Julio Anguita
Colectivo Prometeo
Fuente:EL Economista
Pedro Sánchez ha declarado que la monarquía de Felipe VI "representa
los valores de la II República". Se comprende, y hasta parece plausible
que el Presidente del Gobierno - sedicente republicano por otra parte-
en una entrevista realizada en el extranjero, sea respetuoso con el Jefe
del Estado y no de pie a que sus palabras pudieran crear malestar o
conflicto entre la primera y segunda magistratura del Estado. Pero de
ahí a la hiperbólica, servil y gratuita adulación cortesana hay un
trecho enorme.
¿Por qué el Jefe del Ejecutivo ha dicho semejante dislate? ¿Se trata
de un caso de ignorancia histórica o de frivolidad política? ¿Conoce la
ejecutoria de su partido anterior a 1975? Particularmente no creo tales
cosas. Se me hace cuesta arriba pensar que se le hayan olvidado las
decenas de miles de cadáveres republicanos víctimas de la dictadura,
abandonados en cunetas y fosas comunes sin que sucesivos gobiernos de la
monarquía constitucional o el propio Rey hayan solucionado o se hayan
interesado al menos por acabar con esa ignominia. Tampoco creo que se
haya olvidado la secuencia histórica desarrollada entre el respaldo de
Alfonso XIII a la dictadura de Primo de Rivera, la marcha de España del
citado rey, la proclamación de la II República, la rebelión del ejército
africanista, la dictadura de Franco, la designación por parte de éste a
Juan Carlos I como sucesor del régimen " a título de Rey" y la
posterior Transición con todos sus olvidos, sus renuncias y la
inmersión de intereses financieros, grupos oligárquicos y servidores de
la dictadura, en el nuevo Jordán "democrático".
Creo que Sánchez está preparando a la opinión pública para la segunda
fase de la restauración monárquica que comenzó tras la muerte del
dictador. Se prepara un nuevo consenso favorecedor de los intereses del
estatus y que será sellado por una reforma constitucional a la mayor
gloria de Felipe VI. Las declaraciones del Presidente del Gobierno no
tienen otra intención que preparar a la opinión pública para la venta
de una mercancía averiada: el Reino de España como ejemplo de un
original y novedoso producto de síntesis onírica y delirante: una
república coronada.
Invito a mis lectores a que, obviando los GAL, la corrupción, la
cloacas del Estado, los escándalos financieros que salpican a la
Monarquía, la inexistente separación de los tres Poderes del Estado o la
inanidad práctica del texto constitucional, hagan una lectura comparada
entre el texto de la Constitución de la II República Española y el de
la Constitución Monárquica de 1978. Estoy seguro de que tras la lectura,
las declaraciones de Sánchez les parecerán un falseamiento de la verdad
histórica cuando no un insulto a la inteligencia media de la ciudadanía
española.
¿Qué tiene en común un Jefe del Estado elegido democráticamente, con
un Rey no elegido por nadie y en cuya sucesión rigen preceptos propios
de la Ley Sálica, discriminatoria con la mujer? ¿Qué tienen en común un
Presidente de la II República que podía ser procesado y un Rey
inviolable que, además, extiende su manto protector sobre su padre
cuando éste ya ha dejado de ser Rey? ¿Qué tienen en común una
Constitución monárquica que impide prácticamente su reforma, con la
republicana de 1931 que hace dicha reforma accesible? ¿Qué tiene en
común la Constitución Monárquica y la republicana de 1931 con referencia
a la responsabilidad de los ministros ante el Congreso, inexistente en
aquella y reglada en la republicana? ¿Qué tiene en común una
constitución que delega en las FFAA la garantía de la defensa de la
misma con la republicana que omite este mandato heredado de la
dictadura?
Las declaraciones de Sánchez se erigen en el correlato perfecto con
la España de la política como espectáculo malo y degradado, de las
marcas electorales glamurosamente irrelevantes, de la corrupción, la
dictadura del poder financiero, la desmemoria cultivada y la monarquía
borbónica. Un respeto, al menos, por la II República debelada por el
fascismo.
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