"Jana" B.Helfand la judía que se rebela contra el sionismo y da la cara por una Palestina libre
Entrevista de Miguel Ángel López Muñoz (Colectivo Prometeo)
Traducción del inglés de Lázaro Entrenas Martínez (Colectivo Prometeo)
Chana Basha Helfand es una estadounidense nómada nacida en Filadelfia (Estado de Pensilvania, EE. UU.) que, entre otros lugares del mundo, ha vivido en España, entre Sevilla y Córdoba. Desde esta última ciudad tenemos la oportunidad y el placer de entrevistarla. Escritora, artista y profesora de inglés, es graduada en Historia con mención en Hebreo y Estudios Judaicos, Máster en Educación y, actualmente, realiza estudios de posgrado en Arteterapia. No obstante, en la actualidad, su principal proyecto personal es contribuir a la liberación de Palestina de las fuerzas de ocupación del Estado de Israel. En la siguiente entrevista, “Jana” demuestra el valor y la necesidad de liberarse del sionismo, no solo por parte de toda educación que pretenda contribuir a la libertad de conciencia si no, además, por parte de todo principio ideológico que defienda la paz y los derechos humanos en el mundo. En este sentido, a través del compromiso de esta activista pro-palestina, podemos comprobar que el exterminio actual del pueblo palestino en Gaza –en el marco de la irrupción del Estado de Israel en 1948 en Palestina–, no solo es el mayor genocidio del siglo XXI, sino el acontecimiento geopolítico decisivo para el futuro de la democracia como modelo de organización de la convivencia social, frente a los intereses geoestratégicos, ya sean económicos o ya sean ideológicos.
Hay judíos estadounidenses que han crecido como antisionistas. Desde el origen del sionismo hasta nuestros días siempre ha habido un porcentaje de judíos que se han opuesto al sionismo. De hecho, en sus primeros tiempos, el sionismo causaba rechazo en la inmensa mayoría de la población judía por distintos motivos que iban desde lo moral a lo político y a lo religioso. Sin embargo, yo no crecí en una comunidad judía antisionista. Así que, ¿cómo me convertí en antisionista? La respuesta corta es: conocí a palestinos. La respuesta algo más larga es esta: desde una edad muy temprana fui adoctrinada en una sinagoga sionista en la que judaísmo y sionismo están completamente fusionados. Aprendí el relato del estado de Israel fundamentado completamente en mentiras, y me convertí en sionista sin entender realmente lo que era el sionismo. Mi plan de vida para cuando llegué a la adolescencia era asentarme en Israel. Y allí fui en 2009, con idea de quedarme para siempre. Ignoraba por completo la historia palestina, no sabía nada de sus vidas, de lo que fue la Nakba. Después de conocer a mujeres y hombres palestinos y de escuchar por primera vez una pequeña parte de su historia, mis planes cambiaron casi de un día para otro. Me marché de Israel después de un mes, viví un par de semanas en una comunidad sufí en las montañas de Granada, y volví a los Estados Unidos. Allí tuve un colapso mental y comencé un proceso de desaprender todo lo que se me había enseñado sobre el estado de Israel. Hoy en día aún no he vuelto a Palestina. A final de septiembre de 2023 estaba esperando respuesta de una escuela en la Cisjordania ocupada con la vista en trabajar como voluntaria allí. Un par de semanas después empezó el genocidio.
¿Son la mayoría de los judíos estadounidenses antisionistas?
No, en absoluto. No tengo una estadística, pero sí sé que el número de judíos antisionistas ha ido aumentando desde hace tiempo, sobre todo en las generaciones más jóvenes.
¿Has visitado en alguna ocasión Israel?
Dos veces. La primera cuando tenía 16 e hice un viaje en grupo con mi familia. Vengo de una familia judía conservadora, pero durante un período de mi vida, fui incluso más religiosa que mi familia. Durante unos diez años quise convertirme en rabina. Fui judía ortodoxa durante unos dos años (feminista ortodoxa, para ser precisa). En aquel momento, cuando visité Israel, me molestó hasta tal punto que hubiera tantos judíos seglares en Israel, que ni siquiera me di cuenta de mucho más allá. Cuando volví en 2009 con la intención de vivir allí, ya había perdido mi religiosidad. Al haber sido tan religiosa durante tanto tiempo, fue una pérdida muy dolorosa. Me encontraba totalmente perdida y no sabía cómo construir una vida nueva a partir de una fe perdida. El “Israel” sobre el que había aprendido estaba basado en mentiras, por supuesto, pero yo no lo sabía entonces. Israel seguía siendo un sueño para mí. Me prometía que todo no estaba perdido, que podía construir una vida nueva desde mi fe perdida. Que podría seguir hablando hebreo cada día. Que, al menos, podría seguir oyendo la melodía de las plegarias que no podía pronunciar pero que aún seguía anhelando escuchar. Pensaba que el “conflicto” era una cuestión religiosa, así que mi plan era implicarme en los grupos de paz una vez asentada.
