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Los inicios de lo que después sería el ISIS
Los
antecedentes que dieron lugar al ISIS surgen en el contexto de la
ocupación de Irak. Tras la toma del país por las tropas británicas y
estadounidenses (y españolas hasta 2004), se formaron diversos grupos
armados para luchar contra los invasores.
Entre ellos aparece la
autodenominada organización de la base yihadista en Mesopotamia
(procedente de Jamaa al Tawhid wal-Jihad, nacida en 1999), conocida en
la prensa como Al Qaeda en Irak. Posteriormente se uniría a otros grupos
bajo el nombre primero de Consejo de Muyaidines y después, en 2006,
Estado Islámico de Irak.
El contexto en Irak
Miles de
iraquíes fueron detenidos en cárceles secretas estadounidenses, donde
recibieron torturas diarias. Algunos arrestados desaparecían para
siempre. Otros reaparecían años después devastados por las torturas, y
con una sobrevenida, inquebrantable y extremista fe religiosa.
Tras
la ocupación EEUU desarticuló inmediatamente las Fuerzas Armadas
iraquíes, criminalizó el partido Baaz e integró a milicias sectarias en
las nuevas fuerzas de seguridad iraquíes para luchar contra la
resistencia. Fomentó las divisiones y entrenó a integrantes de milicias
policiales que sembraron el terror.
Fue lo que se llamó los
escuadrones de la muerte, comandos que arrestaron a miles de jóvenes
suníes, muchos de los cuales aparecían semanas después muertos en las
calles de ciudades como Bagdad, con orificios de bala en la cabeza, pies
o pulmones, con huesos rotos, cráneos aplastados, piel quemada o
arrancada, signos de descargas eléctricas u ojos fuera de sus órbitas.
Cientos
de miles de familias huyeron del país. En tan solo unos meses más de
cinco millones de iraquíes se convirtieron en refugiados. Dos millones y
medio de ellos se instalaron en Siria.
En poco tiempo Irak, que
había sido un país donde muchos chiíes y suníes convivían juntos, donde
un elevado porcentaje de los matrimonios eran mixtos, donde no había
grandes tensiones sectarias, se convirtió en un infierno. Muchos
antiguos integrantes de las Fuerzas Armadas desmanteladas compartieron
celda con miembros de grupos religiosos que iban radicalizándose a
medida que aumentaba la violencia y la represión.
El grupo de la cárcel de Camp Bucca
Abu
Baker Al Bagdadi, que se convertiría en 2010 en el líder del Estado
Islámico de Irak, fue arrestado por los estadounidenses en 2004 en la
ciudad de Faluya, duramente golpeada por las fuerzas de ocupación, que
bombardearon viviendas, mercados, escuelas, hospitales y emplearon
fósforo blanco, un armamento letal que abrasa la piel de sus víctimas.
El dolor provocado en aquella ciudad es recordado hasta día de hoy por
sus habitantes.
Al Bagdadi fue enviado a la cárcel de Camp Bucca,
donde las torturas estaban a la orden del día. Algunos se empaparon allí
de las doctrinas más extremistas y desvirtuadas del Islam, como el
wahabismo. De aquella prisión saldrían muchos hombres listos para
integrar las filas del Estado Islámico (ISIS o Daesh).
Las revueltas en Irak
En
2010, en un Irak totalmente roto, irrumpió un movimiento pacífico de
protesta contra el gobierno central, que tomó fuerza tras el estallido
de las revueltas en Túnez o Egipto en 2011.
Entrevisté
por aquél entonces a uno de los organizadores de aquellas
manifestaciones iraquíes, Udai Al Zaidi, hermano del famoso periodista
que arrojó un zapato a George Bush y fue encarcelado por ello. Al Zaidi,
chií, se manifestaba en Irak con miles de suníes y chiíes más, contra
un gobierno al que tachaban de corrupto y sectario.
El gobierno de
Al Maliki, aferrado al poder, reprimió aquellas multitudinarias
protestas empleando balas contra los manifestantes, y apoyado por el
Ejército estadounidense. Murieron cientos de personas y miles fueron
encarceladas.
Manifestantes iraquíes en 2011 tratando de derribar un
muro de la Zona Verde controlada por EEUU. En la misma época en Siria
estallaban las revueltas
El 'Estado Islámico' en Siria
El 'Estado Islámico' en Siria
La
represión gubernamental iraquí contra todo tipo de queja o protesta
aumentó y llevó al extremismo a algunos sectores de la oposición.
