miércoles, 24 de septiembre de 2025

Manuel Sacristán: honradez científica y voluntad revolucionaria

 

 Este artículo de nuestro compañero Víctor Ríos ha aparecido originariamente en el número 268 de la revista  de Debate Teórico y Político del PCE Nuestra Bandera ( índice en el enlace ) en el monográfico dedicado a Manuel Sacristán dentro de los actos de homenaje a su centenario.

Estimados amigos y amigas, 

La dirección de la revista Nuestra Bandera ha tenido la generosidad de permitir la difusión en abierto de los textos de quienes hemos contribuido a su monográfico  con motivo del Centenario de Manuel Sacristán. 

Dado que mi aportación al monográfico, titulada “Manuel Sacristán; honradez científica y voluntad revolucionaria” está en buena parte basada en mi intervención en el acto de Homenaje a Sacristán convocado en Córdoba por el Colectivo Prometeo el 4 de marzo de este año, en el que también participaron Jorge Riechmann y José Sarrión, me es grato brindarla al Colectivo por si consideráis oportuno difundirla entre los cordobeses y cordobesas y “más allá”… Con mi agradecimiento al Colectivo por su incansable labor político-cultural y por sus iniciativas ciudadanas que siguen dando brillantes frutos como el de la reciente inauguración del nombre de la estación “Córdoba Julio Anguita”. 

¡Salud y mucho ánimo!

Víctor Ríos
Colectivo Prometeo
 Historiador, miembro de la Fundación Neus Català y del Consejo Editorial de la revista "mientras tanto".

Víctor Ríos

  Resumen: Este ensayo reflexiona sobre el legado de Manuel Sacristán en su centenario, motivado por su insuficiente reconocimiento como pensador marxista. A partir de su testimonio personal, sus escritos y estudios existentes, se analiza su combinación de rigor intelectual y compromiso revolucionario. Se examinan tres aspectos: 1) su papel como referente ético para militantes del  PSUC y movimientos sociales durante el tardofranquismo, 2) su influencia póstuma en Izquierda Unida a través de discípulos como Fernández Buey, incorporando perspectivas ecologistas y feministas y 3) sus criticas pioneras a la crisis civilizatoria (ecológica y nuclear), cuestionando dogmas marxistas sobre el productivismo. 

El autor destaca como Sacristán afrontó las derrotas políticas con “lucidez y buen humor”, manteniendo su compromiso ético. Se concluye que su binomio honradez científica/voluntad revolucionaria≫ ofrece claves vigentes para proyectos emancipatorios, lo que se evidencia por el renovado interés académico durante el Año Sacristán.

Acerca del pasado y presente del conocimiento sobre Manuel Sacristán

El centenario del nacimiento de Manuel Sacristán (1925-1985) brinda una buena ocasión para aproximarnos a la figura y a la obra del pensador marxista más fecundo y polifacético de nuestro país. Su legado, marcado por el rigor intelectual y por la pasión de su compromiso ético y político comunista, contiene múltiples aportaciones frente a los retos planteados al pensamiento emancipatorio y a la praxis transformadora en el último tercio del siglo XX, retos que siguen presentes y agravados en nuestros días.

Quienes lo tratamos siendo más jóvenes y compartimos con él militancias, principios y proyectos desde finales de la década de los 60 hasta su prematura muerte el 27 de agosto de 1985 - en mi caso primero en el PSUC, bajo el franquismo, y luego en Comisiones Obreras de Enseñanza, el Comité Antinuclear de Catalunya y la redacción de la revista mientras tanto-, podemos guardar en nuestra memoria el recuerdo de un maestro con mayúsculas, un maestro que transmitía saberes y apuntaba valores decisivos para dar sentido a una forma de ser y estar en este mundo grande y terrible del que Sacristán auguró, en 1968, que veríamos cosas aún peores. Como así está siendo.  

Son múltiples y de diversa índole los factores que han contribuido a que Manuel Sacristán no goce del reconocimiento que su trayectoria y su obra merecen ni en la Academia ni en los ambientes de la izquierda realmente existente. Sin adentrarme ahora en ellas, más allá de constatar el infeliz estado en que se encuentran ambas, sí considero dignas de mención un par de salvedades positivas. La primera, a modo de reconocimiento, se refiere a la pertinaz labor investigadora y divulgadora de Salvador López Arnal a lo largo de cuatro décadas, a la que se han ido sumando las tesis y trabajos de un ramillete creciente de personas interesadas en diversos aspectos de su itinerario intelectual y político, con el correspondiente corolario de publicaciones de inéditos de Sacristán o de textos sobre su obra.

