martes, 1 de noviembre de 2022

Vitamina D y Cáncer (V)

Goval

Antonio Pintor
Colectivo Prometeo

En el año 2000 la Organización Mundial de la Salud junto a otros organismos fijaron el 4 de febrero como Día Mundial contra el Cáncer. Su objetivo, concienciar a nivel mundial sobre una de las enfermedades de mayor morbimortalidad, difundiendo las acciones de prevención y detección temprana para frenar su alarmante aumento.
 Veintidós años después los datos indican que no vamos por buen camino, pues las cifras siguen creciendo y, lo que es peor, se calcula que a nivel mundial el número de casos se triplicará en dos décadas..

A pesar de estos datos, que evidencian el fracaso en el abordaje del problema, seguimos instalados en una “cómoda ceguera” y repitiendo los “mantras” habituales acerca de las causas y medidas preventivas.
 Según la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), las razones de este aumento de la incidencia están en el envejecimiento de la población y en el estilo de vida (Tabaco, Alcohol, Obesidad y Sedentarismo). La parte positiva es que, a pesar de los datos, las cifras de supervivencia de estos pacientes han mejorado, debido fundamentalmente a los progresos en el tratamiento de algunos cánceres como el de mama y colon.

Si aceptamos las razones dadas por los expertos, lo primero a destacar es que “la carga de la culpa”, recae sobre las víctimas. Son las personas afectadas las que con sus “malos hábitos” provocan este incremento de la enfermedad. Algo muy humano, pues ya sabemos que cuando algo va mal solemos señalar a los demás como responsables. Así que en estos asuntos no somos diferentes, lo que va mal (aumento de la incidencia) es responsabilidad de los afectados y el mérito (aumento de la supervivencia) es gracias a los profesionales.

Aunque son muchos los argumentos que se pueden dar contra esta explicación, baste con señalar que los animales salvajes, a los que no podemos acusar de estos malos hábitos, están afectados igual que los seres humanos. Por otra parte, la cara más dramática del incremento del cáncer es la juventud de los afectados, bien sea el cáncer de próstata en hombres, el de mama en mujeres o leucemias y cáncer cerebral en niños. Obviamente resulta deseable para la salud seguir insistiendo en mejorar dichos hábitos, pues la epidemia de obesidad en el mundo occidental constituye un grave problema. Sin embargo no tengo claro que con los otros elementos, sobre todo en lo referente al tabaco estemos empeorando.

¿Dónde entra la vitamina D en esta historia? Como vimos en el anterior artículo “Vitamina D y salud osteomuscular” hace tiempo que se conocen los efectos del sol sobre la salud de los huesos, sin embargo ha sido a partir de la década de los ochenta del siglo pasado cuando se ha establecido la relación de la vitamina D con otras patologías como el cáncer.

La investigación epidemiológica ha mostrado una fuerte relación inversa entre la exposición solar y determinados tipos de cáncer. Esta relación y los mecanismos implicados se han comprobado, tanto en experimentos con animales como en células en el laboratorio.

El químico y activista social Linus Pauling, premiado en dos ocasiones con el Nobel, en 1954 por sus investigaciones en Química y en 1962 el de la Paz por su activismo en defensa de los Derechos Humanos y contra las pruebas nucleares, promovió con singular pasión la terapia de mega dosis de vitamina C para múltiples patologías incluido el cáncer en fase terminal. Ahora sabemos que en sus profundas investigaciones, que lo hubiesen podido llevar a ser candidato a un tercer Nobel, se equivocó por tan sólo una letra. Es la hormona conocida como vitamina D, la que tiene un poderoso efecto antitumoral..

La actividad anticancerígena de la vitamina D puede ser el resultado evolutivo para protegernos del temido melanoma de piel, ya que la luz UVB que se necesita para producirla altera el ADN de las células dérmicas cuando la recibimos en exceso, con el consiguiente riesgo de convertirse en cancerosas. Los aspectos relacionados con el cáncer de piel han sido tratados en un artículo anterior al que remito al lector interesado: “El Sol y las cremas protectoras”.