¿El sistema educativo estadounidense sirve de vehículo de transmisión de las ideas sionistas?
Sí. La mayoría, si no todos o casi todos, de intentos de enseñar sobre la Nakba y la verdadera historia de Palestina e Israel son tachados de antisemitismo. La represión de la verdad es omnipresente y abominable. Conozco docentes que han sufrido represalias (suspensión de empleo, despido, señalamiento como antisemita, etc.) por intentar tratar en sus aulas el genocidio actual en Palestina, o por demostrar su apoyo a Palestina fuera del aula. Esta represión es, sin embargo, parte del propósito del sistema educativo de estilo industrial, que supone tan solo un medio de control más para evitar que la gente piense, se cuestione, y sienta. Del mismo modo que la historia de la Isla Tortuga, uno de los nombres indígenas de Norteamérica, no se enseña en las escuelas, la historia Palestina también se omite, así como muchas otras cuestiones.
¿En qué sentido contribuyes como judía a la causa del pueblo palestino, perseguido y exterminado especialmente desde la creación del Estado de Israel?
Había dejado de llamarme y considerarme a mí misma judía hasta que empezó el genocidio en Gaza. Sé que hay debate sobre quién es judío o no, y sobre si el judaísmo es una religión o una etnia. Pero dado que no practico ni creo en mi religión, no hablo la lengua materna de mi madre y segundo idioma de mi padre (Yiddish), no cocino las recetas de mis antepasados, no considero a los judíos “mi gente” (para mí, la especie humana es “mi gente”), no sabía qué es lo que me convertía en judía. Cuando el genocidio empezó estaba en los Estados Unidos, donde sigue habiendo un apoyo masivo al Estado de Israel; precisamente por eso sabía que, en ese momento, sería más significativo alzar la voz por Palestina no sólo como ser humano sino como judía. Me gustaría decir que, para mí, todo lo que he hecho y sigo haciendo por Palestina lo hago simplemente como ser humano. Pero no es realmente así cómo doy la cara por Palestina.
Doy la cara por Palestina como judía. Como una judía con una herida que no deja de sangrar, sabiendo que la comunidad de la que vengo apoya este genocidio; sabiendo que contribuí al salvajismo cometido contra el pueblo palestino, aunque inconscientemente. (Como ejemplo: cada domingo, de niña, echaba dinero en la cajita tzedakah azul y blanca en mi escuela hebrea. Pensaba que estaba haciendo algo bueno, caritativo. Ese dinero iba a una organización mezquina llamada Fondo Nacional Judío, que lo usaba para plantar bosques sobre pueblos palestinos destruidos y “crear” así el estado de Israel, evitando el retorno de los y las palestinas a sus hogares y cubriendo las pruebas de dónde habían estado dichos hogares.) Doy la cara por Palestina desde el sentido de responsabilidad hacia la verdad, hacia una verdad que sé que mucha gente aún no conoce o no quiere conocer.
Doy la cara por Palestina con las historias que llevo en mis huesos. Las historias de mis antepasados, que tuvieron que abandonar Europa antes del Holocausto debido a pogromos. Doy la cara con la angustia de saber que la historia se repite fácilmente, que los oprimidos se convierten fácilmente en opresores. Doy la cara con estas preguntas llorando en mi mente: ¿Para qué sobrevivió la gente a los pogromos y el Holocausto? ¿Para infligir lo mismo a otros? ¿Cuándo acabará al fin la violencia?
Doy la cara con una noche en Madrid hace 16 años, que fue el último pequeño empujón en mi decisión de mudarme a Israel, cuando vi a un tipo en la Puerta del Sol con un cartel que decía “el Holocausto nunca ocurrió”, y todas las mentiras y el adoctrinamiento sionista en mí me dijeron: “¡Vaya! Como judía, el único sitio en el que estarás segura de esto es Israel.” Doy la cara con la pena de mis padres porque su hija haya decidido vivir en Europa, el lugar del mundo del que sus familias huyeron. Siempre vieron los Estados Unidos como su salvación. Doy la cara con la agonía lacerante de saber que Estados Unidos ha sido simplemente lo contrario a la salvación para mucha gente: un estado genocida y racista, que ha infligido gran salvajismo e injusticia a su propia población indígena, a la población africana que esclavizó y a sus descendientes, a muchos de sus propios ciudadanos y ciudadanas, y muchísima gente en todo el mundo. Doy la cara tratando de parar que el legado de supremacía blanca y supremacía judía siga siendo transmitido a una nueva generación.