Lo
mismo ocurrió en Siria, donde las revueltas habían estallado en marzo
de 2011. El 'Estado Islámico' de Irak envió una delegación a Siria en
agosto de 2011, cuando la guerra civil siria ya estaba en marcha, tras
el aplastamiento de las revueltas por Bashar al Assad.
El líder
del 'Estado Islámico' de Irak, el clérigo Al Bagdadi, formateado tras su
paso por la cárcel de Camp Bucca y la guerra, anunció en 2013 la
creación del 'Estado Islámico' de Irak y Levante (Siria).
El auge del ISIS
En
2014 el 'Estado Islámico' se hizo fuerte en Siria e Irak. Miles de
hombres del ISIS, armados y protegidos con humvees y tanques, tomaron
varias ciudades iraquíes sin apenas resistencia.
Contacté entonces
con algunos antiguos efectivos de las fuerzas armadas iraquíes
desmanteladas por EEUU y de varios grupos de la resistencia iraquí. En
un momento en el que ellos mismos habían ganado posiciones en territorio
iraquí, se hacían la siguiente pregunta:
¿Interrumpimos nuestra
lucha contra nuestro enemigo, el gobierno de Al Maliki [apoyado por
EEUU], para luchar contra el Estado Islámico, superior en número y
fuerza a nosotros, o nos unimos al Daesh, a pesar de nuestras
diferencias, para evitar ser derrotados?
La respuesta elegida por muchos fue la segunda. Prefirieron ser cómplices que enemigos.
Quién
les iba a decir a algunos oficiales de las fuerzas del laico Baaz
iraquí en 2003 que años después combatirían mano a mano con yihadistas
extremos que proclamaban un Califato y dictaban las normas más violentas
y medievales en nombre de un distorsionado e instrumentalizado Islam.
Abu Baker Al Bagdadi se convirtió en líder del Daesh (ISIS) en 2010. Iraquí arrestado en Faluya e internado en Camp Buca
La toma de más territorio
La toma de más territorio
Grupos
suníes de diversa procedencia, solo unidos por un enemigo común,
terminaron integrando las filas del Daesh. Tomaron varias ciudades
iraquíes y llegaron muy cerca de Bagdad. Apenas encontraron resistencia
por parte del ejército iraquí, marcado por la corrupción:
“Los
militares se fueron corriendo, no había aviones, no había nada que los
parara. Para ser sincero, los únicos que hicieron algo para detener [al
Daesh] fueron los militares iraníes y las milicias chiíes”, confesaba
recientemente el exministro de Defensa iraquí Ali Allawi en un documental de Al Jazeera.
Desvincular
Irak como contexto y desarrollo del Daesh sería hacer un análisis cojo
de su evolución. En 2014, tras la toma de un amplio territorio en Irak,
el Daesh proclamó el Califato del Estado Islámico de Irak y Siria,
controlando un espacio similar al de Jordania. A sus filas se unieron
chechenos, musulmanes procedentes de los Balcanes, del norte de África y
de Asia.
En agosto de 2014 llegó la respuesta internacional.
Obama prometió acabar con el Daesh, y una alianza militar integrada por
EEUU, Arabia Saudí, Emiratos o Jordania empezó a bombardear focos
supuestamente controlados por el grupo terrorista.
La vista gorda y la financiación
El
Daesh ha sido visto por algunos actores regionales -Israel, Turquía,
Arabia Saudí, etc- como un arma potencial contra Irán. Ha mantenido
débil al régimen chií de Irak y ha tenido ocupados a grupos enemigos de
Israel, como Hezbolá, que lucha en Siria contra diversos grupos de la
oposición, entre ellos el Daesh.
Turquía ha hecho la vista gorda
ante el Daesh. El primer ministro Erdogan ha querido ver en movimientos
islamistas radicales una forma de detener tanto la influencia chií en la
zona como a los kurdos. Ha permitido el paso de yihadistas por su
frontera, ha bombardeado a las YPG kurdas -unidades de protección
popular- cuando se suponía que esos ataques tenían que dirigirse al
Daesh, y ha permitido el flujo de camiones que cruzan la frontera
cargados de petróleo procedente de los campos sirios controlados por el
ISIS.
