miércoles, 20 de marzo de 2013

Murcia: Organizando poder ciudadano

 
  Durante la historia de la democracia española, lo tradicional era que, cuando un gobierno anunciaba una medida de recorte, parte del sector afectado se manifestara en su contra y otra parte afín y minoritaria se mantuviera fiel al poder, para ver si les caía algo. Pero recientemente ocurre que los recortes son tan escandalosos y las compensaciones a los trabajadores tan pobres (cuando no inexistentes) que los sectores profesionales muestran su repulsa unánime, incluso los colectivos mayoritariamente conservadores y poco amigos de las movilizaciones sociales. A estas manifestaciones masivas, con un alto porcentaje de participación y respaldo, se las conoce como mareas.

     De esta forma, recientemente hemos tenido mareas blancas (de Sanidad) y verdes (de Educación) recorriendo las calles de Murcia; manifestaciones los martes en las vías del ferrocarril para que la llegada del AVE no incomunique algunos barrios; concentraciones casi todas las semanas frente a las casas de aquellos que quieren ser expulsados de sus hogares por los bancos, con el beneplácito de la clase política y la colaboración de las fuerzas del orden y nuestro sistema judicial…
Hasta que, recientemente, a un grupo de personas se les ocurrió que ya era hora de empezar a luchar todos juntos contra “el enemigo común”, ya que “los que desahucian a las familias de sus casas son los mismos que recortan en servicios públicos y privatizan recursos que deberían estar garantizados” como expresó Paco Morote, miembro de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH). De esta forma, nació la idea de La Marcha de Mareas.

Indignación multicolor

     El pasado sábado 16 de marzo, unas 40.000 personas (según la organización) recorrieron las calles de Murcia en una de las manifestaciones más multitudinarias que se recuerdan. La idea era que cada una de las mareas partiera de un punto distinto de la ciudad para reunirse en la Gran Vía y, finalmente, ocupar la Redonda. Honestamente, no podemos decir cuánta gente había allí; solo afirmar que era una muchedumbre, aunque menos, no obstante, que cuando la misma plaza fue ocupada por aquellos que decidieron celebrar la victoria de la selección española en el Mundial de Sudáfrica.
La Marea Blanca, en defensa de la Sanidad, partió desde la puerta del Hospital Reina Sofía. A la altura de la Delegación del Gobierno se les unió la Marea Negra, que representa a los servicios públicos, que previamente se había concentrado en la Glorieta. Al final de la calle Correos, ambas se fundieron con la Marea Verde, que defiende la educación pública. En el Banco de España les estaba esperando la Marea Multicolor, integrada por la Marea Roja (contra los desahucios), la Marea Naranja (a favor del trabajo digno y la renta básica), la Marea Violeta (defendiendo los derechos de las mujeres) y la Marea Azul (por la democratización de los recursos hídricos).
Otros grupos como la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, los Yayoflautas, los bomberos contra los desahucios, la plataforma pro soterramiento, colectivos de gays, lesbianas y transexuales, sindicatos… y así hasta sumar una treintena de colectivos tuvieron su representación en la gran marcha.

“Gobierno sometido al pueblo”

Finalmente, los portavoces de las distintas mareas leyeron sus respectivos manifiestos, en los que se abogaba por forzar desde la ciudadanía a los políticos a garantizar los derechos básicos de sus conciudadanos para que puedan vivir con calidad y de forma digna. “El Gobierno debe estar sometido a la voluntad del pueblo”, concluyeron todos los hablantes. A modo de ejemplo, dejaremos parte del manifiesto de Ángel L. Hernández, portavoz de la Marcha de Mareas:
“No podemos vivir impasibles mientras los niños están en aulas masificadas o sin profesor, los enfermos cada vez peor atendidos y pagando más, los dependientes sin prestación, la justicia impagable, los bomberos sin recursos, amigos desahuciados y miles de personas buscando comida en la basura. ¡Es hora de despertar! De decir no; no quiero ver más sufrimiento a mi alrededor. No quiero que el dinero de la sanidad, de la educación, de lo público en general sea desviado a empresas”.

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