Fuente:El Economista
Julio Anguita
Colectivo Prometeo
Todo apunta a lo que
el título indica. Es una situación que se viene configurando hace
bastante tiempo, pero que ahora avanza hacia su consolidación a
marchas forzadas, tanto fuera como dentro de España.
Un centenar de
científicos del Centro Nacional de Investigaciones Científicas de
Francia han adelantado algunas de las conclusiones que preparan para
el sexto Informe del Grupo Intergubernamental de Expertos en cambio
Climático a celebrar en el año 2021. En dicho avance se anuncia que
para el año 2100 el aumento de la temperatura global no será de
4´8% grados como se había previsto anteriormente, sino entre 6´5 a
7 grados. Esta señal de alerta máxima no se ha visto reconocida en
las almibaradas declaraciones y compromisos muy genéricos aprobados
recientemente en la Cumbre del Cambio Climático convocada por la
ONU. Esto ya se cierne sobre nuestros hijos, nietos y bisnietos. El
problema para la inmensa mayoría de la ciudadanía no estriba
solamente en quién o quiénes van a sufrir las consecuencias sino en
quiénes, y en nombre de quiénes, van a aplicar las políticas de
mayor escasez y austeridad. La resolución de esta incógnita
constituye la garantía de que el problema se resuelva, o no, en
beneficio de la mayoría de habitantes del planeta. Porque el cambio
climático no es una cuestión generacional como ha afirmado Antonio
Gutierres, Secretario General de la ONU, sino de la civilización
industrial y el sistema económico ligado a ella.
La crisis económica
que se anuncia, hace tiempo que se instaló como excusa para
privatizaciones, cierres de empresas, deslocalizaciones, recortes de
plantillas, dinero público a raudales para intereses privados,
precariedad, aumento de la pobreza, juventud sin horizonte o
sustitución paulatina de la Justicia, bien por la Beneficencia o
bien por la Filantropía detractora de impuestos. La oficialización
de la entrada de la nueva fase de la crisis ya tendrá el terreno
económico, político y mediático preparado para las vueltas de
tuerca sobre la mayoría social que hagan falta.
Y todo ello en un país
cuyos sucesivos Gobiernos han ido asumiendo una UE que en nada se
parece a la Europa prometida en la década de los noventa del siglo
pasado. Un país, España, en el que el régimen salido de la
Transición no encuentra aún las soluciones, tanto para su
estabilidad y normalización institucional y territorial como para
el desarrollo de una democracia digna de tal nombre. Lo único que le
cabe es seguir aguantando y capeando el temporal con chapuzas,
ententes bajo la manta y cloacas del Estado. El dolor,
institucionalizado ya, se asentará como una segunda naturaleza.
Pero por mucho que los
padecimientos se generalicen aún más, serán sobrepasados por la
confusión política generalizada que ya se vislumbra. ¿Quién es
quién? Derecha e Izquierda ya no aparecen como proyectos económicos,
políticos, sociales y culturales antagónicos. En el caso de la
Derecha porque lo oculta y en el de la Izquierda porque lo omite la
mayor parte del tiempo. Lo que confronta son siglas, candidaturas
para un tiempo corto, líderes, imágenes y ausencia prácticamente
total (sobre todo en la Izquierda) de conjuntos organizados y
militantes de un proyecto, un programa y una propuesta política para
la mayoría social. Una Izquierda que se descompone en mil y un
proyectos narcisistas sin más horizonte que la noche electoral y las
avenencias ante la trucada confrontación PSOE- PP.
Esta noche de
desolación sería, paradójicamente, la antesala de una nueva
regeneración a condición de asumir lo que ya he comentado en estas
páginas: la travesía del desierto o la aceptación de lo que
formuló Michael Walzer: Éxodo y Revolución.
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