De ese modo cree evitar la posibilidad de una soberanía de
los kurdos -que están luchando contra el Daesh- junto a su territorio.
La
compra de petróleo en el mercado negro turco ha sido uno de los modos
más eficaces de financiación para el Daesh, junto con el cobro de
grandes sumas de dinero por el rescate de algunos secuestrados.
También
recibe apoyo económico de individuos saudíes ante los que el régimen de
Riad hace la vista gorda. Esas personas entregan dinero al Daesh y
hacen lobby por él, presionando para que otros lo apoyen.
La guerra contra el terror
Los
aliados de EEUU en Siria en la coalición que bombardea el país han sido
entre otros la monarquía absolutista de Arabia Saudí, que sigue
consintiendo el apoyo al Daesh desde su país.
Washington y los
saudíes también operan juntos, con Emiratos, en la coalición que
bombardea Yemen, donde están creando más caldo de cultivo para el
terrorismo con ataques como el que el pasado septiembre mató a 131
personas e hirió a cientos más.
Las matanzas como la de París son
habituales en Oriente Próximo y Medio, ya sea por ejércitos o por grupos
terroristas. La llamada guerra contra el terror, la estrategia de las
bombas y las intervenciones, se ha mostrado ineficaz: lejos de menguar,
el terrorismo y la violencia crecen.
François Hollande decía el
sábado que la masacre de París es un acto de guerra. En realidad
Occidente participa en una contienda desde que se involucró en
Afganistán armando a los muyaidines que devinieron en los talibanes.
Luego llegarían Irak, Libia, Siria, Yemen… Pero al ser guerras que se
libran lejos de nuestras fronteras, solo nos acordamos de ellas cuando
algún macabro eco llega a nuestros territorios.
El paso al frente de Francia
Dijo
Hollande que la masacre de París es un acto de guerra, pero lo cierto
es que Francia lleva participando en guerras desde hace tiempo.
En
los últimos años nuestro país vecino ha querido situarse en primera
fila de la geopolítica, en busca de una mayor influencia internacional.
Para ello abanderó la defensa de la intervención militar en Libia, de la
mano del filósofo Bernard-Henri Levy, quien ayer mismo pedía, en una
huida hacia adelante, más tropas en el terreno sirio y más guerra.
Con
la excusa de liberar una ciudad de las garras del ejército de Gadafi,
una coalición militar liderada por Francia y Reino Unido -con compañeros
de dudosa reputación- armó en 2011 a grupos yihadistas y a individuos
que antes habían participado en la guerra contra EEUU en Afganistán.
Aquella
operación prosiguió durante meses y no paró hasta que Francia y EEUU
asesinaron extrajudicialmente a Gadafi. Fue llamativo que ambos países
se disputaran, cual botín, la autoría de un asesinato que violaba la ley
internacional.
“Llegamos, vimos, murió”
Libia quedó
fragmentada y dividida en milicias armadas por Occidente, algunas de
ellas extremistas. No importó. Hillary Clinton no pudo evitar aquello
de “llegamos, vimos y murió”, comentando el asesinato de Gadafi. El
salvaje oeste volvía a ser reivindicado. ¿Para qué hay cárceles y
tribunales cuando se puede ejecutar a alguien sin más?
Libia se convirtió en arsenal de yihadistas armados que participarían en el horror actual que vive tanto ese país como Siria.
Francia también impulsó una intervención militar en Malí en 2013, enviando tropas galas al terreno.
Los papeles en Siria
Desde
2011 varios servicios secretos occidentales, así como unidades
especiales de EEUU, estuvieron presentes en Siria, estudiando a qué
grupos de la oposición apoyar y armar.
Ya en 2012 escribí en el
libro “Yo muero hoy. Las revueltas en el mundo árabe” cómo Francia o
Reino Unido, así como Arabia Saudí, Emiratos o Qatar, estaban ofreciendo
apoyo logístico, militar o de inteligencia a diversos grupos
“rebeldes”, algunos de ellos yihadistas.
La apuesta de Obama fue
la estrategia del desgaste: dejar que los bandos implicados se
debilitaran entre ellos, apoyando a determinados grupos de la oposición
pero sin facilitar armamento pesado y evitando un desenlace.
En
2014 comenzó una campaña de bombardeos aéreos por EEUU y aliados del
Golfo y en septiembre de este año se unió Francia. No es la primera vez
por tanto que aviones franceses atacaban posiciones del Daesh.
