Antonio Pintor Álvarez.
Médico.
Miembro de Córdoba Laica y Colectivo Prometeo.
Un año más el “aconfesional”
Reino de España se encuentra inmerso en el evento lúdico-religioso de la Semana
Santa. Es a toda luz evidente que se trata de un fenómeno de masas dada la gran
afluencia de personas que se concentran
para presenciar los desfiles procesionales. No creo equivocarme al afirmar que
la mayoría de los españoles, y especialmente los andaluces, les agrada y
disfrutan con esta festividad, aunque yo no forme parte de esa mayoría. Los
motivos que se alegan en su defensa son múltiples, yendo desde lo que podíamos
denominar su núcleo central o epicentro
que es la manifestación de un sentimiento religioso hasta el más profano de ser
una oportunidad para divertirse con las amistades, sobre todo los más jóvenes a
los que históricamente se les ha dado permiso durante estos días para estar en
la calle hasta altas horas de la madrugada, pasando por el más pragmático de
ser una ocasión para que los comercios aumenten sus ingresos dada la gran
afluencia de turistas o los que la califican de fenómeno cultural. Todas ellas,
a mi entender, razones licitas y respetables.
Sin embargo la Semana Santa,
a pesar de lo dicho anteriormente, suele estar inmersa en la polémica política
y social. ¿Por qué? A mi parecer la causa, al igual que todo lo relacionado con
la Iglesia Católica, tiene su origen en la ambigüedad de la Constitución
Española en este tema, ya que no establece un Estado Laico ni tampoco Confesional
y al que, en opinión de Puente Ojea, cabría considerar como “criptoconfesional”,
dadas las contradicciones que aparecen en la misma, como en el articulo 16.3 en
el que por un lado se dice que “Ninguna confesión tendrá carácter estatal” , estableciendo la
separación entre el Estado y las religiones, la legitimidad estrictamente
secular de las instituciones políticas y su neutralidad en asuntos religiosos, y
por otro lado se propugna establecer “… relaciones
de cooperación con la Iglesia Católica
y las demás confesiones”, lo que supone una evidente contradicción con los
enunciados anteriores.
A la ambigüedad constitucional se le añade la
resistencia de los estamentos religioso y político para cambiar los hábitos
adquiridos durante la dictadura, que siguen instalados en un anacronismo dando la impresión que pesan más
los cuarenta años del nacionalcatolicismo de la dictadura franquista (que no
olvidemos llegó a la jefatura del Estado, aparte de por una rebelión militar,
“Por la Gracia de Dios”), que los cuarenta años de democracia. De manera que aprovechando
la criptoconfesionalidad constitucional
todo sigue funcionando “como si” aún
estuviésemos en un Estado confesional en el que la Iglesia Católica, como
iglesia oficial del mismo, tuviera que mantener los privilegios que la
dictadura le otorgó por su inestimable colaboración para llegar y mantenerse en
el poder.
Esta situación explicaría la
presencia de manera relevante de las autoridades civiles en los actos
religiosos (católicos) en general y en los desfiles de la Semana Santa en
particular, convirtiendo en “normal” por ser habitual y frecuente lo que desde
una perspectiva razonable de un Estado que dice no tener ninguna religión
oficial es una “anormalidad manifiesta” a estas alturas de la historia, dándose
la paradoja que, cuando por convicciones laicas, éticas o por no profesar la
religión católica, los representantes civiles deciden no participar en eventos
religiosos se convierten en noticia por ser una anomalía. ¡El mundo al revés!
Aquí lo que debiera ser anómalo es habitual y lo coherente con las normas y los
tiempos es excepcional, tal como decía el eslogan de los años sesenta “Spain is
diferent!”.
Y así seguimos.
Ante esta situación, las
organizaciones y personas que defendemos un Estado Laico planteamos la
necesidad de un debate sereno que sea capaz de conjugar de manera razonable el
interés por mantener esta festividad con la adecuación de la misma a los
tiempos democráticos, para lo cual es necesario clarificar las relaciones
Estado-Iglesia que eviten situaciones de privilegio contrarias a las que deben
prevalecer en un país democrático y para ello se tendría que modificar el
artículo 16 de la Constitución Española evitando la ambigüedad que presenta en
la actualidad.
Por otra parte sería
conveniente aclarar el significado de los términos relacionados con el laicismo
que aunque sea una corriente de pensamiento integrador al proclamar la libertad
de conciencia para todas las personas, incluyendo tanto cualquier creencia
religiosa como la ausencia de la misma, su rechazo a cualquier tipo de
privilegio como elemento de justicia, ha sido asociado de manera confusa e
interesada con anticlericalismo, al poner en evidencia
los habituales privilegios de la Iglesia Católica, confundiendo el rechazo al
estatus privilegiado de esta organización por parte de las organizaciones
laicistas con el rechazo a la institución.
El
laicismo es el pensamiento y la actuación orientados a la
consecución y defensa:
- Del Estado Laico, consistente en un Estado aconfesional, separado e independiente de las religiones y exclusivamente civil.
- De la Laicidad de sus instituciones, como garantía del derecho fundamental a la libertad de conciencia de todas las personas y que para ello separa los ámbitos público y privado, siendo la separación Estado-iglesias una concreción de aquella otra.
- Y de la actuación consecuente de los Cargos Públicos en el ejercicio de sus funciones.
Con el fin de avanzar en
hacer realidad en nuestro país un Estado Laico, Europa Laica está trabajando
para que se cree una “Red de Municipios por un Estado Laico” en la que se
incorporen tanto las corporaciones que así lo aprueben como los grupos
municipales que lo decidan y cuyo objetivo es la defensa y fomento de la libertad
de conciencia de todas las personas y establecer la legitimidad secular de las
instituciones públicas, en el ámbito municipal, dado que según nuestra
Constitución el “Estado no tiene confesión alguna”, y los ayuntamientos son
parte fundamental del Estado.
En nuestra ciudad, Córdoba, de
los grupos presentes en el Ayuntamiento se han adherido a la red, Ganemos e
Izquierda Unida, estando pendientes de respuesta por parte del PSOE y
Ciudadanos, que defienden en sus programas la laicidad de las instituciones. El
PP ni está ni se le espera, al ser un partido manifiestamente confesional.
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