lunes, 15 de julio de 2019

Somos tan grandes como nuestros sueños compartidos


Manolo Delgado Milán
     Sánchez teme a Pablo, pide auxilio a las derechas, y amenaza con nuevas elecciones. Pablo resiste, por más que también le mueven la silla, convocando a las bases de Podemos. Teresa que nunca pregunta nada a las bases andaluzas, lleva razón en que la consulta podría ser más clara, pero ¿qué podemos opinar si cualquier alternativa es un enigma?; ¿qué hacer cuando nuestro único posible aliado puede ser, lo que fue siempre, el mayor peligro?. Ni a Podemos, ni a Teresa Rodríguez, ni a Andalucía les fue mejor con su no pacto, que tampoco critico. 
Este es un bucle que sólo tiene solución en un marco más amplio, con más gente en la ecuación, y mirando antecedentes. 
   Por un lado, si yo fuera Pablo le diría a Pedro Sánchez: pacte con los pensionistas, con todos los sindicatos, con los autónomos, con las organizaciones agrarias, con las PAHs, con las organizaciones que nos defienden de las eléctricas, con el ecologismo y el feminismo. Cuando llegue a un acuerdo de programa con ellas, cuando tengan esas organizaciones plenas garantías de que las personas elegidas cumplirán, con mecanismos de control, tendrá todos los votos de Unidas Podemos. 
Para soportar esta idea debemos recapitular sobre lo que nos empeñamos en no tener presente.
Como partido central del régimen del 78, el partido fundado por Felipe González en Suresnes, con unas siglas abandonadas, inservibles durante el franquismo, llegó a su mínima expresión en las elecciones de diciembre de 2015. En ellas fue superado en votos, ampliamente, por la suma de Podemos e IU, que no lo superaron en escaños porque se presentaron separados.

     Desde el momento en que esa realidad fue puesta de manifiesto, se lanzó la mayor operación conocida de derribo de una fuerza política, usando todos los resortes visibles u ocultos del Estado subterráneo. 
    Era lo esperado porque el sistema político nacido del pacto que transformó la dictadura en una democracia devaluada y servil a los mismos poderes económicos, internos y externos (conscientes de la necesidad de cambiar para seguir prevaleciendo) es alérgico a una fuerza que represente la realidad insoportable de amplias capas sociales, que se mostraban estafadas por banqueros y traicionadas por los partidos políticos. 
    Fue visible el pacto de Sánchez con Rivera, que hoy es olvidado por muchos. Fue oculta la operación policial más repugnante que cualquier aspirante a demócrata rechazaría de plano, por ser equivalente a un golpe letal a la verdad, al honor y la imagen de dirigentes de una fuerza política, que son la materia esencial con la que se forma la voluntad popular al elegir a sus representantes y a un gobierno. El mayor escándalo conocido en el ámbito de las democracias europeas, mucho mayor que el Watergate en EEUU, también está siendo considerado irrelevante, por los medios y el resto de partidos. Pero bueno es recordar que el PSOE ha sido él mayor beneficiario del ataque a Podemos, en el que finalmente juegan un papel decisivo elementos internos que cruzan la frontera hacia el interior del sistema, al reino de lo tolerable. Hay un espacio señalado, incluso  desde antes del inicio de la llamada transición, por boca de Arias Navarro y Fraga, que pusieron el límite de los partidos legalizables en el PSOE, de acuerdo con Felipe González. Finalmente llegó la legalidad del PCE, tras la presión de las calles, la matanza de Atocha, y una conversación de seis horas de Suárez con Carrillo. De la misma sabemos hoy que el PCE renunció a tocar algunos pilares del poder franquista; no solo acató su bandera,  tampoco puso obstáculos a la restauración de la funesta monarquía borbónica, y por sus años de silencio sabemos que renunció a recordar y dignificar la memoria de las víctimas de los sublevados contra la República, cuyas familias quedaron en la penumbra de un olvido que el tiempo demuestra hoy imposible y vergonzante, mientras siguen laureados y exaltados en mausoleos, calles y plazas, los asesinos y torturadores.  
    Pero más allá de todo aquello, quedó también entonces cerrada una puerta que podemos traducir en que lo excepcional, lo ayer perseguido y hoy tolerado, no es asumible como posibilidad de gobierno.  
Después del vértigo de estos cinco años de intento de ruptura del bipartidismo diseñado entonces en la ley electoral, Pablo Iglesias se afana hoy en abrir esa puerta cerrada como última opción de que no se cierre la grieta que abrió el movimiento 15M. Abrirla supone romper con la norma no escrita por la que solo pueden gobernar los partidos homologados por el sistema, en el que no pueden entrar quienes se salen de un guión preestablecido, grabado por siglos en el subconsciente colectivo, y útil a los poderes transnacionales de un sistema mundo, que ayer se sirvió del franquismo en la guerra fría, y hoy está necesitado de un repliegue de la democracia y del estado de bienestar, declarado incompatible con la penúltima crisis de un capitalismo, insostenible para la vida en el Planeta, y de una Humanidad sumida en una crisis de civilización. 
Unidas Podemos está intentando trasmitir a una ciudadanía desesperanzada, que España tiene un papel esencial en este momento histórico, si hace de la necesidad virtud. Si afronta la aplazada regeneración democrática, tras décadas de corrupción; si afronta el cambio a un sistema productivo que esté de acuerdo a las enormes potencialidades de sus gentes, sus recursos y los avances tecnológicos, repartiendo la riqueza, cerrando brechas de desigualdad, garantizando derechos y servicios públicos. Un proyecto de país coherente con el reto de la transición energética, con el protagonismo de las mujeres; con la riqueza cultural de los pueblos que la forman en un pacto construido desde una nueva realidad federal y solidaria. 
Desde cada colectivo y rincón es más necesario que nunca que las personas acojamos un proyecto vital, el sueño de una España democrática, social, cuidadora de los Derechos Humanos, que se libera de pasados oscuros,  iluminando a Europa y el mundo. Es más urgente hacerlo hoy, justo en el momento en que  el sistema agita los miedos, amordaza libertades, porque quiere que vuelvan las águilas a anidar en las mentes frustradas de presente y de futuro.  

    Es hoy más necesario que nunca recordarnos que siempre es posible lo necesario, amplificar la democracia, la unidad en la acción hacia metas concretas de sueños cotidianos y accesibles.  Hace tiempo que sabemos que podemos ser tan pequeños como nuestras miserias, pero también sabemos que somos tan grandes como sean nuestros sueños.


1 comentario:

Paco Muñoz dijo...

Interesante análisis. Sigo todos los que haces del mismo calibre en otros medio. Enhorabuena. Salud y República.