Estudios epidemiológicos señalan que la incidencia del cáncer aumenta conforme nos alejamos de la franja ecuatorial. Ciudades sombrías y nebulosas tienen mayor incidencia de cáncer y depresión. El Norte de EEUU padece más cáncer, suicidios y otras enfermedades degenerativas con respecto al más soleado Sur del país, siendo las muertes por cáncer de vejiga, colon, ovario y próstata cuatro veces más comunes.

- En un modelo de cáncer oral en ratones, la utilización de un análogo sintético de vitamina D (EB1089) lo redujo hasta en un 80%. Se han obtenido resultados similares en modelos animales de cáncer de mama y próstata.

La identificación de los genes regulados por esta sustancia, ha arrojado luz sobre la función anticancerígena que realiza bloqueando la división celular y activando genes protectores.

- En España disponemos de dos estudios que relacionan la vitamina D y el cáncer:

1.El estudio “Europeo Prospectivo de Investigación en Cáncer” (EPIC), se inició en 1993 por la Agencia Internacional de Investigación del Cáncer de la Organización Mundial de la Salud en el que intervienen 10 países. Estudia la importancia de la dieta por la posible implicación en la etiología y prevención de algunos cánceres, estimándose que entre 30 y 40 % de los cánceres podrían prevenirse con medidas relacionadas con la dieta, el control del peso y la actividad física.

2. El estudio “Multi-caso Control en Cáncer” (MCC-Spain), que investiga la influencia de factores ambientales y su interacción con factores genéticos en tumores frecuentes o con características epidemiológicas peculiares (colo-rectal, mama, gastro-esofágico, próstata y leucemia linfática crónica) en los que los factores ambientales implicados no son lo suficientemente conocidos.

Los datos demuestran que la vitamina D es un potente anticancerígeno y un exquisito regulador inmunitario. Aunque muchas de esas propiedades se manifiestan sólo cuando la concentración sérica de la vitamina D es superior a la media de la población.”

Conocemos, al menos, cinco formas en que la vitamina D combate el cáncer

1. Aumenta la diferenciación celular.
2. Aumenta la apoptosis o suicidio de células malignas.
3. Baja la proliferación de células malignas.
4. Reduce el potencial metastásico.
5. Reduce la angiogénesis.
Como las relaciones más fuertes de la vitamina D y la mayor mortalidad por cáncer suceden con próstata, mama y colon, haré una breve reseña sobre ellos.

Vitamina D y cáncer de próstata

En 2001, en la revista Lancet se publicó un artículo en el que se relacionaba de manera directa la exposición al sol por parte de hombres británicos, que de niños pasaban las vacaciones en países soleados y que tomaban el sol de forma habitual, con una menor tasa de cáncer de próstata. También se constató en el estudio que cuando se desarrollaba el cáncer de próstata, éste lo hacía unos cinco años más tarde en quienes se pasaban mucho tiempo al sol y que el riesgo de morir por cáncer de ovarios o próstata era menor en las personas que vivían cerca del ecuador.

En algunos pacientes con cáncer de próstata, tras un suplemento de vitamina D, se ha logrado mejorar la cinética de la PSA, aumentando el tiempo de doblaje y disminuyendo los niveles de PSA. En un estudio a doble ciego, la vitamina D en forma de Calcitriol añadida a la terapia farmacológica mejoró la supervivencia de pacientes con cáncer de próstata. Otros estudios han logrado buenos resultados clínicos sin reportar riesgos o efectos no deseados. Igualmente se están estudiando análogos de vitamina D. Se han encontrado patrones de exposición a la radiación solar y niveles plasmáticos de vitamina D con una relación inversa a la incidencia y prevalencia de este tipo de cáncer.

Vitamina  D y cáncer de mama
Rafael Sanzio: La Fornarina



Una estadística impactante:

- Una de cada ocho mujeres tiene o tendrá cáncer de mama.

- Las mujeres con déficit de vitamina D (menos de 20 ng/ml) cuando les diagnostican cáncer de mama tienen el doble de probabilidades de que haya metástasis y casi un 75% más de posibilidades de morir a causa de la enfermedad que las que tienen un buen nivel de esta vitamina (más de 30ng/ml).