Irán
y Rusia estuvieron presentes respaldando al régimen de Bashar al Assad,
que no dudó en golpear duro en sus bombardeos sobre zonas urbanas en un
intento por acabar con la oposición, a costa de muerte y destrucción,
lo que contribuyó al aumento del extremismo.
El Daesh en Siria
Con
la llegada a Siria de una delegación del “Estado Islámico” de Irak en
agosto de 2011 se puso en marcha el “Estado Islámico” de Irak y Siria,
que se asentó en varias áreas suníes del país, algunas de ellas cercanas
a la frontera de Turquía, donde han operado los servicios secretos
turcos, que han hecho la vista gorda ante las idas y venidas de los
yihadistas. Como apuntaba en la primera parte de este artículo, varios
actores regionales se han beneficiado de la existencia del ISIS.
En
2013, tras la toma de algunas ciudades importantes de Irak, el ISIS se
hizo fuerte y popular entre algunos sectores de jóvenes musulmanes
marcados por la guerra o por la desafección. A ello ha contribuido su
sofisticada campaña propagandística a través de Internet.
Sykes-Picot
El
ISIS ha proclamado en un vídeo que Sykes-Picot se ha acabado, y muchos
en la región opinan que estamos ante un segundo Sykes-Picot.
El
acuerdo de Sykes-Picot, llamado así por el apellido de sus dos
valedores, fue suscrito de forma secreta en 1916, en la I Guerra
Mundial, entre Francia y Reino Unido. A través de él ambas potencias se
repartían el control de Oriente Medio en caso de una victoria militar:
Francia ejercería su influencia sobre los actuales Siria y Líbano, y
Reino Unido sobre Transjordania (la actual Jordania y Cisjordania),
Palestina e Irak.
Así lo acordaron y así se hizo, a pesar de que
sus promesas a la población local habían sido otras. La independencia
ansiada por los árabes cayó en saco roto. Sykes-Picot convirtió antiguas
provincias del Imperio otomano en países, dibujó fronteras a su antojo y
repartió un suculento pastel entre París y Londres.
El papel de Francia en la zona
Desde
1920 y hasta la década de los 40 Francia ejerció su control sobre la
Gran Siria, que comprendía lo que hoy conocemos como Líbano y Siria. En
Líbano se impuso un sistema de reparto de poder en función de la
confesión religiosa fomentado por París, interesado en beneficiar a los
cristianos.
Ese sistema estableció la presencia en el Parlamento
de seis cristianos por cada cinco musulmanes, a pesar de que estos eran
mayoría en el país. Aquello estableció una división de facto entre las
diferentes religiones.
En Siria Francia también ejerció su mandato
imponiendo sus intereses, violando la independencia que el rey Faisal I
había declarado en 1920 y declarando Siria como su “colonia”.
El
oficial francés Goraud comandó sus tropas hasta Damasco, ocupó la ciudad
y aplastó una revuelta popular contra el mandato de París, en la
batalla de Maysalum. Tras ello, Goraud se dirigió a la tumba de
Saladino, la pateó y, según se le atribuye hasta hoy, dijo:
“Despierta, Saladino. Hemos regresado. Mi presencia aquí consagra la victoria de la Cruz sobre la Media Luna”.
A
pesar de la represión francesa, en los siguientes años se sucedieron
varias revueltas en Siria y Líbano en contra de la dominación
extranjera. Es importante tener en cuenta cómo esta lleva siendo
percibida desde hace décadas.
Las injerencias
En 1948, en
territorio vecino a Siria, nacería el Estado de Israel, auspiciado por
la ONU, las potencias occidentales y la URSS y con la oposición de los
países árabes de la zona, que veían peligrar sus propios territorios.
Cuatro
años antes, cuando dos rabinos habían ido a la Casa Blanca pidiendo un
Estado judío en Palestina al presidente Roosvelt, este dijo: “Pensando
en ello, dos hombres, dos hombres sagrados, vienen aquí a pedirme que
permita que millones de personas sean asesinadas en una yihad”.
También
entonces Hannah Arendt explicó su oposición al sionismo alegando que
las políticas judías en Palestina dependerían de la protección de las
grandes potencias. Y así ha sido. Occidente ha seguido desde entonces
tomando partido por la ocupación israelí, que sigue en Cisjordania,
Jerusalén Este, Gaza y los Altos del Golán de Siria.
