viernes, 16 de abril de 2021

¡¡¡ A Desatar!!!

 


Manuel Delgado Milán



Democracia significa que el pueblo manda, que se manda a sí mismo. Significa que el pueblo obedece la ley porque ha sido él quien ha legislado. Significa que nada está fuera de su campo de decisión y, por tanto, que cualquier ley anterior puede ser reformada o simplemente derogada.

Ayer mismo se decidió combatir con más eficacia la violencia contra la infancia. Entre otras modificaciones se propuso por la Ministra Ione Belarra de UP que estos delitos no prescriben según las reglas normales, sino que, como excepción a ellas, los tiempos de prescripción no comienzan hasta que las víctimas no cumplan 35 años. Naturalmente hay muchos motivos para que así sea. Los había durante décadas lo mismo que ayer, para que, no una mayoría de los representantes, sino todos, propusiera y votara esta y otras reformas que recoge este proyecto de ley, que ayer pudo iniciar su camino en el Congreso. Eso sí, con el rechazo de Vox, a quienes la infancia no les importa, y sobre todo si son menores inmigrantes, no acompañados, los considera enemigos de la sociedad.

Este es un ejemplo de decisión democrática sobre lo que no nos gusta, a la mayoría, y en definitiva de normalidad democrática. No corrió lo mismo cuando se reformó la Constitución a las órdenes de Merkel, en el mes de Agosto, por acuerdo de Zapatero y Rajoy, para tranquilizar a los mercados de deuda, garantizando su pago por encima de cualquier gasto en Sanidad, Educación o Dependencia, y abrir un proceso de deterioro de todo los servicios públicos, que, por ejemplo, estos meses se está pagando con muchas muertes evitables.

Es decir, no siempre ocurre que nuestros representantes obedecen al pueblo, que ha votado un programa que aquellos traicionan. Pero es que hay leyes que son cerrojos para que las leyes que no gusten a la mayoría sean las más difíciles, por no decir imposibles de cambiar en la práctica. La propia Constitución para poder modificar, por ejemplo la inmunidad del monárquica, dejando claro que si un rey roba, evade y malversa, debe ser destituido y castigado. Se debe poder resolver la contradicción de que todas y todos somos iguales ante la ley, que se dice por un lado, y menos el rey, que se dice por otro que no responde de los crímenes, que como cualquiera pudiera cometer. La contradicción que supone que, si la segunda hija de Felipe hubiera sido hijo, Leonor no aspiraría a ser reina, pues sería preferido el macho menor a la hembra mayor, según el artículo 57.1 de la Constitución. Ya Felipe es rey en aplicación de este artículo, en detrimento de su hermana Elena y de Cristina, la que no sabe nada, ni se acuerda de nada, aunque se gastaba todo lo que robaba su querido esposo gracias a ser su esposo y yerno de su padre, y de quien, desde la casa Real, le iba diciendo donde tenía los "negocios" preparados.

Pues bien, para cambiar esta situación es necesario, primero que estén de acuerdo 2/3 de las cámaras, disolver las Cortes, elecciones a Cortes Constituyentes, aprobación en las mismas por los mismos 2/3 y votación aprobatoria en referéndum. Es decir, que ES IMPOSIBLE QUE EL PUEBLO DECIDA, si los diputados de dos partidos monárquicos como son el PP Y el PSOE no se ponen de acuerdo en proponer una reforma republicana y dejar hablar al pueblo sobre si queremos seguir siendo menores de edad y súbditos de un rey, alguien que nadie elige y que puede hacer lo que le dé la gana impunemente, porque, así lo dice la Constitución. Pero lo más lamentable es que durante cuarenta años lo han ocultado los medios de comunicación y los gobiernos de estos dos partidos que han sabido cada paso del rey (esa es la única desventaja de ser rey) pues su obligación y a nadie se le oculta que un rey es la persona más vigilada y protegida de España. Tanto los medios como los gobiernos de España han vulnerado (sigue siendo así me temo) el derecho a la información de la ciudadanía tutelada española.

De normalidad democrática, nada. La única de cambiar es una gran Unidad Cívica, la restauración de una gran ética cívica de un pueblo que se reivindica como tal, contando con una vanguardia intelectual a la cabeza que diga basta y unas elecciones digan de forma clara que este pueblo quiere los cambios que se quedaron en el tintero en la llamada transición, desatando lo que ciertamente estaba y sigue estando muy bien atado.




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