martes, 20 de agosto de 2019

Resituarse ( I y II)


Friedrich:El mar de hielo
Julio Anguita
Colectivo Prometeo
[Nuestro querido compañero del Colectivo Julio está desarrollando en " El Economista"  su pensamiento ante la actual situación política.Lo hace mediante una serie de artículos agrupados con  el título común de " Resituarse".Os ofrecemos aquí los dos primeros, advirtiendo de que saldrán en las próximas semanas algunos más]
    La evidencia se ha abierto paso de manera descarnada y hasta cruel. El status, y hasta cierta progresía intelectual, no pueden asumir la presencia de Unidas Podemos en el Gobierno de España. Esta línea roja que el PSOE no puede traspasar, se ha hecho evidente para todo el mundo; menos para una parte de la Izquierda que todavía sigue cautiva de siglas, eslóganes y desmemoria.
    La suerte está echada. Los dados han rodado y ahora toca ser consecuentes con lo que Unidas Podemos sigue representando todavía para el imaginario colectivo de varios millones de ciudadanos y ciudadanas: la apuesta por un cambio económico, social, político y cultural en profundidad. Y ser consecuente comienza por asumir de una vez por todas que con el PSOE, que nació en el Congreso Extraordinario de 1979, no caben otros acuerdos que los referentes a cuestiones coyunturales y muy específicas. Por eso, seguir insistiendo en una alianza estratégica en aras de la construcción de una alternativa económica, social, medioambiental y moral a la crisis presente es la peor de las quimeras. Repasemos la historia desde 1974 acá.
    Desde 1982 la izquierda no ha sido capaz de construir un proyecto estratégico que le permitiese huir de tener que optar entre la amañada antinomia de una izquierda "moderna" (el neoliberalismo europeísta del PSOE) y una derecha heredera del franquismo. Y las pocas veces que ha intentado ponerlo en marcha, ella misma se ha encargado de neutralizarlo. Salirse de lo pautado da vértigo, pero quedarse en ello conduce a la anomia. Pedir ahora que se pacte con Sánchez un programa que justifique el apoyo a su investidura es, por enésima vez, seguir instalados en la irrealidad. ¿Cuándo ha cumplido el PSOE los acuerdos programáticos firmados? ¿Se ha olvidado ya la experiencia andaluza con Susana Díaz?

   Lo que subyace en el fondo de la propuesta no es otra cosa que el pánico a una nueva consulta electoral y sus hipotéticas consecuencias negativas. Y así seguimos instalados en el círculo vicioso de la creciente inanidad. A falta de propuesta sustentada en una organización eficaz y asentada en todo el territorio español, nos sentimos obligados a escoger el "mal menor". Y así hasta la dilución. ¿Se ha pensado alguna vez en cortar el nudo gordiano de la dependencia y de la subalternidad?¿Es tan difícil llevar a las instituciones el impulso del 15-M? ¿Se ha olvidado que las ideas y los proyectos solamente viven y son posibles con organización, organización, organización?
Obcecada con la inmediatez, la Izquierda no parece reparar en que más allá de la Investidura hay vida, un país cogido con hilvanes y unas gentes que viven en la práctica sin derechos económicos y sociales. Paradójicamente, la situación devenida tras el fracaso de la Investidura puede constituir un punto de inflexión para la Izquierda que quiera ejercer como tal. Solamente debe aclararse y ser consecuente política y organizativamente con ello. No creo que deba ser difícil. ¿O tal vez sí? ¿Lo comprobamos?
   El mayor error que la Izquierda española sigue cometiendo, es su pertinaz insistencia en ubicar al actual PSOE en un ámbito ideológico y político común con ella. Pareciera como si su pensamiento estratégico – caso de tenerlo más allá de formulaciones pasajeras- estuviese atrapado en el mundo de los atavismos heredados de una historia lejana o en el poder mágico de las siglas. Instalada en esa querencia, cree o quiere creer, que en los enfrentamientos electorales entre PSOE y PP hay una causa en la que se debe escoger partido cono si de una causa propia se tratara.
   Los defensores de un Gobierno de coalición ya han tenido la respuesta a sus pretensiones: era imposible. Por otra parte, los partidarios de la fórmula portuguesa ya han recibido desde el país vecino la ducha fría de la contumaz realidad: la socialdemocracia, con matices y diferencias muy secundarias, forma parte del neoliberalismo. Ambas posiciones se encuentran hoy ante un panorama muy poco halagüeño. A las evidencias desmontadoras de sus aspiraciones y proyectos quiméricos, se le añade la posibilidad de unas elecciones a las que temen como a la muerte. En verdad es que el dilema es trágico: un papel muy secundario en una obra que hacen otros o seguir retrocediendo a los orígenes de IU o el PCE de 1977.
  A la gravedad de la situación de la Izquierda hay que añadir el cáncer (¿congénito?) de su permanente división y subdivisión. Creo que ese mal no es otra cosa que la carencia de proyecto político e ideológico asentado y fundamentado en el estudio, el análisis, el compromiso y el ejercicio consecuente de la convicción democrática. La Democracia –además de la participación en las decisiones–, es método, procedimiento, acceso a la información y compromiso militante con la voluntad colectiva libremente adoptada. Ese permanente trasiego de siglas, fracciones y grupúsculos después de un revés electoral no es otra cosa que la explicitación del narcisismo en estado puro. El culto a la imagen propia (personal o grupal) sustituye al proyecto "Todo menos contribuir al diálogo", el debate sereno y la posterior toma de decisiones con las consecuencias inherentes para personas o colectivos. El resultado trágico de las últimas décadas es que el debate clarificador y audaz que la Izquierda necesita ha sido sustituido por el sucedáneo mediático. El proyecto se diluye y aparece la mercancía electoral. Así, proyectos como "La Construcción de la Alternativa", "El Cambio Profundo", "El Proceso Constituyente" o el impulso del 15-M, fueron abandonados apenas nacidos en aras de la estéril e imposible "Unidad de la Izquierda" con el PSOE.
     La Izquierda se resiste a asumir que ha sido derrotada en toda la línea y que sus adversarios ostentan la hegemonía ideológica, política y cultural. Dominan el relato, como se dice ahora. Primero fueron los sindicatos autodenominados "de clase" y después las organizaciones clásicas. El aggornamento "europeísta", la posmodernidad y el mito de la globalización ineludible terminaron de acabar la faena.
    Pero es hoy, paradójicamente, cuando la Izquierda tiene la posibilidad de refundarse desde los presupuestos clásicos (y por eso inmarcesibles) y los nuevos conflictos que siguen afectando, como siempre, a los más desfavorecidos objetivamente. Pero esa refundación demanda una serie de valores, presupuestos éticos, proyectos, programas y actitudes y eficacia organizativa capaces de remodelar una Izquierda, plural, cohesionada en la acción y omnipresente en la confrontación ideológica. Y además, capaz de renacer en una nueva cultura de la gobernabilidad, la movilización y la pasión por el conocer.

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