La otra salvedad es una constatación esperanzadora: durante este declarado “Año Sacristán” se están desarrollando aquí y allende los mares –Cuba, México…-  numerosas actividades de homenaje, estudio y divulgación de su pensamiento en espacios y foros muy diversos -facultades universitarias, ateneos, bibliotecas, centros cívicos, librerías- y van apareciendo nuevas publicaciones destinadas a los jóvenes y no tan jóvenes que podrán así descubrir y aquilatar el interés, la pertinencia y la actualidad de la obra y la ejemplaridad moral y política de Manuel Sacristán. Si a ello le agregamos las investigaciones y trabajos académicos en curso por parte de jóvenes estudiosos de diversas facetas de su pensamiento, quizás nos hallemos ante una inflexión prometedora en el conocimiento y divulgación de su legado.  

Territorios de su vida y obra por explorar

El estudio de una obra tan amplia, multifacética y aún escasamente trabajada como la de Manuel Sacristán puede dar frutos provechosos en diversos campos. Aquí me limitaré a esbozar algunos, relacionados con el pensamiento y la práctica político-cultural destinados al combate por la transformación social, cultural y política necesaria para alumbrar una humanidad justa y libre en una Tierra habitable.

Más allá de lo hasta ahora publicado, los materiales depositados en fondos como el de la Biblioteca de la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad de Barcelona, el Archivo Histórico del PCE y el Arxiu Nacional de Catalunya, entre otras fuentes de interés, pueden aportar luces a aspectos que permitirían avanzar más y mejor en el conocimiento de cuestiones como los debates en los órganos de dirección del PSUC y del PCE y las posiciones de Sacristán en ellos hasta su dimisión del Comité Ejecutivo del PSUC en 1969, la continuidad de su actividad militante en el PSUC hasta finales de los años 70,    sus opiniones sobre la política del partido en el final de una dictadura fascista que dejó intacto el aparato del Estado (Ejército, aparato financiero, administración del Estado…). Asuntos todos ellos que permitirían dirimir con mayor fundamento la controversia acerca de si Manuel Sacristán “no servía para la política”, como sostenían algunos dirigentes partidarios y opinadores varios o si en realidad sus diagnósticos y opiniones minoritarias, derrotadas, implicaban otra forma de entender la acción política y de construir una política comunista.

No se trata con ello de certificar lo ya conocido, como por ejemplo la muy distinta valoración moral y política, basada en su experiencia de años, que le merecían destacados dirigentes del PSUC como Josep Serradell, en un sentido o Antoni Gutiérrez Díaz, en el opuesto. Se trata de contribuir a una percepción más veraz de este periodo de la historia del comunismo español y catalán que permita a su vez sustentar mejor la reflexión sobre los estilos de pensamiento y las prácticas a evitar y a promover para dotar de mayor consistencia a un proyecto comunista capaz de enfrentar los retos culturales, políticos y organizativos presentes y futuros.   

Influencia de Manuel Sacristán en la I. U. de los tiempos de Julio Anguita

Otro asunto de interés pudiera ser el de establecer las relaciones e influencias del trabajo político-cultural emprendido por Manuel Sacristán al frente del colectivo de redacción de la revista mientras tanto, desde finales de 1979, con las distintas expresiones políticas de la izquierda transformadora, algunas franjas del movimiento obrero y los nuevos movimientos sociales organizados.
En vida de Sacristán estas conexiones se establecieron primero con las organizaciones situadas a la izquierda del PCE-PSUC y con sectores de los movimientos ecologistas, feministas y pacifistas más receptivos a las reflexiones expresadas en la revista. A partir de la campaña contra la permanencia en la OTAN y la participación en la misma de los militantes del PCE-PSUC y, de la llegada de Julio Anguita a la secretaría general del PCE en febrero de 1988, varios miembros del colectivo redactor de mientras tanto como Paco Fernández Buey y Juan Ramón Capella, entre otros, fuimos invitados a participar en espacios de reflexión de IU y del PCE, encontrando receptividad tanto a los planteamientos “roji-verde-violetas” y pacifistas como a la conveniencia de explorar nuevas formas de entender y practicar la política transformadora más allá de los esquemas clásicos de la relación entre partidos, sindicatos y movimientos sociales.

