Jorge Alcázar
Colectivo Prometeo
PCE
En estas fechas se
conmemora el 75 aniversario de la liberación del campo de exterminio
de Auschwitz por parte del Ejército Rojo. Y por estas fechas
también, la derecha española pretende servirse del término
comunista para inocular el miedo en la ciudadanía a base de
calumnias y falsedades, pretendiendo situar a quienes nos
identificamos con esta visión del mundo como anti españoles, anti
demócratas y elementos peligrosos a vigilar para la convivencia y la
paz.
Valga este escrito
como pequeño homenaje a los comunistas que durante décadas, en la
clandestinidad y el exilio, con la amargura de la derrota y la
esperanza de un nuevo porvenir, con la miseria en el cuerpo y la
grandeza en el alma y la mente, con el calor todavía vivo de los
incontables camaradas que yacían en las cunetas, construyeron día a
día, gota a gota, un futuro democrático y una convivencia pacífica
para los españoles, sin importar la ideología o el credo que
profesaran. Un reconocimiento a aquellos comunistas, nuestra
herencia, que edificaron puentes de concordia en los tiempos duros
del franquismo y de la dictadura fascista para, junto a otros que no
compartían visión del mundo pero que sí compartían el anhelo de
un pueblo soberano y democrático, comenzar a forjar un nuevo futuro
para los españoles.
Pero de la misma
forma, también pretenden servir estas líneas para aportar unas
dosis de verdad y realidad que los reaccionarios que se hacen llamar
hoy patriotas constitucionalistas y que se entienden garantes de la
democracia y la libertad, se afanan por ocultar, calumniando y
ensuciando la valentía y el patriotismo que, desde la trinchera
comunista, entendió una España en la que todos cupieran y en la que
el pueblo, soberano, decidiera su futuro. Los que hoy claman así,
envolviéndose en una bandera que paternalizan, pareciera que retoman
los viejos discursos y los viejos miedos, aspirando en su labor
nociva a generar en nuestras calles, centros de trabajo y familias,
el odio al diferente, al que no piensa como él. Los que hoy
patrimonializan la patria, los que se apropian de la Constitución y
dan lecciones de Democracia, los que vician palabras como convivencia
y libertad, harían bien en valorar el papel que representan en
nuestra sociedad y cuánto aportan y aportaron los de su tradición
política al bienestar, a la libertad y a la pacífica convivencia de
los españoles. Esto es, cuánta patria hicieron.
Harían bien en
preguntárselo porque hoy, los discursos y soflamas que la derecha
nacionalista española ha instalado en el centro de la acción
pretenden golpear y mancillar la voz y la obra de los comunistas.
Fuerzas políticas nacionales de derechas, medios de comunicación
afines, organizaciones empresariales e Iglesia Católica han
emprendido un viraje hacia el enfrentamiento enconado, hacia el
discurso del odio, hacia la creación de escenarios de terror y miedo
hacia el otro, marcando en el centro de la diana al rojo. Trazando
una línea divisoria cada vez más gruesa y tosca, y con la
desinformación, la mentira y la calumnia por bandera, nuestra
derecha reaccionaria ha emprendido un giro peligroso, en todas sus
vertientes, para la convivencia en el país. Los que hoy se
autodenominan “constitucionalistas”, en cada intervención y
algarada pretenden dejar al margen al resto de la sociedad española
que no piensa como ellos, sin dudar en utilizar la retórica barata
de buenos y malos españoles. La derecha nacional hoy es reaccionaria
hasta el tuétano, y desarrolla las esencias más singulares de esa
derecha franquista nacional-católica que, lejos de traer el
bienestar, la libertad y la democracia a nuestro pueblo, eliminó a
base de exilios, cárceles y cunetas cualquier atisbo de disidencia,
crítica o cambio, sumiendo en la ignorancia y la miseria al país
que tanto “amaban”. En su argumentario, han sido y son múltiples
las veces y las voces que se han lanzado a tildar el gobierno hoy
elegido legítimamente, como un gobierno de comunistas, pretendiendo
así deslegitimar la acción del mismo y enturbiar con su ponzoña lo
que difícilmente se ha contado en este país sobre el papel que los
comunistas, junto con otros agentes políticos y sociales de nuestro
pasado reciente, desarrollaron para llegar hasta aquí, para traer la
democracia a nuestro pueblo y sus gentes. Con esta calificación
pretenden hundir el adjetivo en lo peyorativo, lanzando el símbolo
comunista como una imagen asociada al terror y a la destrucción, que
finalmente establezca el odio anclado en la ignorancia.
