martes, 26 de febrero de 2019

Racionalidad o Palabrería


                
                            
Juan Balsera
Colectivo Prometeo                                                                                      

 
            Cuando los medios de comunicación informan sobre las declaraciones del Rey Felipe VI, en las que dice que “nada ni nadie puede estar por encima de la ley”, en principio, resulta ser una frase bien acogida por la ciudadanía, pero el Rey debe de ser cuidadoso al utilizarla, porque si el comportamiento del Jefe de Estado no se corresponde con la praxis del gobierno, el mensaje no solo se queda inutilizado sino que se vuelve en contra de lo predicado.
            Sabemos que el gran problema de la vida pública española es la falta de sintonía entre lo que se predica y lo que se practica, esto que a muchos le puede parecer hasta normal, tiene sus consecuencias en nuestras vidas cotidianas y terminan por producir impotencia  y retroceso social, pero sobre todo nos devuelve a la realidad que se ha  querido ocultar con grandes palabras pero vacías de contenido.
             En nuestra sociedad existen  una serie de problemas que sufrimos de manera cotidiana  y se afrontan con escaso entusiasmo desde el gobierno, como es el caso de la violencia de género. Como sabemos esta violencia, hunde sus raices en una relación desigual en la que domina la fuerza bruta y  la ideologia del varón  sobre  la de la mujer, que adopta un papel de sumisión. Se ha logrado un Pacto de Estado sobre este tema, pero no hay suficiente dotación económica, ni voluntad política  para llevarlo a cabo.


            El Acoso escolar, es otra de las manifestaciones de desigualdad entre adolescentes, a nivel psicológico,  de quienes se creen con más poder y lo ejercen para humillar a sus semajantes. ¿Se trata en profundidad este hecho desde el sistema educativo? ¿Qué valores realmente se están potenciando?
            El problema del Independentismo de Cataluña y de Eusskadi  nos refleja esa misma complejidad con grupos sociales y nacionales mas amplios.
            ¿Y el racismo y el fascismo? son otro claro ejemplo  que se nutre de la desigualdad, potenciando la supremacia del blanco o de una religión sobre el resto de pueblos o religiones del mundo.
            Como se puede observar son muchos los asuntos que reflejan esa desigualdad  manifiesta ante la vida y que se traduce en realidades que terminarán por afectarnos directamente al conjunto de personas que vivimos en España,  en el día a día, de forma significativa; tanto  por la amplitud de sensaciones y emociones, como por  el impacto que provocan en la vida cotidiana de toda la ciudadanía.
            Volviendo a la frase de nuestro Jefe de Estado,  “nada ni nadie puede estar por encima de la ley”; hemos de recordar que  unos meses antes, también la utilizaron  otros Jefe de Estado de nuestro entorno cultural, aunque con ideologías de izquierdas. Fue el caso del expresidente de Ecuador, Rafael Correa, y más recientemente del  presidente de Méjico, Andrés Manuel López Obrador, con una diferencia sustantiva: ellos lo predicaban y lo practican como dirigentes políticos ante su ciudadanía.

Sin embargo, el conflicto de Venezuela ha puesto encima de la mesa una realidad que se trata de distorsionar deliberadamente y evidencia la gran contradicción entre Racionalidad o Palabreria,
Andrés Manuel  Lopez Obrador actuó siguiendo la senda de la racionalidad, y así se lo hizo saber en el encuentro que mantuvo con Pedro Sanchez recientemente en Méjico, frente a la Palabrería hueca y exenta de contenido de nuestro Jefe de Estado, que a través de su presidente de Gobierno, Pedro Sánchez, invierte todo el orden Legal y constitucional tanto del Derecho Internacional de las Naciones Unidas, como de la Constitución de Venezuela y se alía con las tesis  del más fuerte, del más poderoso del planeta: EEUU de América del Norte.

            Cuando el más poderoso, que ha venido construyendo un poder  ideológico y legal a favor de sus tesis, es el primero en saltárselas,  es un síntoma de su manifiesta decandecia; es decir, el principio del fin de su hegemonía y,  como consecuencia,  del derrumbe de su cultura y de su poder económico.

            Pero eso no nos debe consolar, ya que eso no nos librará de vivir en nuestra carnes las contradiccicones de sus actos y  de nuestros actos.  Es muy probable que si no gana la racionalidad en este combate contra la palabrería,  el único camino que tendrá el decandente será intentar imponer esa supuesta fuerza bruta al resto, por tanto las consecuencias las tendremos a la vuelta de la esquina: guerra, destrución y miseria se extenderán por los confines de nuesto imperio decadente.

            En nuestras manos individuales está la respuesta.


                                                                            

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