no es más dramático que eso. Por eso tengo
claro que el cambio en mi relación con IU no es un cambio en mi relación
política con quienes serán protagonistas del cambio en el país. Alberto
Garzón (un dirigente y candidato descomunal cuyo único problema es no
haber llegado antes), Yolanda Díaz, Ignacio Blanco, Antonio Maíllo…
por poner sólo ejemplos de candidatos de IU, serán protagonistas del
cambio en el país del mismo modo que en Madrid y sus municipios lo serán
candidatos que se quedan en IU como Mauricio Valiente, Pedro del Cura, Ángel Moreno…
y muchísimas otras personas de Madrid y de toda España que me dejo.
Seguirán siendo mis compañeros y mis referentes políticos aunque
circunstancialmente estemos en espacios que no coinciden. Igual que
llevo tiempo considerando compañeros a quienes desde otros espacios
están luchando por la ruptura democrática y recuperar el país para su
pueblo, para sus pueblos.
Como me quedo donde siempre, me tengo que mover. Nos vemos buscando
la unidad popular para cambiar el país, para cambiar nuestras ciudades,
para cambiar nuestros territorios. Eso es lo que más temen, lo han
evidenciado en Madrid. Querían que nos rindiéramos y en vez de eso damos
un paso hacia adelante. Vamos a ganar Madrid, vamos a ganarlo todo. Nos
vemos, compañeros.
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