jueves, 2 de agosto de 2018

Trama ENREDADERA: El dueño del Cortijo y sus " administradores"

Fuente:El Confidencial


José Luis Ulibarri: “no lo he estudiado porque eso tiene que venir de la mano de la Administración“
Juan Carlos Suárez-Quiñones: “pues yo, te digo, que soy la Administración“
(transcripción de conversación entre el empresario dueño de El Mundo Castilla y León y el Consejero de Fomento de la Junta, grabada por la Unidad de Delincuencia Ecnómica y Fiscal).


José Sarrión Andaluz
Coordinador IU CyL
Diputado / FCSM
    Cuando uno entra a un bar, si no está de acuerdo con la atención recibida o le parece excesivo algún precio, suele considerarse que lo correcto es preguntar por el encargado. No por el dueño. La diferencia es entendida por cualquier hijo de vecino: el dueño es quien posee el derecho de propiedad sobre un negocio y recibe los beneficios del mismo, y el encargado es la persona que tiene a su cargo el establecimiento en representación del dueño. Cuando el negocio es pequeño o de tipo familiar, el dueño y el administrador son la misma persona, pero en los negocios de envergadura todos sabemos que no es así. En Andalucía, donde el castellano cobra siempre un aire muy expresivo, se dice que una cosa es el amo del cortijo y otra sus manijeros, capataces de las cuadrillas de jornaleros que dirigen el trabajo, siempre en beneficio del dueño de la tierra. En suma, una cosa es el dueño y otra cosa es quien administra en su nombre a propiedad. O sea: los administradores.


    Las recientes informaciones de la Operación Enredadera han vuelto a revolucionar la percepción pública acerca de una administración autonómica que hasta hace poco se jactaba de que Castilla y León no había entrado en el mapa de la corrupción. A los Ayuntamientos registrados por la policía, a los cargos públicos detenidos e interrogados, se suman ahora dos informaciones relevantes: el Alcalde de León y el Consejero de Fomento conversaban telefónicamente con el empresario José Luis Ulibarri acerca de una mesa de contratación y de una obra pública, respectivamente, tal y como han mostrado los medios de comunicación.
   Recordemos que José Luis Ulibarri, uno de los grandes empresarios de Castilla y León enriquecidos durante el ladrillo, es además Presidente de Edigrup, grupo editor del diario El Mundo de Castilla y León, así como de la mitad de Radio Televisión Castilla y León (la otra mitad la tiene Méndez Pozo, quien ostenta el honor de haber sido el primer constructor que pisó una cárcel por corrupción).
   Insistimos: el Alcalde de la cuarta ciudad de la Comunidad, y el Consejero de Fomento (principal responsable de obra pública) de la misma. En un momento dado, el señor Suárez Quiñones (quien tiene además la sorprendente costumbre de recordarnos que él es juez), recurre a la cómica expresión “la Administración soy yo“, como un burdo eco de aquella conocida expresión “el Estado soy yo“ que se atribuía a Luis XIV de Francia, considerada epítome del absolutismo.

Jurídicamente no lleva razón el Consejero (la administración es un conjunto de órganos administrativos que tiene como función realizar una actividad para alcanzar el bien colectivo de un estado), pero se lo perdonamos porque por el tono de la conversación entendemos que Ulibarri es su amigo y que desempeñan una conversación informal. Lo preocupante en realidad es que, por la vía de los hechos, el Consejero lleva razón. La Administración es él, como lo es Silván en León. Ellos son la administración porque sencillamente no hay control ciudadano de lo que hacen, por más absurdos blogs de participación ciudadana que monten los técnicos del Consejero de Presidencia, o por más notas elevadísimas en transparencia que reciba la Junta por parte de una entidad privada (no hay entidad o blog alguno que permita controlar que dos mandatarios políticos telefoneen a un empresario amigo para informarle sobre algún suculento negocio). Es cierto: ellos son la administración. Cabría, sin embargo, preguntarse: ¿para quién administran?
    La Operación Enredadera, y lo poco que vamos conociendo de la misma, nos está demostrando dos cosas. La primera es que no hay “familias buenas“ frente a “familias malas“ en el PP. En cada investigación, en cada juicio, en cada caso surgen nuevos nombres, nuevas implicaciones, nuevos cargos públicos que demuestran que no son casos aislados, sino una auténtica trama de corrupción, estructural y no coyuntural, que es consecuencia de un sistema organizado y pervivente en el tiempo y que consiste en un monstruoso ente con dos grandes patas: una política y una empresarial, en la que el empresario corrompe al político a cambio de una posición privilegiada en la obra pública. No son manzanas podridas: es un modo de acumulación consustancial a la historia reciente de España, tan propio del capitalismo monopolista de estado del franquismo como de la España actual.
     La segunda conclusión, es que en Castilla y León no manda el Partido Popular. No mandan los Herrera, los Mañueco, los Silván, los Suárez-Quiñones. Ellos (bien lo dice el Consejero) sólo son los administradores. Quien mandan son los Méndez Pozo y los Ulibarri. Ellos son los auténticos dueños del cortijo. Los altos empresarios son quienes toman las decisiones en nuestra comunidad, y los políticos no son más que sus mandadillos, sus encargados, sus manijeros. Ya lo decía Julio Anguita: no hay político corrupto sin empresario corruptor. Éstos son nuestros emprendedores: bajo la efigie de hombres hechos a sí mismos, no son más que buenos corruptores, especialistas en el arte del sobre y el maletín que hicieron el agosto en un país poblado por políticos mediocres dispuestos a vender a su país por una buena prima. No son grandes empresarios: son especialistas en este capitalismo de amiguetes que lleva desangrando España desde el siglo XIX. No son creadores de riqueza: son parásitos que engordan gracias a las obras públicas que les pasan sus políticos amigos, y que pagamos las y los trabajadores con el sudor de nuestra frente. Ellos son los auténticos dueños de nuestro país y nuestra Comunidad, y los políticos gobernantes sus fieles administradores.




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