domingo, 10 de diciembre de 2023

Clima, guerras y COP28




Remedios Copa
Colectivo Prometeo

 

En la actual COP28, con sede en el centro neurálgico de la producción de energías fósiles y con más asistentes de corporaciones y empresas con intereses en el sector que representantes de los Estados e Instituciones gubernamentales o no gubernamentales y científicas implicadas en los efectos del calentamiento global y el cambio climático, no parece que se vaya a producir avance alguno a favor de la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, contaminación de los océanos y acuíferos o pérdidadas de reservas naturales y biodiversidad.

Tampoco se habla de las guerras y de la amenaza directa que suponen para el planeta. Entre los años 1950 y 2000, según datos aportados por el biólogo Thor Hanson ya en 2009, más  del 80% de los principales conflictos armados del mundo se desarrollaron en lugares que son puntos críticos para la biodiversidad.

Las guerras no solo matan a las personas que están en el frente de la batalla, o a la población civil a la que últimamente tampoco respetan. Las guerras arrasan áreas naturales, destrozan cultivos y vegetación, provocan incendios e inundaciones como estrategia bélica y además, las armas de guerra arrojan gases tóxicos y metales pesados con los que se contamina el aire, el suelo y las aguas. Junto con la destrucción del hábitat natural de la zona se cargan la biodiversidad y la posibilidad de vida para las personas y lo más grave es que esa destrucción forma parte de una estrategia intencionada.

Actualmente, en las zonas de guerra se está vulnerando de forma descarada el Derecho Internacional Humanitario y su prohibición de utilizar técnicas que dañen a la población civil, destruyan los recursos naturales y modifiquen el hábitat. Nada de eso se está respetando.

Esa vulneración del Derecho Internacional Humanitario no está afectando solamente al territorio de las zonas en conflicto. Las consecuencias repercuten en el planeta en su conjunto, tanto por los efectos sobre el clima y los recursos, como sobre las personas y la biodiversidad del planeta.

La emergencia climática, que debería ser la cuestión prioritaria en estos momentos y el verdadero centro de los esfuerzos de la COP28, no está sirviendo más que para favorecer argumentos en pro de una agenda que en lugar de buscar medidas científicas y eficaces, busca argumentar el pretexto para servir a los intereses de unos cuantos derivando grandes cantidades de dinero a proyectos de dudosa o nula eficacia para resolver el problema y, lo que es peor, en la mayoría de los casos tienen efectos altamente destructivos y contaminantes además de resultar ineficientes. Todo esto viene agravado por la ineficiencia de los informes preceptivos, (pocas veces avalados por expertos o científicos), e incluso la aprobación de los proyectos aún careciendo de informe previo ni posibilidad real de alegaciones por las partes afectadas.

Poco o nada hará esta millonaria COP28 por resolver el grave problema de la pérdida de oxígeno en los océanos, algo que los científicos señalan que los datos actuales están resultando similares a los de la última gran extinción masiva. Así lo ponen de manifiesto los resultados del estudio realizado por el equipo del Royal Holloway y la Facultad de Ciencias Naturales del Trinity College de Dublín, que advierten de la fragilidad del entorno marino ante la contaminación y el calentamiento global que contribuyen a la transformación de las corrientes marinas y, a su vez, al agravamiento de la crisis climática.

El mencionado estudio concluye que la desoxigenación marina coincide con mayores niveles de extinción de especies ambientales marinas debido a que se modifican los ecosistemas y señalan el cambio climático y la contaminación por nutrientes como causa de la pérdida de oxigeno en los océanos.

Pero dado que cada aspecto que podemos analizar en el contexto del cambio climático requeriría un extenso espacio propio, concluiré con un breve repaso ilustrado con algunos ejemplos de los conflictos, cuyos efectos serán difíciles de detener mientras la industria armamentística tenga tal protagonismo y peso económico, lo mismo que sucede con las empresas de la energía y los intereses de rapiña de recursos por parte de algunos países.

Comenzando con un repaso por Vietnam y la estrategia aplicada por EE UU rociando la selva con productos químicos que destrozaron el entorno y afectaron a la salud de quienes allí se cobijaban y cuyas secuelas alcanzaron a sus descendientes que sufrieron graves mutaciones; recordemos otra guerra que acabó con el 90% de los animales del Parque Nacional de Gorongora, sin olvidar los ejemplos más recientes que se vienen observando en la actual guerra en Ucrania ya supuso graves riesgos incluso de accidente en la mayor central nuclear de Europa y terribles inundaciones con vertidos contaminantes y dispersión de minas antipersonales, todo ello provocado por la voladura de la presa de Nova Kajovka, o las 120.000 aves migratorias exterminadas en el incendio provocado en la Reserva de la Biosfera del Mar Negro y, como olvidarlo, los vertidos al mar y los miles de toneladas de gases de efecto invernadero vertidas a la atmósfera con la voladura de los gaseoductos Nord Stream. Y ¿qué decir de lo que se está exterminando en Gaza?






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