Jorge Alcázar
Colectivo Prometeo
De esclavos, mitos y palabras que hoy
carecen de sentido.
Desde hace ya bastantes años
estamos obligados a volver nuestros ojos hacia un mediano país de Sudamérica,
con apenas 32 millones de habitantes y que décadas atrás se encontraba bajo el
anonimato que sus vecinos, Brasil, Colombia y Argentina entre otros, con más
renombre y peso específico en la escena internacional, le propiciaban. Sin
embargo, de un tiempo a esta parte todo cambió. A estas alturas del escrito
seguro que habrán adivinado que hablo de Venezuela. Han bastado unas pocas
líneas y unas vagas coordenadas geográficas para saber a quién me refiero y
para que en nuestro cerebro se desencadenen sustantivos como Caracas, Maduro,
Chavismo y dictadura. Comienza así el relato de lo que se ha escrito, se
escribe y se está por escribir, de lo que pretende sustanciar la historia a
golpe de falacia. Para ello, medios de comunicación, políticas, políticos,
lobbies, instituciones internacionales, multinacionales y demás amos del “mundo libre”, desplegaron un arsenal
inagotable de recursos carentes de cualquier ética y decencia, de cualquier
apariencia y sustancia de honestidad, pero cuyo valor radical reside en que si
bien hoy un ciudadano medio español fuera interrogado por la capital de Suiza, por
el presidente de Portugal o por el sistema de gobierno imperante en Italia, las
respuestas no serían tan rápidas o certeras como las que en su mente acuden
vertiginosas al sonar la música venezolana traída al caso, que bien pudiera ser
catalana o de cualquier otro folklore,no necesariamente nacionalista, que se
tuviera que prestar para la ocasión.
De lo anterior se desprende que si
bien nuestro nivel de información sobre nuestros vecinos más cercanos no es tan
bueno como sobre un país situado a más de siete mil kilómetros y en otro
hemisferio, esto es debido a que el medio informativo aplicado para tratar los
asuntos de este ha sido, durante mucho tiempo, potente, muy potente. Y tan
potente es este medio que nos hemos quedado sordos y ciegos ante el volumen de
decibelios que se exhibe de un tiempo reciente a esta partey la luz cegadora
que nos vigila.
Habla Platón, en su alegoría de la
Caverna, de un grupo de hombres que vive encadenado en el interior de una
caverna, de tal forma que sólo pueden observar las sombras de los objetos que
quienes están fuera pasean al calor de una hoguera que se interpone entre unos
y otros, siendo tal su situación, que consideran como verdaderas aquellas
sombras que se deslizan por los piedra rugosa sin atinar a percibir la imagen más
profunda y completa de los objetos sombreados. Y pareciera que hoy somos
nosotros esos hombres y la caverna las sociedades en que vivimos.
Nuestro concepto de Democracia,
Libertad, Derechos o soberanía nacional viene tan mediado por ese ruido del que
arriba hablo, que apenas se ha convertido en un tosco continente en el que ya
cualquier contenido cabe, en una sombra escurridiza en la que apenas queda
reflejada cualquier atisbo de verdad, convirtiendo la razón primaria del
concepto en un eco tan diluido y lejano que ya ni suena.Son hoy los autodenominados
demócratas, los constitucionalistas camaleónicos garantes de la soberanía
nacional, quienes marcan la línea de lo que es o no es, de lo que tiene pureza
o es impuro, para hacernos saber que un autoproclamado Presidente de Venezuela
debe ser legitimado desde fuera como presidente in facto de un país cuya soberanía, sociedad, leyes y procesos
internos han estado en constante cuestionamiento por aquellos mismo que con
tanta laxitud miraron hacia otro lado en estas u otras latitudes.
Desde Europa, desde USA, desde
Brasil, desde Canadá, desde todos esos estados satélites que han traído al
mundo con sus políticas y acciones el mayor grado de desigualdad, injusticia y
conflictos bélicos conocidos, se fuerza el relatocreando una “verdad” paralela
que se permite amenazar incluso con invasiones armadas y despliegue de fuerzas
militares, por desgracia harto frecuentadas, pretendiendo así justificar lo injustificable.
