lunes, 15 de septiembre de 2025

Celebremos (y cuidemos) la Democracia.




Ángel B. Gómez Puerto
Colectivo Prometeo
Profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Córdoba.


Por decisión de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), de 8 de noviembre de 2007, se estableció el 15 de septiembre como Día Internacional de la Democracia, como un recordatorio anual de la necesidad de promover y proteger los principios democráticos a escala universal, la defensa de la efectividad de los derechos humanos.

Pero qué es la democracia, qué significa dicho concepto realmente. En la historia del ser humano, uno de los elementos de evolución como ser esencialmente social ha sido la manera de tomar decisiones, de ejercer el poder, de ampliar y ensanchar las posibilidades de tener en cuenta las propuestas de la mayoría del grupo, de la comunidad. Ese carácter de ser social, clave para la idea democrática (el ejercicio del poder por el pueblo), fue expresado de manera magistral por Aristóteles en su Política, hace ya veinticuatro siglos, con esta conocida frase: “la naturaleza arrastra pues instintivamente a todos los hombres a la asociación política”.

En los últimos siglos de la historia universal, se ha evolucionado desde el absolutismo extremo que personalizaba en el monarca al propio Estado, hasta sociedades democráticas avanzadas, con sufragio universal y mecanismos de participación popular directa, situación en la que nos encontramos ahora en una parte del planeta. En pleno siglo XXI siguen existiendo partes del mundo en el que rige aún el autoritarismo. Y, hemos sufrido experiencias en la Europa del siglo XX de Estados violentos contra el propio ser humano. En todo caso, como nos recuerdan los profesores Pérez Royo y Carrasco Durán en su clásico manual de Derecho Constitucional, “en términos generales, antes de 1914, en Europa existe el Estado constitucional pero no el Estado Democrático, pues, el Estado de finales del siglo XIX y primeros años del siglo XX, es un Estado oligárquico, en el que es una parte reducida de la población la que únicamente participa en el proceso político”.






Es claro que es muy importante cuidar y potenciar la idea democrática, el ideal constitucional como proyecto común de vida y como patrimonio jurídico-público colectivo. Los Estados con estructuras democráticas asentadas también colapsan, a veces con enemigos interiores, que desde la institucionalidad las destruyen. Y, en la actualidad de esta mitad de la tercera década de siglo, este peligro es real.


Actualmente, los textos constitucionales son la norma esencial para cualquier sociedad democrática, sobre todo tras la segunda contienda mundial, superado el horror causado por las diferentes formas de autoritarismo en Europa, momento histórico en que la aspiración universal de la dignidad humana se conecta de manera definitiva a la idea de Estado constitucional, democrático. El reto es que siga siendo así en esta y siguientes décadas del siglo XXI.

España en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político, que asume que la dignidad de la persona, los derechos inviolables que le son inherentes, el libre desarrollo de la personalidad, el respeto a la ley y a los derechos de los demás son fundamento del orden político y de la paz social, y que las normas relativas a los derechos fundamentales y a las libertades que la Constitución reconoce se interpretarán de conformidad con la Declaración Universal de Derechos Humanos. Esencial planteamiento que determinará futuras acciones de nuestro Estado.

Pero, no siempre fue así, también lo era en la Constitución de 1931 y colapsó dicho Estado democrático, y España sufrió cuatro décadas de represión y violencia de Estado sobre una parte de la población española. Por eso insistimos en la necesidad de cuidado y atención a la idea democrática, por eso es tan importante la educación en valores y principios democráticos, y en la historia constitucional y democrática, tanto en lo universal como en referencia a España.


Tengo claro que la democracia se cultiva con educación, pero también con participación de la ciudadanía en los asuntos públicos, incluidos los mecanismos constitucionales de participación directa. Por eso es tan importante que nuestra actual Constitución de 1978, en su artículo 27, al proclamar como fundamental el derecho a la educación, inserte en su literal que dicho derecho tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales.







Termino esta reflexión con esta idea del Secretario General de las Naciones Unidas, el portugués Antonio Guterres: “el motor de la democracia es la voluntad del pueblo, sus voces, sus decisiones y su participación”. Celebremos el Día de la Democracia el 15 de septiembre, pero cuidémosla todos los días.











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