miércoles, 12 de agosto de 2020

Por una red de poder cívico


Manuel Delgado Milán.

La República no es un bien per se. Quizá podemos decir que hay tantas formas de "repúblicas" como experiencias republicanas haya habido en la historia de los pueblos. Están mucha gente en el error de creer que la República vendría, por si misma, si se va el rey detrás de su padre. 

No es así, aunque la monarquía es un mal en sí misma. Incluso aunque el monarca se comporte como la mejor de las personas, supone una desigualdad antidemocrática que convierte al resto de personas en seres inferiores. No es racional, y por tanto su instauración siempre fue impuesta por la fuerza, el engaño de un falso origen divino, y nunca fue fruto de una decisión colectiva, decidida, libremente, en ausencia de miedo o mentira. 

Pero sería un error gravísimo creer que todo se consigue, echando al rey. Es más, la República a la que debiéramos aspirar se debiera construir en positivo, sobre las bases firmes de garantizar las condiciones de vida digna en base a la efectividad de los derechos, la calidad de los servicios públicos, universales y económicamente sostenibles, en base a un nuevo, potente y sostenible sistema productivo, y a la justicia fiscal.

La República será el fruto de una intensa profundización democrática; de la participación de todos los sectores sociales, intelectuales y productivos, en una planificación democrática de la economía, y todas las políticas, en un proyecto de España, sentido como propio por la inmensa mayoría de la ciudadanía. 

En esa dirección creíamos muchos iba el movimiento 15M. En ese sentido, con Julio como referente, surgió el Frente Cívico Somos Mayoría. Por esa vía creímos algunos iba el surgimiento de Podemos, como algo mucho más amplio que un partido que después fue coaliciones, confluencias, con el objetivo de logros institucionales, casi exclusivamente. 

Este sería el mejor momento para recapitular, de empezar a sembrar una nueva realidad, incompatible con la desigualdad creciente, la ruina de la mayoría, la corrupción y los privilegios de una familia, y a su calor de unos cientos de las familias más ricas, de siempre. 

Y lo digo ya: esa realidad no la van a construir los partidos políticos. No, casi mejor que ni estén por medio. Sus dinámicas son contrarias e incompatibles con el empoderamiento social necesario. A los hechos me remito, del elefante que pudo ser el 15M, hoy no llegamos ni a ratón. 

La lección de tantos errores nos debería llevar a la creación, en cada territorio, dentro de cada sector con demandas colectivas, de una gran red cívica de fijación de objetivos comunes, de elaboración de propuestas programáticas, y de la organización y estrategias colectivas del que genere el mayor poder cívico posible para hacerlas realidad. 

Ese creo que es el camino y la meta. Cuando lleguemos, ya el rey y otras lacras habrán desaparecido. Y a eso, si queremos, le llamamos República, o Red de Poder Cívico.



3 comentarios:

Unknown dijo...

Ese tiene que ser el camino, se tiene que implicar la gente el pueblo si no nos pondrán una República tan cotucta como la monarquía un saludo

Paco Muñoz dijo...

Manuel se suscribe todo. Enhorabuena por el artículo.

FRANCISCO ROMAN GONZALEZ dijo...

Paco Román
El dilema es, la gente que apenas se mueve ,existe un pasotismo odioso.