sábado, 20 de mayo de 2023

Los relatos también se caen




Remedios Copa
Colectivo Prometeo

Cada vez son más visibles las grietas del relato de “la guerra no provocada” en Ucrania.

Desde 2022 el relato de la Casa Blanca y de la zona OTAN es que esta guerra fue provocada por Putin, afirmación que muchos refutan por varias razones; la primera es que en ese caso estaríamos ante la primera guerra que no respondiera a razones históricas, económicas, geopolíticas, o ambas a la vez.

Aunque la frase más repetida en todos los noticieros estadounidenses, Washington Post y New York Times incluidos, y medios de comunicación de cualquier tipo en el resto de la zona OTAN, es “guerra no provocada”, cada vez se filtran más los verdaderos motivos por los que la guerra de Ucrania fue provocada y no precisamente por Putin. Para seguir dando poso al discurso, recientemente Thomas Fridman, peso pesado y principal transmisor de inteligencia de la CIA para reportar las noticias al New York Times, afirmaba en su artículo de opinión que “desde el inicio de la guerra solo ha habido un lugar para entender su cronología y dirección y ese es la mente de Putin; de ahí provino completamente esta guerra”.

El mantra de “guerra no provocada”, al igual que el de la existencia de “armas de destrucción masiva” en Irak, devienen de grandes mentiras cientos de veces repetidas y que cuanto más grandes, estamos viendo que más calan en la opinión pública. La teoría de comunicación de Goebbels da sus frutos y configura la opinión pública en torno a la creencia propuesta.

Pero no todas las voces son concordantes con dicho mantra, como refleja la entrevista realizada al Secretario General de la OTAN, Stoltenberg, publicada en el Washington Post, en la que afirmaba que la guerra de Ucrania no comenzó en 2022 si no en 2014, fecha en la que la OTAN ha implementado el mayor refuerzo militar colectivo desde el final de la guerra fría.

Hasta 2014 los aliados de la OTAN estaban reduciendo sus presupuestos en defensa, pero desde entonces, todos los aliados los han aumentado significativamente. Tal como afirma Stoltenberg la guerra comenzó en 2014.

Un hecho que no se puede obviar es que los EE UU financiaron con más de 5.000 millones de dólares el golpe de Estado contra el legítimo Gobierno del Presidente Yanukóvich, al que depusieron por haberse opuesto al ingreso de Ucrania en la U E, con la finalidad última no era otra que el posterior ingreso de ucrania en la OTAN.

La participación estadounidense en la financiación para que las organizaciones fascistas y de ideología anti-rusa derrocaran al presidente legítimo y sustituirlo por el Gobierno de Petro Poroshenko fue reconocida incluso por Victoria Nuland, Secretaria de Estado de los EE UU. También está documentada la brutal represión llevada a cabo por Poroshenko contra la población ruso parlante del Este de Ucrania, (zona del Dombás), en la que fueron asesinadas más de 14.000 personas entre 2014 y 2022.

Lo que trata de ocultar EE UU en esta guerra es que la verdadera razón encubierta no era otra que la guerra con Rusia. No es extraño por tanto que Biden se jactase en su mensaje a la nación de haber logrado que su estrategia obtuviera los resultados esperados y Putin cayera en la trampa, reportando además para los EE UU el refuerzo de los lazos de la OTAN y la amistad con los países de la U E que ahora apoyaban las medidas propuestas contra Rusia. Por otra parte, señalaba los lazos económicos con la U E que beneficiarían a la economía norteamericana. Lo que no mencionaba era como esos lazos truncaban el hecho de que la U E pudiese convertirse en una potencia económica independiente o restaurar su propia geoestrategia política fuera del dominio de los EE UU.

Como muy bien aclaró Angela Merkel, nunca se cumplieron los Acuerdos de Minsk porque solo se habían firmado para ganar tiempo mientras se canalizaban miles de millones de dólares para armar a ucrania para la guerra.

Desde luego que hay hechos que no conviene olvidar para entender por qué ocurren las cosas. Una de esas causas que las explican fue el cambio de régimen provocado por los EE UU y la OTAN en 2014; hizo que el Kremlin respondiera con la anexión de Crimea para evitar que los EE UU estacionara su flota en Sebastopol y obtuviese con ello el dominio del Mar Negro, lugar en el que está establecida la flota rusa. Pero la anexión de Crimea no fue una toma por la fuerza, como nos quieren hacer pensar, si no fruto de una abrumadora mayoría de la población que votó a favor de salir de Ucrania y unirse a Rusia.

Por otro lado, si nos remontamos a 2021, el Gobierno de Ucrania aprobó entonces la estrategia de llevar a cabo la conquista militar de Crimea, estrategia que contó con el apoyo de los EE UU. Como ya advirtió Putin en su momento, si Ucrania se convertía en miembro de la OTAN, lógicamente ésta intervendría en esa guerra para reconquistar Crimea y daría pié a una guerra nuclear entre la OTAN y Rusia.

Como quiera que las advertencias de Putin no fueron tenidas en cuenta y los EE UU continuaron armando a Ucrania y trasladando armamento de la OTAN, (inclusive con componentes nucleares), cada vez más próximo a la frontera rusa, Putin envió tropas al Dombás cuya población venía siendo sistemáticamente bombardeada por el Gobierno de Kiev desde 2014 y ahora su estrategia se extendía a Crimea.

Lo curioso es que mientras Borrell afirma que la paz es posible y que existe la forma de obtenerla, también afirma que no la va a proponer. Y mientras la guerra continúa, los EE UU y la OTAN continúan armando a Ucrania e interviniendo cada vez más directamente en la guerra, sin renunciar a sus pretensiones de 2014, además de continuar integrando en la OTAN cada vez a más países que son frontera con Rusia y, por lo que se anuncia, ahora le toca a Japón.

Poco a poco nos están arrastrando a todos a un desastre ya anunciado y, lo más probable es que la propia Ucrania nunca vea cumplidas sus expectativas, aunque supuestamente ganase esta guerra, porque no dejar de ser un peón de intereses ajenos.

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