lunes, 3 de agosto de 2020

Una Hora con Eusebio Leal

Eusebio Leal con Julio en Córdoba

José Antonio Naz
Colectivo Prometeo

El 31 de julio ha fallecido Eusebio Leal, conocido desde hace décadas como el “historiador” o el “restaurador” o “conservador” de La Habana, tenido por alcalde “oficioso” de la ciudad y con reconocimiento de ministro. Al leer la noticia me vinieron en tromba todos los recuerdos de la conversación de una hora que mantuvimos con él mi mujer y yo. Era el 6 de Agosto de 2007 a las 11h en punto, en su “oficina del historiador”. Llevábamos varias semanas de viaje en Cuba, compaginando las visitas más “turísticas” con encuentros con algunos contactos de personas cubanas , algunas de ellas conocidas como cooperantes en Cordoba y otras del ámbito educativo y de la administración de turismo. Habíamos preparado el viaje a conciencia con el objetivo de conocer en 25 días una parte de la isla, pero sobre todo a su gente y su “proyecto” sociopolitico. Por eso, cuando Julio me sugirió que podría pedirle a su amigo Eusebio Leal que nos recibiera, aparte de aceptar con entusiasmo, dediqué un tiempo a informarme más de su trabajo y personalidad y a preparar un cuestionario sobre mis principales interrogantes, completados con los surgidos tras las dos semanas de estancia.

Pero Eusebio se adelantaba a lo que sabía era nuestro interés sin que tuviéramos que preguntarle. Tras saludarnos y preguntarnos por la salud de Julio y disculparse por no tener tiempo para atendernos mejor y poder enseñarnos La Habana, empezó a explicarnos su trabajo de tantos años en la reconstrucción y mantenimiento de la ciudad colonial y los problemas con la escasez de recursos, las dificultades para conseguir subvenciones y también para que el trabajo “cundiera”, dada la mentalidad “funcionarial” (en sentido negativo) de muchos trabajadores. Confirmaba imágenes presenciadas por nosotros de una docena de personas, supuestamente trabajando en la reconstrucción de un edificio, una buena parte limitándose a charlar y comentar el trabajo de los otros. Y siguió desvelándonos con precisión y claridad los logros y contradicciones de la revolución: la necesidad del turismo como motor económico para sobrevivir al bloqueo de EE.UU y el problema de que este funcionará con dólares, lo que se intentaba paliar con el “ peso convertible”; la cobertura de las necesidades básicas para toda la población y la formación y el trabajo igual para todos, pero cualquier trabajador en un hotel podía ganar más con las propinas que el salario de un médico; el gran nivel de formación académica y cultural que la revolución proporcionaba a la población y la tentación para muchos de sacar rendimiento de ello en otros países capitalistas; la apuesta decidida del gobierno por el desarrollo “humano” (educación, sanidad, cultura, alimentación, vivienda, trabajo) en un mundo globalizado donde predomina el consumo tecnológico y el capitalismo financiero; la conciencia de los logros revolucionarios en una mayoría de la población, sobre todo de las generaciones que vivieron los cambios y el peligro de que las generaciones más jóvenes no valoren algo que les viene dado y se dejen seducir por los valores capitalistas; la importancia de la democracia directa de elegir representantes en cada zona, distrito o barrio, pero que requiere una gran participación e implicación ciudadana.

Nos impresionó la genialidad y objetividad de sus análisis. Mostraba un gran humanismo, en el sentido renacentista de conocimiento y cultura y en el filosófico de preocupación por el ser humano. Quedamos prendidos de la sencillez en el trato, la sabia humildad y la apertura de mente. Todo lo contrario a los clichés con que los medios de masas de nuestros países denominados “desarrollados” nos dibujan a los dirigentes “cubanos, comunistas, castristas”.

Entendimos perfectamente su sintonía con Julio.

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