Profesor y exdelegado sindical
FCSM Córdoba
El
día 9 todos los sectores de la Comunidad Educativa convocan Huelga
en la enseñanza. Nunca hemos tenido más razones para reaccionar de
manera unánime en la Educación Pública. La nueva ley que está en
trámite retrotrae el modelo educativo a épocas pretéritas en lo
ideológico, concibe el sistema educativo como un mero instrumento
del mercado, que tiene como objetivo preparar para “competir”,
eliminando sus funciones de “formación” y “educación”. Los
contenidos, organización y distribución de materias, itinerarios,
optativas y todo el esquema organizativo convierte los centros en
fábricas de venta de “paquetes” de conocimientos, sin
justificación pedagógica ni epistemológica, y muy diferentes de
los sistemas de nuestro entorno con los que se pretende competir. Se
acaba con la ya escasa participación y representación de los
sectores de la comunidad educativa, impidiendo la mínima
democratización en el funcionamiento de los centros. Y tiene fuertes
tendencias privatizadoras.
Pero
lo más “fuerte” es el papel degradado al que se relega al
profesorado, la incertidumbre de sus funciones y la pérdida de
derechos laborales. Su “autoridad docente” no sirve ni para
certificar el nivel de aprendizaje de su alumnado, que tiene que ser
evaluado por alguien externo que realiza los exámenes que conceden
los títulos. Su plaza está a disposición de la planificación que
haga la dirección, que puede determinar los “perfiles” del
profesorado que necesita, obligando a desplazamientos forzosos de
funcionarios definitivos. No tiene apenas presencia en los escasos
órganos “de consulta”, pierde las pocas competencias en temas
educativos que tenía como miembro del claustro. Y su sueldo
dependerá en parte de “los resultados”, contados en aprobados,
sin consideraciones de ningún otro tipo. Eso mientras tenga trabajo,
porque la tendencia, ya aplicada y experimentada, es la reducción
galopante de puestos y el aumento de conciertos privados.
Todo
ello viene a llenar un vaso de recortes de sueldo (una media de
3.000€ al año), un aumento de horas de clase, de número de
alumnado por aula, de pérdida de sueldo si está enfermo, de aumento
de horas de dedicación burocrática a funciones más allá de la
docencia directa y un largo etcétera que ya viene soportando.
Pues,
a pesar de todo esto, parece que hay una parte de compañeros y
compañeras, que en muchos claustros puede ser mayoritaria, que no
piensa hacer huelga. Si descartamos que puedan estar de acuerdo con
todas estas barbaridades que están sufriendo en sus carnes; si
suponemos que son conscientes de que el fracaso de la movilización
sólo puede acarrearles (acarrearnos a todos) más pérdidas
progresivas de derechos y de condiciones laborales; si damos por
hecho que su dignidad y su inteligencia no les puede llevar a
renunciar a defenderse y a ser solidarios con sus compañeros por los
míseros 80€ de descuento que acarrea ejercer su derecho a huelga.
Si partimos de todas estas premisas, sólo queda una explicación
posible, ampliamente explicada por pensadores y psicólogos y que
sirve para interpretar la misma “no reacción” en grandes capas
de la sociedad que están sufriendo similares atropellos: LA TEORÍA
DEL SHOCK. Han infundido de tal manera el miedo y la resignación que
pueden hacer lo que quieran con las personas, sin que reaccionen,
como las ovejas cuando son llevadas al matadero, como las imágenes
de las películas de los campos de concentración nazis que nos
muestran una fila de judíos tendidos en el suelo, inmóviles,
esperando a que el oficial de las SS vaya administrando el tiro de
gracia en la nuca.
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