Así, tras la apuesta de Izquierda Unida en su primera asamblea federal de febrero de 1989 de trascender la dinámica de coalición de partidos para impulsar la construcción de un movimiento político-social y explorar nuevas formas de hacer política, las ideas de Manuel Sacristán, fallecido en agosto de 1985, obtuvieron cierta incidencia en Izquierda Unida de la mano de Julio Anguita, buen conocedor de las mismas a través de sus textos y de su vínculo con Paco Fernández Buey, sin duda su mejor continuador y difusor. Anguita, que ya había removido las aguas de la vieja política promoviendo desde el PCA en 1984 un amplio proceso asambleario y participativo culminado en el llamado Documento de las Amapolas y en la creación de Convocatoria por Andalucía, se sentía cómodo apreciando y compartiendo las reflexiones de Sacristán y Fernández Buey, que enriquecían y actualizaban el hilo rojo del programa básico de Izquierda Unida. De este modo, se iba abriendo paso en I.U. un programa transformador que procuraba captar y se proponía responder a la relevancia de los nuevos retos civilizatorios, intentando dotar a su vez de aire fresco a la acción política en su relación con los ciudadanos mediante nuevos espacios como las áreas de elaboración colectiva.

Una mirada al modo de entender y practicar el compromiso político-moral por parte de Manuel Sacristán y Julio Anguita permite constatar ciertos rasgos afines que algo influyeron en la militancia y en la política de Izquierda Unida en esa época: la relevancia dada por ambos a su concepción de la política como ética de lo colectivo; el énfasis en su dimensión educativa y la importancia de la labor pedagógica que de ella se desprendía; el valor de la coherencia, del ejemplo y de la austeridad en su conducta; el desdén ante los cenáculos cortesanos y la pedantería intelectual; su crítica al progresismo ingenuo y al determinismo economicista mediante el cultivo de un pensamiento crítico y en reelaboración permanente y contrastada con el principio de la práctica. Su coincidencia, en fin, en la idea de que el socialismo no debía ser solo "hacer lo mismo que el capitalismo, pero mejor", sino "vivir otra cosa", definía el espíritu y la intención del proyecto político-programático de ambos: el de dos comunistas caracterizados por “ir en serio” en su compromiso, que dejaron su huella la Izquierda Unida de aquel entonces, alimentada también por valiosas contribuciones como las de Ladislao Martínez, Julio Setién o Jorge Riechmann, entre otras. Una huella que contiene un conjunto de ideas, valores y conductas a tener en cuenta de cara a sustanciar la necesaria reformulación de un proyecto político-cultural transformador de largo alcance y a la altura de los retos y urgencias del momento histórico presente.

Lucidez y veracidad de un derrotado de buen humor.

Manuel Sacristán se supo derrotado y quiso ser un derrotado de buen humor. Una derrota que se manifestó en una doble dimensión: histórica, colectiva, y  personal, de sus posiciones político-culturales en su partido.

En una intervención en un coloquio sobre el intento de golpe de estado fascista de febrero de 1981, tras aludir al ambiente hostil a las motivaciones de la izquierda social, Sacristán afirmaba: “hay que arrancar partiendo de la convicción de que lo que nos espera es una larga travesía en el desierto. Seguramente me ayuda en eso la edad: ya no tengo pelos en la lengua y estaría dispuesto a decir que empieza a ser razonable pensar que la gente de la izquierda social de mi generación no vamos a ver ya un cambio positivo. Hasta este punto creo que vale la pena convencerse, al menos subjetivamente, para estar preparados. Yo creo que la gente de mi edad, de aquí hasta su muerte, vamos a estar en esta situación de derrota, con mayores o menores cambios, y que es la gente más joven la que acaso pueda pensar en otra cosa. Pero para que la gente más joven pueda pensar en otra cosa me parece absolutamente necesario admitir, como dijo Lukács poco antes de morir, por cierto, que hay que partir como si estuviéramos en 1845 o 1846, y eso quiere decir muchas cosas negativas y también positivas. Hay que empezar por una autoafirmación moral. Saber que en medio de esta espantosa derrota material, de todos modos, lo que ofrecen quienes están rigiendo el cambio social en estos momentos, no es más que la exacerbación de los horrores que estamos viendo, la exacerbación del hambre en el tercer mundo, del desarrollo de tecnologías destructoras en el planeta, etc., sin olvidar el punto del etcétera que más importa, a saber, la amenaza de guerra.”