¿Nos imaginamos una injerencia así, desde dentro y desde fuera, en países como
Arabia Saudí, Yemen, Marruecos o Ucrania, por poner algunos ejemplos?¿Acaso la
comunidad internacional ha sido tan escrupulosa a la hora de condenar la
vulneración sistemática de los DDHH, de las soberanías nacionales o de las
leyes internacionales en otras latitudes? ¿Son estos estados representantes de
la Democracia?
Por mucho que se pretenda disfrazar
la cuestión, es evidente que tras la autoproclamación de Guaidó y el posterior
apoyo occidental a éste y al movimiento opositor venezolano, existen intereses
económicos y estratégicos que nada tienen que ver con las necesidades de este
pueblo. Cabría preguntarse cuáles eran las condiciones de los venezolanos antes
de la llegada de Chávez, el porqué de la crisis económica aguda por la que pasa
el país; sería conveniente preguntarse por quiénes se esconden tras esta y qué
los mueve. Mas a este lado del mundo, a mi parecer, lo capital pasa ahora por
cuestionarnos qué forma de estado nos gobierna, qué intereses persigue, quiénes
lo hacen y a quiénes interesa, pues quizás encontremos las mismas respuestas en
uno y otro caso al volver hacia nosotros las mismas cuestiones que demandamos
allá.
¿Cómo es posible cuestionar la democracia
en Venezuela y no hacerlo en Colombia, donde paramilitares y gobierno han
sesgado durante décadas, con el inestimable apoyo de la CIA, cualquier
oposición de izquierdas? ¿Por qué señalar y perseguir como dictadura al
gobiernovenezolano y no hacerlo con países en los que la oposición jamás podría
autoproclamarse gobierno porque estarían descuartizados en cualquier edificio
gubernamental, o encerrados en cárceles, en el mejor de los casos? ¿A qué
hablar de calidad democrática allá, cuando asistimos en nuestros propios países
a la vulneración sistemática de la separación de poderes, a la injerencia
continua del poder económico y financiero en las instituciones, y a una
creciente avalancha de pérdida de libertades y derechos? ¿Cómo denunciar con
impudicia el desabastecimiento de un pueblo amigo cuando el hermano de aquí come
poco, mal y a destiempo? ¿Acaso podemos exhibir con orgullo, frente al enemigo
chavista, la pureza y limpieza de nuestros sistemas electorales, cuando hemos
visto con nuestros propios ojos cómo un presidente de los Estados Unidos llegó
a la Casa Blanca mediante fraude electoral en un Estado donde su hermano era
gobernador? ¿Podemos censurar la libertad de expresión en un país en el que la
gente se organiza y manifiesta contra el gobierno, cuando en el nuestro se
criminaliza y legisla para perseguir y condenar a quienes pretenden hacerlo? ¿Acaso
durante el franquismo existieron autoproclamaciones de presidentes o
manifestaciones a plena luz del día contra el régimen que sumió a España en la
más negra oscuridad durante cuarenta años? ¿Cómo explicar que los herederos de
estos, manchados de intolerancia, violencia y oportunismo, porten hoy las
banderas de la Democracia y la Justicia? ¿Es nuestra sociedad más libre acaso
que la venezolana con sus medios de comunicación y nuestros periodistas a
sueldo?¿Es posible blindar la soberanía nacional de Marruecos, Yemen, Qatar,
etc., y no hacer lo propio con la de Irak o Venezuela? ¿Cómo defender que el
pueblo español, francés, alemán o norteamericano es soberano cuando conocemos
la Troika, los corralitos, el Bréxit o el no al pago de la deuda griego, todo
ello adobado con la sinrazón de las “leyes
del mercado” impuestas por las oligarquías internacionales sometedoras de
pueblos, voluntades y necesidades mayúsculas? ¿Tiene sentido levantarnos contra
aquella corrupción mientras naufragamos entre corruptos consentidos? ¿Qué es Democracia
pues? ¿Cuándo se debe respetar la soberanía de un pueblo? ¿Hasta dónde debemos
practicar las verdades para que no se destiñan hasta la mentira? ¿Y qué leyes y
principios debemos respetar? ¿Quiénes nos los dictan e imponen?
