viernes, 3 de enero de 2025

Un Año Nuevo cargado de incertidumbres




Remedios Copa
Colectivo Prometeo

Pablo Neruda intentaba hacer de la realidad una experiencia poética y, como la realidad la podemos ver de varias maneras, encontrar poesía en lo sencillo y cotidiano nos puede conducir a lo espléndido y, de ese modo, a Neruda le llevó a dejarnos dos maravillosos ejemplos a partir de lo cotidiano y lo sencillo: “Oda a la alcachofa” y “Oda a la cebolla”.

En circunstancias difíciles, desgranando capa a capa el devenir de los acontecimientos, podemos alcanzar la esencia que acalle la inquietud del corazón cuando ponemos nuestra atención en lo inmediato y sencillo que nos rodea.

En un mundo tan inseguro y convulso como el que hoy tenemos, con una élite mundial, cuyo 1% acapara el 30,3% de la riqueza total y el 0,1% más rico posee el 13% de la riqueza total constituyendo en realidad el auténtico poder en la sombra y manejando a su antojo a quienes han sido elegidos en las urnas, esa élite poderosa está promoviendo guerras para hacerse con el control de los recursos del planeta y satisfacer su afán de poder absoluto; unas guerras en las que se ataca directamente a la población civil, se cometen genocidios y se hace papel mojado del Derecho Internacional y los Derechos Humanos.

La inseguridad y el desconcierto, fruto en parte de la desinformación y el miedo hacen que la población sea cada vez más manipulable e indefensa. Pero el silencio ante el relato oficial impuesto por las élites, la cultura del individualismo que desarticula la solidaridad y la fuerza, conlleva la desesperación que conduce a la depresión y el suicidio en lugar de la articulación colectiva de una respuesta social activa y colectiva.

Es difícil embarcarse en una cruzada poética en un mundo tan distópico como el que las circunstancias apuntan pero, como en los referidos ejemplos de Neruda, en lo cotidiano, en el fondo de nosotros mismos y en la capacidad de la resiliencia del grupo social de base que constituye esa gran mayoría de la población que no forma parte de la clase privilegiada, está la única respuesta posible a los desmanes y abusos de los pudientes y los señores de la guerra a su servicio que detraen nuestro dinero y recursos para ponerlos a su servicio.

Tan difícil como cultivar lo poético con el estómago vacío, aunque hubo quién lo hizo y maravillosamente además como Miguel Hernández en “La nana de las cebollas” escrita en la cárcel, o “Las abarcas desiertas” (…y encontraban los días, que derriban las puertas, mis abarcas vacías, mis abarcas desiertas. Nunca tuve zapatos, ni trajes, ni palabras: siempre tuve regatos, siempre penas y cabras), igual de difícil es promover una respuesta social articulada ante los problemas y retos que nos acechan.

Con el derecho a la información veraz convertido en desinformación organizada, castigando las voces disidentes del relato oficial, asesinando a periodistas, prohibiendo medios de comunicación críticos con el sistema imperante y fomentando en cambio medios que promueven bulos y mentiras, también es difícil generalizar un pensamiento crítico lo suficientemente fuerte para cuestionar el paradigma imperante. Pero igual que con hambre se puede crear poesía, también se puede crear unión, fomentar resiliencia y fuerza social. Claro que en ambos casos no será un esfuerzo exento de dolor, sudor y lágrimas, como la propia historia nos enseña. Algo que hubiera sido evitable si los pueblos no olvidaran su pasado y aplicaran su resiliencia para no repetirlo.

Pero como dice José Antonio Marina, cuando los “tweet”, sustituyen el debate por consignas, los emoticonos y el “me gusta”, pensado en principio como medidor publicitario del éxito de un producto, se ha convertido en el medidor del éxito personal y su aceptación social convirtiendo así al sujeto en mercancía de consumo…

Así, mal nos va para avanzar en la dirección necesaria. De ahí la necesidad de un debate serio sobre las redes sociales y su efecto social.




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