lunes, 14 de octubre de 2019

Julio Anguita: Las aguas vuelven al cauce


Otto Dix: Jugadores de cartas
Fuente:El Economista        
Julio Anguita
Colectivo Prometeo 
         Entre la barahúnda de noticias que, siendo flor de un día, configuran una realidad mental instalada en un permanente presente, destacan dos informaciones que ayudan a zafarnos de la tiranía de una actualidad centrada en el día a día sin perspectiva temporal ni secuencial. Ambas noticias nos permiten recobrar la memoria, la evidencia de procesos, la Historia en resumen: el mano a mano entre Felipe González y Mariano Rajoy en Vigo y la reciente mudanza de criterio de Albert Rivera.
         ¿Es algo novedoso que ambos ex-Presidentes coincidan en la necesidad y posibilidad de acuerdos, apoyos mutuos o incluso una coalición gubernamental entre sus respectivas formaciones políticas? ¿Hay sustanciales e irreconciliables diferencias entre ambos? A poco que hagamos memoria y desde la aprobación de La Constitución entre PSOE y PP, vía práctica de gobierno, vía discurso, han ido disciplinando a una mayoría social para asumir como necesarias e inevitables las políticas económicas y sociales privatizadoras de lo público, genuflexas ante la banca y de reforma del mercado laboral tendentes a la desregularización del mismo y a la pérdida de calidad de vida de la mayoría social.

  
            En el 2011 pactaron la reforma del artículo 135 de la Constitución y, más recientemente, Sánchez no ha tocado en nada las decisiones que en materia económica y social aprobó Rajoy, pese a que estando en la oposición,  prometió cambiarlas. No olvidemos tampoco el giro del PSOE desde el “No es no” a la votación favorable a la investidura de Rajoy y el posterior SÍ a la misma por parte de 65 diputados del PSOE. Ambos partidos, como Cánovas y Sagasta, son la expresión de dos marcas para un mismo producto. Sus discrepancias en materia de algunos derechos individuales o los de determinadas minorías constituyen la coartada para obviar las coincidencias en las políticas económicas, sociales y en  la inhibición compartida ante las cloacas del Estado o ante los privilegios corporativos de alto nivel.

         Si esto es así, ¿cómo se explica el NO rotundo del PP y de Ciudadanos ante las reiteradas y prioritarias peticiones de abstención hechas a ambos por Sánchez para su investidura? La respuesta está en los resultados electorales de ambas fuerzas de la derecha. Ninguna de ellas (muy cercanas en porcentaje de voto y en número de diputados) quería ofrecer al otro el flanco débil de su pacto con “la izquierda”. Puro y cortoplacista interés partidista.

         Ha bastado que las encuestas anuncien la subida del PP y la bajada de Ciudadanos para que la voz del Poder por antonomasia  –el económico financiero – sea escuchada. Los señores González y Rajoy cumplen a la perfección su papel de emisarios. El bipartidismo que tan bien ha servido a la construcción de un  discurso único y de unas políticas comunes, quiere volver por sus fueros a fin de que la crisis económica y la medioambiental sean abordadas desde el neoliberalismo, como hasta hoy. ¿Y los demás?

         Quedan algunas fuerzas políticas de izquierda nacionalista, muy centradas en sus territorios, el tigre de papel de la extrema derecha que cumple a las mil maravillas su papel de hombre del saco para asustar a una progresía  timorata e indecisa, algún experimento novedoso de difícil encaje en el concepto izquierda y Unidas Podemos en una etapa de cismas, rupturas y abandonos pero con ideas, valores y propuestas clásicas (que  no antiguas) en conjunción con nuevas visiones provenientes de los grandes movimientos de liberación y de los  análisis sociopolíticos surgidos de la nueva realidad.

         Sobre ella recae la difícil tarea de recomenzar un nuevo proyecto político, social y cultural que comience por organizarse y por rescatar, vía ejemplo y elaboración programática, la justa relación entre los conceptos y las palabras Izquierda y Progresismo que llevan ya demasiado tiempo encerradas en la caverna platónica. Pero para ello se hace indispensable situarse fuera del cauce general y construir otro, por ardua que sea la tarea. ¿Está y estamos dispuestos?
           







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