La
permisividad de Occidente con semejantes políticas, en comparación con
sus castigos a los árabes, tiene sin duda consecuencias que habría que
valorar.
La era colonial en Oriente Próximo y las injerencias
-como el golpe de Estado de la CIA y Reino Unido contra el gobierno
democrático iraní de Mossadeq- desembocaron en la creación de
organizaciones árabes de resistencia armada o, en el caso iraní, en la
revolución islámica del 79.
En los años setenta los movimientos
árabes seculares dominaban la escena, pero empezaron a crecer algunos
grupos religiosos islámicos, impulsados y apoyados por regímenes
conservadores que querían menguar la influencia de ese nacionalismo
árabe laico predominante hasta entonces.
El punto de inflexión
Y
llegamos de nuevo al punto de inflexión: la guerra de Afganistán y los
integristas islámicos que recibieron armas y financiación de EEUU o
Arabia Saudí para combatir a la URSS en suelo afgano.
Al mismo
tiempo Israel invadía Líbano, lo que provocó la creación de Hezbolá, que
en 1983 perpetró un enorme atentado suicida contra el cuartel de los
marines estadounidenses en Beirut y contra un puesto de mando francés.
A
la vez en Palestina estallaba la primera Intifada y, al calor de la
represión israelí, surgió la oganización de resistencia armada palestina
Hamás. También nacían la Yihad Islámica y grupos extremistas egipcios.
Pocos
años después en Argelia, excolonia francesa, se producía un golpe de
Estado para impedir que el Frente Islámico de Salvación, que había
ganado las elecciones en primera vuelta, pudiera gobernar. De ese modo
nació el GIA, Grupo Islámico Armado, que protagonizó uno de los primeros
atentados yihadistas registrados en Francia.
Todo aquello supuso
la consolidación del islamismo y el extremismo en los grupos armados que
luchaban o por la independencia, o contra la ocupación, o simplemente
ya por la yihad. El remate final lo pusieron la invasión de Afganistán
en 2011, la ocupación de Irak en 2003 y el infierno que provocaron.
En
2006 nuevamente Occidente no quiso reconocer al ganador de unas
elecciones democráticas cuando Hamás arrasó en los territorios
palestinos. Posteriormente en 2013 en Egipto un golpe de Estado
respaldado por sectores occidentales derrocó al gobierno de los Hermanos
Musulmanes elegido en las urnas e instauró una fuerte represión, lo que
ha provocado que algunos jóvenes egipcios, radicalizados, hayan viajado
a Siria para unirse a la guerra.
Lo mismo ha ocurrido en Siria, donde la guerra y la represión solo han engendrado fanatismo y dolor.
Con cada intervención...
El
exgeneral estadounidense Wesley Clark dijo hace unos meses que “EEUU
usó el Islam radical para luchar contra los soviéticos en Afganistán.
Rogamos a los saudíes que pusieran dinero; y lo hicieron”.
También
este año un antiguo enviado especial de la ONU, Lakdar Brahimi, que
trabajó en Irak y Afganistán, atribuyó la emergencia del ISIS a la
invasión de Irak:
“No había justificación para la guerra de Irak y todos pagamos las consecuencias”.
Las guerras en las que Occidente lleva años involucrado no solo no han parado el terrorismo, sino que este ha aumentado.
Con
cada bomba sobre determinadas zonas de Siria, con cada discurso
desafiante, con cada retórica racista, el ISIS ganará nuevos adeptos no
solo en Oriente Próximo, sino también en barrios deprimidos de Europa
como en el que vivía uno de los terroristas de París.
Este escrito
es un simple repaso, poco completo porque este formato lo impide, pero
suficiente para mostrar que, a pesar de lo que algunos insinúan en
programas y tertulias, el extremismo violento que se ejerce en nombre
del Islam no procede de ningún ADN connatural a una religión o a una
etnia; que no surge por ciencia infusa de la nada; que todo tiene un
contexto político e histórico; que para buscar soluciones a los
problemas hay que analizar sus causas.
Fuente original (parte 1): Cómo surge el ISIS, cómo se financia, quiénes hacen la vista gorda
Fuente original (parte 2): El paso al frente de Francia, el crecimiento del ISIS, las injerencias
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