Por ello, es
necesario sacar a relucir y airear las múltiples aportaciones que el
Partido Comunista y sus militantes hicieron y siguen haciendo para
hacer posible la convivencia pacífica en nuestro país. Y qué mejor
ejemplo para este menester que el Manifiesto del Partido Comunista
del año 19561,
habida cuenta de lo actual de las cuestiones que plantea y de cuáles
fueron las respuestas que se daban:
Mientras la paz
civil era un anhelo del que privaba la dictadura franquista al pueblo
español, los comunistas decían:
“La
interpretación que damos los comunistas al concepto de paz civil, de
reconciliación de los españoles, parte del principio de que la
democracia que se restablezca en España no puede ser exclusivamente
para las fuerzas de izquierda o para las de derecha. Ambas han de
tener cabida dentro de esa democracia… Dentro del respeto a la
legalidad democrática, la más amplia libertad a cada clase y capa
social para la defensa de sus intereses; a cada Partido para la
propaganda de sus doctrinas. El mayor respeto para las creencias
religiosas de cada cual, así como para aquellos que no profesen
ninguna… Ningún Partido político cuenta hoy con el apoyo de la
mayoría de los españoles. La vida impone una política de
coaliciones de fuerzas políticas sobre la base de programas mínimos
comunes. La vida impone encontrar un terreno en el que podamos
convivir y donde cada uno pueda propugnar libremente sus ideas y
soluciones. Y ese terreno, en esta situación concreta, no puede ser
otro que la democracia parlamentaria. .”
Cuánto nos gustaría
en estos tiempos que la derecha española, que aparece hoy como
legítima heredera de aquellos que sojuzgaron y sometieron a millones
de compatriotas y que más tiene que callar que aleccionar, tuviera
en tal altura de miras el planteamiento político que, desde su
visión del mundo, pueda aportar soluciones democráticas a los
desafíos que como sociedad y país enfrentamos, sin necesidad de
excluir a quienes no pensamos como ellos, respetando el ejercicio de
gobierno y las reglas parlamentarias establecidas. Pero lejos de
esto, se nos tacha de enemigos de la nación, de la libertad y la
democracia a nosotros, los comunistas. Nos señalan aquellos mismos
que hoy abrazan disimulada o descaradamente las credenciales de los
fascistas que, cuando fueron escritas las líneas de este manifiesto
en el exilio, perseguían y proseguían su labor de exterminio,
mientras callan y silencian las atrocidades de una dictadura en suelo
nacional. Esta derecha cuyo currículo para la consecución de lo que
hoy se apropian apenas les llega para borrar de su credo el terror,
la venganza y el odio, mientras que nuestros padres políticos, más
de medio siglo atrás, ya expresaban la tolerancia como forma de
convivencia de la siguiente forma:
“La ideología
de la democracia cristiana es opuesta a la ideología del comunismo.
Pero en los artículos publicados por Monseñor Zacarías
de Vizcarra en «Ecclesia» y en
algunas actitudes de jerarquías o católicos destacados hay un tono
conciliante, civil, al hablar del Partido Comunista, que contrasta
con los llamamientos a nuestro exterminio físico hechos por otros
católicos en otros períodos. En dichos artículos no se plantea la
lucha en el terreno de la guerra civil, sino en el terreno
ideológico. Nosotros pensamos igualmente, que la discusión, la
polémica, la lucha de ideas, y no la violencia física, son las
formas que deben utilizarse para dirimir las diferencias políticas e
ideológicas… La cristalización de un partido demócrata cristiano
en España es un hecho que está produciéndose. Los comunistas y la
democracia cristiana en otros países han colaborado en la lucha
contra el fascismo e incluso han participado juntos en diferentes
gobiernos, conviven dentro de la democracia parlamentaria. España no
tiene por qué ser una excepción.”
Qué preocupante
resulta entonces que hoy las únicas muestras de colaboración para
la convivencia pacífica y democrática que aporta la derecha en
nuestro país provengan de las lecciones que a esta derecha
reaccionaria da aquella otra vasca que en tiempos persiguieron.
Mientras que
nosotros, los comunistas, hoy debatimos en términos de ideas sobre
la conveniencia o no de esta Transición que ha legitimado a las
élites franquistas, sobre el precio pagado para alcanzar la
reconciliación nacional, y aunque desconfiemos de participar en un
gobierno de socialdemócratas con la participación de camaradas,
trabajamos en las soluciones que posibiliten una coexistencia
pacífica entre españoles, entre seres humanos, y respondemos a sus
ataques reaccionarios de odio como ayer lo hicieron aquellos de los
que hemos tomado el relevo como comunistas:
“…el odio y
la venganza no son los sentimientos que determinan nuestra política;
no lo fueron nunca, pese a que la propaganda del dictador ha
esparcido esa idea falsa sobre nosotros. Los comunistas sabemos
sobreponernos a los sentimientos personales e inspirarnos en los
intereses superiores del pueblo y de la Patria. El odio y la venganza
no deben ser tampoco los sentimientos que inspiren a otras fuerzas
democráticas y a las masas populares.”
Así, nosotros los comunistas podemos decir qué hicimos para
contribuir a la democracia y la convivencia pacífica a nuestro país,
para mejorar la vida de los españoles. ¿Qué hicieron ustedes?
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