 

La lucidez y el afán de veracidad, principios rectores de su modo de aproximarse al conocimiento de la realidad, se plasmaban con especial crudeza al abordar el análisis de las derrotas sufridas por el movimiento comunista a lo largo del siglo XX, pero iban a menudo acompañadas de la reafirmación de sus convicciones, haciendo gala con frecuencia de un agudo sentido del humor. Esa actitud tiene que ver con lo que su hija Vera explicaba de él, con varios ejemplos, en su contribución al dossier sobre su padre publicado en 2005 en el número 209-210 de El Viejo Topo:fue un hombre con gran curiosidad por todo cuanto le rodeaba, lleno de interés por conocer y entender, capaz de disfrutar y de apasionarse con las cosas más diversas y con las cosas más sencillas”.  

 

La contribución de Sacristán a la formulación de una política comunista contemporánea

Al reflexionar desde el presente sobre la trayectoria y la obra de Manuel Sacristán, un número creciente de sus estudiosos coinciden en que el paso del tiempo permite realzar su estatura en múltiples dimensiones: en la de la riqueza y creatividad de su filosofar, en su faceta de traductor, en la de su concienzudo trabajo de marxólogo, en la de tejedor de la renovación de la alianza ochocentista del movimiento obrero con la ciencia o en la de explorador de los elementos de una política comunista contemporánea.

En el verano de 1977, en una intervención a propósito del eurocomunismo en el marco de un curso sobre problemas actuales del marxismo, Sacristán planteaba, en contraste con la deriva política reformista, que una política comunista racional debe situar de modo bien claro y visible el principio revolucionario de su práctica. Sabiendo que lo científico consiste en asegurarse de la posibilidad de un ideal, sin empeñarse en una  pretensión de demostrar la inevitabilidad de su existencia futura. Afirmando que lo revolucionario es moverse en todo momento teniendo siempre consciencia de la meta y de su radical alteridad respecto de la sociedad actual. Y hacerlo sin engañarse ni desnaturalizarse. Para Sacristán la orientación general de un comunismo marxista tiene que consistir hoy en la reafirmación de la voluntad revolucionaria (sin la cual no sería una orientación comunista) y el intento de conocer con honradez científica la situación (sin lo cual no sería una orientación marxista)”.

A partir de estos criterios, Manuel Sacristán puso particular empeño en explorar las cuestiones que más le preocuparon en los últimos años de su vida: la crisis ecosocial y la espiral armamentista, máximos exponentes de una crisis de civilización cuya amenaza para la supervivencia de la especie añade mayor complejidad -y dramatismo- a los retos del movimiento emancipatorio contemporáneo. El estudio de ambas cuestiones le llevó a reconsiderar el papel que las corrientes marxistas dominantes otorgaban al crecimiento ilimitado de las fuerzas productivas materiales sin tener en cuenta su potencial destructivo y a revisar a su vez la tradición doctrinal de la concepción instrumental de las guerras en la época de la amenaza exterminista de una guerra nuclear.

Con estos enfoques y la consiguiente modificación de la concepción y tareas del sujeto social y político de la transformación, Manuel Sacristán contribuyó a abrir el camino para una reformulación del proyecto emancipatorio revolucionario sin renunciar al “hilo rojo” vertebrador de una identidad comunista así renovada.

Una lectura del conjunto de conferencias, artículos, entrevistas y notas editoriales de sus últimos años de reflexión vinculada a su actividad militante en los movimientos de trabajadores de la enseñanza, ecologista, antinuclear y pacifista sigue aportando valiosas pistas para quienes estén dispuestos a proseguir hoy la tarea del combate contra la explotación económica, la opresión política y la dominación cultural de un capitalismo que a través de sus crisis sigue alcanzando día tras día mayores cotas exterministas y genocidas. Y a proseguirla aprendiendo del ejemplo de honradez científica y voluntad revolucionaria  presentes en la orientación comunista de Manuel Sacristán.         

                                                                                                                      

 

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