lunes, 13 de enero de 2020

Razón, justicia, legalidad y firmeza


Caricatura española siglo XIX.Poco han cambiado

Fuente: El Economista
Julio Anguita
Colectivo Prometeo

     Se han echado al monte, o tal vez no lo abandonaron nunca. Constituyen la España negra, nacional-católica, cuartelera (que no patriótica). Una España enemiga de la razón, la inteligencia y el saber que conciencian, vividora y parásita directa e indirecta de las ubres del Estado, enquistada -a través de sagas familiares- en los entresijos de la Administración Pública, "demócrata de toda la vida" si es ella la que gobierna, exclusivamente "europeísta" para implantar políticas antisociales, adalid de tres o cuatro artículos de la Constitución y del Título II, pero indiferente al resto de la misma. Por ella nunca han pasado las servidumbres legales, cívicas, morales y democráticas del Estado de Derecho que tanto mencionan. Como tampoco han pasado un mínimo de conocimientos históricos (salvo el cómic sobre el Cid) que les hagan reflexionar sobre este precipitado histórico llamado España a la que tanto dicen amar.
    Supongo, o mejor quiero suponer, que las organizaciones sociales, políticas y culturales, con un mínimo sentido humanístico de lo que significa Modernidad o lo que conlleva defender los Derechos Humanos, se han dado cuenta de lo que en esta hora de España nos estamos jugando. Y no es una simple cuestión de apoyo o no apoyo al Gobierno de PSOE y UP, sino de ajustar la vida social, política y ciudadana al desarrollo de los contenidos íntegros del texto constitucional de 1978. Porque -no nos confundamos- lo último que nuestra cavernaria derecha quisiera ver es la legalidad constitucional desplegada desde todas sus potencialidades y llenando plenamente a los tres Poderes del Estado. Convendría una lectura reposada y reflexiva del texto constitucional y sus posibles aplicaciones.
    Puede que algún lector, conocedor de mi ferviente republicanismo y de la no menos ferviente aspiración a verlo implantado en España, considere que, abandonando mis principios y proyectos, he sido abducido por la monarquía inherente a la Constitución vigente. Nada de eso. Se trata de saber que en política, como en la vida cotidiana de cada ciudadano, se actúa en función de la coyuntura, es decir de lo que conviene en cada momento, en cada instante. Y en esta coyuntura precisa, lo conveniente, lo necesario es desmontar -con desarrollos constitucionales favorables a la mayoría de la ciudadanía- la impostura constitucionalista de la derecha y su lenguaje guerracivilista.
    La izquierda española (de la que formo parte) suele sufrir ataques agudos de esa enfermedad llamada narcisismo. Una enfermedad que suele aparecer cuando los catecismos y los credos políticos son -real o aparentemente- cuestionados por la realidad. Ante esa situación, el miedo, disfrazado de rigor principista, se refugia en la inacción. Esa postura -que por otra parte nunca hace la derecha- refuerza al enemigo. El Gobierno PSOE-UP, si cumple o intenta cumplir, y no le dejan, es al que toca apoyar con movilización ciudadana y con militancia partidaria. Un apoyo que, a veces, puede significar disidencia y protesta. Pero mientras el Gobierno desarrolle o intente desarrollar lo prometido en la Investidura merece nuestro apoyo activo. La derecha se ha echado al monte ¿qué hacemos los demócratas, los progresistas, los sindicalistas o los sedicentes militantes de la Izquierda?

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