viernes, 23 de agosto de 2013

¿Destruir empleo en nombre de los que se crearán?

El discurso económico carece de convicción en lo que plantea como remedio"

ANGUITA: ¿DESTRUIR EMPLEO EN NOMBRE DE LOS QUE SE CREARÁN?


  
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  Julio Anguita

Creo que el ciudadano medio español intuye, presiente o ha asumido en su interior, que la situación económica, social, política, moral y de proyecto colectivo mínimamente consensuado, carece de salida en positivo con las medidas y valores inherentes a las mismas que constituyen el acervo de las directrices europeas según el modelo Maastricht. El que se destruya o desaparezca empleo en nombre de la creación futura del mismo es tan paradójico como la sustitución de contratos fijos por otros de dudosa estabilidad en nombre precisamente del futuro de esa ingente cantidad de jóvenes sin perspectivas de proyecto vital, social y colectivo.


      El discurso económico, por otra parte, carece de convicción en lo que plantea como remedio; sus portavoces y muñidores no se lo creen. Aferrados a sus manuales, estadísticas y lugares comunes no quieren, repito, no quieren reconocer que esta situación escapa a los esquemas clásicos de los ciclos económicos y a los efectos benéficos de las políticas económicas basadas en la escuela de Chicago. Y no es que esos parámetros hayan dejado de producir ganancias y momentos de eclosión de beneficios para una minoría y algo de calderilla colateral para los adyacentes, es que ese modelo y los que en él se inspiran no pueden, con rigor y honestidad, presentarse como modelos capaces de hacer realidad, ahora o en un futuro algo de tanto consenso universal como la Carta de DDHH de 1948.


      Uno de los síntomas de que eso es así lo refleja la desaparición del discurso europeísta de los noventa. Ha sido arrasado por una realidad que ya se veía venir pero era incompatible con la ensoñación y el hedonismo a plazos tan confortables ambos, pero tan letales al final. no se lo creen he dicho anteriormente, pero como Blas Pascal decía con respecto a la fe, confían que a fuerza de repetirlo, su discurso se haga realidad. El que la minoría dominante de la que ellos forman parte sí se beneficie no pasa de ser una consecuencia de la imperfecta condición humana.

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