Doy la cara con las palabras de un rabino sionista, el rabino de la sinagoga de mi padre. Un rabino que no responde a mis correos ni a mis preguntas sobre su humanidad muerta. En septiembre de 2023 volví a esa sinagoga por primera vez desde hacía años, únicamente para acompañar a mi padre, para quien su religión significa muchísimo, para un servicio por el año nuevo judío. El sermón del rabino, declamado en el 75.º aniversario de la “creación” del Estado de Israel –el 75.º aniversario de la Nakba– estuvo cargado con las mismas mentiras sionistas que escuché mientras crecía. Pero aquel rabino dijo algo más. Que debemos fijarnos en qué nos pide cada momento. Doy la cara con esa pregunta: ¿Qué me está pidiendo este momento: 2023, 2024, 2025 mientras hay un genocidio desgarrando Palestina?
Doy la cara con el adoctrinamiento del “nunca más”. Estudié el Holocausto intensamente durante cuatro años cuando era joven y sólo me permití parar después de tener una pesadilla en la que yo era la persona en el campo de concentración y mi familia había sido asesinada. Me juré a mí misma hace años que si alguna vez ocurría algo similar al Holocausto perpetrado por la Alemania Nazi no me quedaría callada. Es con el peso del Holocausto Nazi, el peso del apoyo de tantos judíos al Holocausto contra el pueblo palestino, el peso del silencio y la complicidad de occidente, y la promesa que me hice a mí misma, que contribuiré con lo que pueda, aunque sea una gota en el mar, al movimiento para frenar este genocidio y finalmente liberar Palestina.
Con todo aquello que el judaísmo llegó a significar para mí, doy la cara.
Y doy la cara con esperanza y conocimiento, sabiendo que hay muchos otros judíos antisionistas y que el número crece cada día. Judíos que han dedicado sus vidas a luchar por una Palestina libre. Judíos israelíes que prefieren ir a prisión antes que servir en el ejército israelí. Judíos estadounidenses que fueron arrestados en los Estados Unidos por participar en protestas en apoyo a Palestina. Judíos que pusieron sus cuerpos en la línea de fuego y arriesgaron sus vidas en la Cisjordania ocupada para defender a palestinos de colonos, y que han hecho voluntariado en Gaza como médicos, docentes, y en tareas humanitarias. Gente que ha demostrado que es imposible caracterizar a un grupo humano como un monolito, y que la humanidad puede triunfar frente a los lazos tribales.
Con el deseo de honrar a mis antepasados, a mí misma, a una mujer palestina llamada Wafa, que me dio su amor incondicional cuando llegué a Israel con el cerebro lavado, ignorante, y llena de prejuicios; un amor igual de incondicional que el de mi bubbe (abuela). Con las enseñanzas de mis padres: que lo más importante en la vida es ser una “gute neshama” (un alma buena) y un “mensch” (un ser humano decente). Con todo lo que tengo en mi corazón humano: todo mi pesar, rabia, dolor, esperanza y, sobre todo, todo mi AMOR. Con todo ello doy la cara por el fin de este genocidio y una Palestina libre.
Algunas cosas que he hecho por Palestina hasta hoy incluyen escribir artículos, dar charlas, escribir mensajes a múltiples organizaciones, desde sinagogas a escuelas hebreas, periódicos, grupos de salud mental y programas de viajes; he llamado a mis representantes políticos cada día, participado en marchas y acciones, me he formado e informado más sobre Palestina, he participado en el movimiento BDS (Boicot, Desinversión, Sanción, https://bdsmovement.net/ TODO EL MUNDO DEBERÍA HACERLO), constantemente hablo sobre Palestina y trato de concienciar, he organizado proyecciones de documentales, recaudado fondos para familias en Gaza, y trabajado con jóvenes gazatíes a través de la organización “We Are Not Numbers” ( No somos números)
https://wearenotnumbers.org/, para ayudar a jóvenes escritoras y escritores a compartir sus historias, con sus propias palabras, con el público occidental en inglés. Aún no sé qué será lo próximo.
