domingo, 29 de marzo de 2020

¿Es posible un futuro mejor?

Monet:"Impresión, sol naciente"


Juan García Ballesteros
Presidente del Colectivo Prometeo

Llevamos varias décadas sufriendo crisis, sobre todo económicas. Después de cada una de ellas la situación social ha ido empeorando, de forma dramática, machacando cada vez más a la clase trabajadora. La última (2008) también ha afectado gravemente a las clases medias profesionales, a los autónomos y a las FYMES. Durante todos estos años de implantación e imposición del sistema capitalista neoliberal, se han aumentado considerablemente las diferencias entre 1 % de ricos y el 99 % de la población. Y ha ocurrido, que una parte importante de la ciudadanía, se haya visto condenada a padecer una situación de supervivencia en unas condiciones de vida miserables. Mucho se ha quedado por el camino y muchos derechos conquistados perdidos (laborales, sociales y políticos). Tantos recortes, tanta austeridad y tanto desmantelamiento de “lo público” ha ido dejando una estela de precariedad laboral, exclusión social y pobreza extrema. Ahora vemos las consecuencias.
Este sistema depredador, sin escrúpulos ni piedad durante mucho tiempo, ha logrado inmovilizar, frenar cualquier posibilidad de rebeldía de tantos millones de sufridores, mediante la inoculación del virus del conformismo, del individualismo, la resignación y del discurso que “estamos en el buen camino”. Para ello, contaban con aliados poderosos: como los grandes medios de comunicación, propiedad de los poderes económicos, con voceros periodista e intelectuales pesebreros, con los partidos de la derecha extrema y la socialdemocracia aliados y con determinados sindicatos “de clase”, vendidos. Funcionaban, como un reloj suizo los mensajes catastrofistas, inculcando un miedo perverso, si los millones de perjudicados se rebelaban contra tanta injusticia. Así se lograba que la sociedad, incluso la más depauperada, estuviera tan sometida que aceptaba las tesis de los poderosos.

Ha tenido que ser un pequeño “bichito”, un virus insignificante (Covid-19) el que pusiera patas arriba el sistema, el que, en poco tiempo, haya sido capaz de corroer los cimientos de este gigante de barro capitalista para poner sobre las cuerdas todas sus contradicciones, todos sus fracasos, todos los desastres ocasiones por sus políticas antisociales.
Este sistema neoliberal no tiene respuesta, ni solución ante una crisis sanitaria y humanitaria de esta envergadura. Han sido muchos años depredando lo público, ignorando el padecimiento de mucha gente. Pero claro, los que morían eran los ciudadanos de a pie que no tenían acceso a los alimentos, a las medicinas, al tratamiento o a los cuidados que necesitaban (Hepatitis, cáncer, dependencia, soledad), aquellos que se suicidaban porque lo desahuciaban de su vivienda o aquellos que morían de frío en la calle.
Ahora, para desgracia de todos, este pequeño verdugo del sistema no entiende de clases sociales, ni de recortes, ni de austeridad. Se va a llevar por delante muchas vidas, algunas de ellas injustas, muchas más de las que nos imaginamos, pero también va a poner sobre la mesa la perversión, el fracaso de este brutal sistema que ha generado tantas carencias, tanta desigualdad, tanta injusticia, tanta pobreza.
Posiblemente, los países del llamado “primer mundo” nunca pensaron que les tocaría, que la expansión del coronavirus y sus efectos devastadores salpicaran a todos los países. De lo contario, hubieran anticipado medidas sanitarias suficientes para que no les afectara. Esta pandemia ha pillado adormilado, sin reflejos, a un sistema capitalista muy debilitado por sus políticas antisociales, pensando que se libraría de una crisis sanitaria que estaba afectando a países muy lejanos. No asumieron que la globalización, con el trasiego de mercancías y personas, podría originar una rápida difusión.
Estamos en plena crisis de expansión del Covid-19 en España y no se vislumbra ni su pico, ni su finalización. Como he dicho, no hemos tenido la suficiente capacidad de respuesta por falta de medios humanos y materiales. Durante muchos años, en todas las CCAA (Madrid de las peores), los presupuestados destinados a políticas sociales (sanidad, educación dependencia, …) se han desviado hacia sectores privados, adelgazando “lo público”. Así nos hemos encontrado con una potente sanidad privada, en detrimento de lo que era la “joya de la corona”, la sanidad pública.
Las consecuencias han sido devastadoras: una disminución calculada de los medios materiales necesarios, que ahora tendríamos, para una asistencia sanitaria de calidad. Pero no sólo eso, también había que aligerar la nómina de personal de la sanidad pública ¡Eso era un despilfarro, mucho gasto! El despido de miles de médicos, enfermeros y personal auxiliar cerraría el círculo del desmantelamiento de la sanidad pública. Ahora, esta derecha cerril y reaccionaria exige, reclama urgentemente al Gobierno los medios (humanos y materiales) que ellos han escamoteado ¡Qué indignidad!
Miles de médicos y enfermeros han tenido que hacer las maletas y buscar trabajo en otros países, que se han beneficiado de estos buenos profesionales sin que hayan tenido que invertir en su formación. Ahora esos emigrantes son los que nos harían falta para afrontar con más éxito la pandemia. Pero la solidaridad de muchas personas, mucha buena gente, arriesgando su propia vida, están haciendo posible que la pandemia tenga unos efectos menos devastadores. Mi agradecimiento y gratitud a esos médicos, enfermeros, auxiliares, camioneros, dependientas, bomberos y fuerzas de seguridad por su imprescindible y arriesgada dedicación.
Cuando toda esta crisis pase, que pasará, nuestro país no será el mismo. Todos esos miles de personas contagiadas, todos esos miles familias destrozadas por la muerte de un ser querido, todos los que hemos padecido, sentido con rabia esta dura prueba, debemos ser protagonistas de un futuro distinto que debe llevarnos a un replanteamiento nuevo, a un posicionamiento comprometido de cada cuál hacia un cambio social profundo, para que nunca se vuelva a repetir esta desastrosa situación. Un cambio que suponga una transformación social y la asunción colectiva de los valores solidaridad, empatía y cooperación demostrados durante el confinamiento. Toda la sociedad, toda la gente, debe tomar conciencia de ello y actuar con valentía, cogiendo las riendas del futuro para buscar una salida a este capitalismo salvaje.
Pero, deberíamos saber a qué enemigo nos estamos enfrentado. El poder económico neoliberal no estará dispuesto a soltar amarras y ceder a la ciudadanía el protagonismo que pueda exigir. Sería el hundimiento del sistema y estoy seguro que no estarán por la labor. Cuando todo pase querrán que las aguas vuelvan a su cauce como si nada hubiera pasado, incluso endureciendo más los recortes. Pero, no tengamos duda, que, ante las posibles rebeldías colectivas, como jabalí herido, atacarán sin piedad cualquier conato de cambio. Disponen de todos los medios: la falsa democracia, la justicia, las fuerzas de orden y el poder económico. El pueblo, la inmensa mayoría de la gente consciente de lo que hemos pasado, sólo tiene la fuerza de su unidad y su decidido, valiente y arriesgado afán para luchar por un futuro mejor.

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