- En 1999 se publicó un estudio de la doctora Esther John, basado en un análisis meticuloso de las estadísticas del cáncer de mama, en el que se concluía que la exposición al sol y una dieta rica en vitamina D podrían reducir la incidencia y muertes en EEUU de un 35 a un 75%, lo que evitarían de 70.000 a 150.000 nuevos casos, y de 17.500 a 37.000 muertes. Siendo bastante probable que estas estadísticas se correspondan con las de otros países en latitudes similares.

- El doctor William Grant estima que la falta de luz solar es responsable, aproximadamente, del 25% de las muertes por cáncer de mama en Europa.

El citado MCC-Spain, además de confirmar la hipótesis de Nicolás Olea y su equipo, sobre los peligros del efecto combinado de los disruptores endocrinos presentes en los compuestos químicos respecto al riesgo de cáncer de mama, también ha puesto en evidencia el papel protector de la vitamina D en este tipo de cáncer, encontrándose deficiencia en el 75% de las mujeres afectadas. Siendo especialmente grave el riesgo que entraña su deficiencia en los casos del fenotipo tumoral “triple negativo”, llamado así por carecer las células tumorales de los tres receptores (para el estrógeno, la progesterona y el de la proteína llamada factor de crecimiento epidérmico humano --HER2-) que suelen encontrarse en los otros tipos del cáncer de mama y que se pueden utilizar como dianas en terapias para destruir las células cancerosas, lo que limita las posibilidades de intervención terapéutica en esta variedad.

Según Marina Pollan y su equipo, unos niveles elevados de vitamina D en sangre podrían tener un efecto protector del cáncer de mama, especialmente del triple negativo. En un estudio realizado en Nebraska durante tres años, un grupo de mujeres mayores de 55 años que tomaron 1100 UI de vitamina D, mostraron un riesgo general de cáncer 77% inferior con respecto al grupo control. Esta asociación beneficiosa es aplicable a cualquier estadio de la enfermedad, aunque se ha demostrado que la expresión del receptor de vitamina D (VDR) disminuye con el avance de la enfermedad tumoral lo que restringe su captación en los tejidos. De ahí la importancia de conocer los niveles de esta vitamina en pacientes con cáncer de mama y corregirlos con suplementos lo antes posible si no fueran los adecuados.

En un estudio con mujeres militares, se observó que aquellas con niveles más elevados de vitamina D antes del diagnóstico de cáncer de mama, tenían un 300% menos de probabilidades de ser diagnosticadas comparado con quienes los tenían más bajos. Otros estudios han hallado que los niveles altos de vitamina D se correlacionan con la mitad de incidencia de cáncer de mama. A nivel experimental en un cultivo de glándula mamaria, la vitamina D produjo efectos directos antineoplásicos. Análogos de la vitamina D han mostrado inhibir la vascularización neoangiogénica in vitro e in vivo, la inhibición de la aromatización en el cáncer de mama y la supresión de los procesos de invasión y metástasis.



También se han documentado patrones geográficos que apoyan la prevención de una exposición a la radiación solar y menor incidencia de cáncer de mama

Vitamina D y cáncer de colon.

En un seguimiento prospectivo durante 19 años, los niveles altos de vitamina D se correlacionaron con la mitad de incidencia de cáncer de colon. En Estados Unidos, un análisis de la radiación entre Estados halla una relación inversa entre la exposición a los UV y la prevalencia de cáncer de colon. En modelos experimentales, sabemos que la deficiencia de vitamina D aumenta el crecimiento tumoral de células tumorales de cáncer de colon. Un meta-análisis de estudios de casos-controles halló que los mayores niveles de vitamina D se relacionaban con menor riesgo de cáncer de colon.

Después de los datos comentados no debería parecer una declaración iconoclasta decir que el sol nos protege del cáncer. De manera que, cuando aludimos al estilo de vida, a los habituales “enemigos de la salud”: Tabaco, Alcohol, Obesidad y Sedentarismo, tendremos que añadir los tóxicos en la alimentación (pesticidas, plásticos, metales, etc.) y recomendar la exposición solar a la población en general y hacer la siguiente prescripción a quienes padezcan algún tipo de cáncer:

Todo paciente con cáncer debe exponerse al sol como mínimo dos veces al día por un lapso de 20 minutos, en el momento en que la longitud de su sombra es menor que su estatura”.













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