A estas alturas del relato, es
manifiesto que vivimos bajo la mentira, la incongruencia y la hipocresía que nuestros
gobiernos e instituciones representativas fabrican, alimentando toda una suerte
de mitos que funcionan poderosamente a través del medio informativo que
canaliza y proyecta una visión de las cosas que nos rodean, sombreada y amorfa,
para construir un relato oscuro alternativo, una verdad que sólo es manifiesta
en el papel, en la televisión o en la radio, hasta que cobra certeza sucia de
validez a fuerza de repetirla en nuestras cada vez más huecas cabezas,
desamuebladas para la ocasión del mobiliario necesario y sustituido este por
los retales ocasionales. Retales que cobran el sonido de Venezuela y Cataluña,
de lo español y lo anti,del miedo y la represión, y que construyen la retahíla
de dicotomías lacerantes que simplifican y obvian verdades mucho más tangibles
y contundentes, porque están al alcance manifiesto de nuestros ojos, de
nuestras manos, de nuestros amigos y familiares, porque nos golpean de pleno,
porque nos lo dicen los sucesivos informes de IntermonOxfam, las largas filas
de desempleados o desahuciados, la precarización laboral que padecemos en
nuestras carnes, las inmensas brechas de todas las desigualdades varias que se
dan en nuestros barrios, porque vivimos como esclavos laborales, ignorantes
acérrimos, pobres perpetuados o juventudes sin futuro. Y al otro lado de la
verja, ¿quién está?
Si Venezuela es una dictadura,
Europa, España, Estados Unidos y demás sociedades también viven bajo el régimen
dictatorial que marcan los intereses de una oligarquía internacional que se
erige hoy como dirigente férreo;e incluso ese yugo es más pesado que en
aquellas latitudes. Una dictadura que por aniquilar ha aniquilado nuestra
obligación de ser críticos, de cuestionarnos y cuestionar la forma de gobierno
que nos dan; que nos ha hecho amorfos e ignorantes para no saber siquiera
interrogarnos sobre el contenido de palabras tan esenciales para nosotros, los
pobres del mundo, como Justicia, Derecho, Igualdad, Democracia o Libertad,
mientras nos exhibe como consumidores con derecho al voto desoído cada cuatro
años, a la justicia del doble rasero, a la libertad de comprar a plazos cuando
nos lo permiten, al privilegio de pensarnos libres esclavos de la moneda que en
la mano no se ve,a la jungla de un mercado laboral caníbal, a la paz que dan
las violencias silenciadas, o a una cultura, una información y una formación
que sacan a relucir nuestros más bajos instintos en nuestras celdas de gruesos
muros transparentes, y que nos moldea en atómicas piezas prescindibles de un
organigrama empresarial – industrial que gobierna y dirige el mundo.
Empecemos ya, ahora, sin pérdida de
tiempo,a mirar el cielo que señala el dedo que nos ha dejado ciegos, para
contemplar y concebir la inmensidad del universo que nos cubre y las
complejidades misteriosas y delicadas que en él se dan, pues estas son mucho
más ricas y verdaderas que las toscas sombras que nos proyectan. Librémonos de
las cadenas que nos atan y condenan. Sólo así, algún día, podremos ver la luz y
a quienes nos privan de ella. Entonces, comenzaremos a hacer
Justicia.
1 comentario:
Gracias por reflexiones como éstas. Realmente son las que hacen falta para poder seguir poniendo mirada crítica en este panorama cada vez más oscuro. Nos roban el tiempo para pensar, elucidar... Qué importante que haya medios, aunque sean de pequeño alcance, que den espacio a la reflexión genuina. Es lo que nos sigue empujando y lo que nos hace más humanos.
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