¿Consideras que los judíos sionistas han utilizado el holocausto nazi a favor de su causa?
Sin duda. Lo han hecho de mil maneras, a cada cual más enferma y perturbadora, incluyendo la colaboración con los Nazis durante el Holocausto, transfiriendo su rabia contra los Nazis hacia el pueblo palestino, e instigando el miedo y la mentira de que un estado judío es la única manera de prevenir otro holocausto. Otro contra los judíos, ya que ahora es el estado judío el que está cometiendo un nuevo holocausto contra el pueblo palestino. Y está siendo un holocausto lento y largo que empezó hace más de 76 años.
Es más, ¿facilitó el sionismo el holocausto nazi contra los judíos?
No creo que “facilitar” sea la palabra adecuada. El Holocausto habría ocurrido sin los sionistas. Sin embargo, hubo sionistas colaboracionistas con los Nazis, y hasta el Holocausto el sionismo no tuvo gran apoyo como movimiento. Es un tema sobre el que aún estoy leyendo y aprendiendo. Mucha gente ha dicho esto y estoy de acuerdo: la creación del Estado de Israel es uno de los mayores actos de antisemitismo /antijudaísmo que existen.
Aparte de los más de 76 años de salvajismo absoluto cometido contra el pueblo palestino, el Estado de Israel ha cometido multitud de atrocidades contra los judíos: desde destruir comunidades judías en todo el mundo con el interés de asentar más judíos en Israel, hasta dejar a un tercio de las y los supervivientes del Holocausto viviendo en la miseria. Si empezase una lista con los crímenes de Israel, esta entrevista no acabaría nunca.
Es muy frustrante observar como la mayor parte de los medios de comunicación en el mundo ocultan el mayor genocidio del siglo XXI en todo el mundo. ¿Qué le responderías tú a aquellos que niegan la realidad e intentan reducir el genocidio palestino a un mero debate geopolítico?
Lo que yo respondería depende de con quién estuviera hablando y de qué estuviera negando esa persona. Me he formado en talleres sobre cómo enseñar a la gente la historia de Palestina, el genocidio, y la ocupación. En ellos aprendí a no debatir los hechos, sino a tratar de conectar con la gente a nivel emocional, y eso es lo que trato de hacer. A veces pregunto por qué creen lo que creen. Otras les pregunto si han visto fotografías, y se las muestro. Les cuento que conozco a gente en Gaza y les describo los horrores que están sufriendo. Encuentro el nivel de negación de este genocidio tan repulsivo como el propio genocidio. El mero hecho de que exista debate sobre si es o no un genocidio ya resulta atroz. Una sola vida perdida, un único asesinato, una injusticia, ya son una tragedia, una herida en el corazón de cualquier persona, lo sientan o no. Una sola vida segada debería hacernos parar en seco, y algo de estas proporciones no debería llevarnos al diccionario para consultar la definición legal de genocidio, sino a las calles para exigir el fin de esta salvajada. Dicho esto, el hecho de que alguien niegue que se trata de un genocidio cuando el gobierno y altos mandos del ejército israelí han expresado abiertamente su intención de aniquilar a todas y todos los palestinos, y cuando cualquiera puede ver con sus propios ojos la brutalidad que muestran los vídeos publicados desde Gaza por los propios palestinos para que se les crea, va más allá de hacer luz de gas, de la crueldad: es una pérdida total de humanidad.
¿Es el Estado judío la solución para los judíos del mundo (sea o no sionista dicho Estado) o cada comunidad judía debe asimilarse al lugar donde resida con el riesgo de perder su identidad judía?
Creo que el Estado de Israel ha demostrado claramente que un estado judío no es la solución para los judíos del mundo. En cuanto a si los judíos deberían asimilarse o no, eso corresponde a cada individuo. Pero teniendo en cuenta lo que está haciendo el estado judío y lo que ha hecho desde su origen, no es una pregunta que me haga en este momento. El sionismo debe terminar. El genocidio debe terminar. Palestina debe ser devuelta al pueblo palestino. Y yo me pregunto: ¿cómo puedo ayudar a que eso ocurra?
¿Consideras que el Estado laico, al situar toda forma de comunitarismo y particularismo cultural o religioso en el ámbito privado, permite una convivencia articulada en torno a un ámbito de principios y valores compartidos en el ámbito público?
No lo sé. ¿Qué es realmente un estado laico en la práctica y no sólo en teoría? Aún no lo he visto, en ninguno de los países en los que he vivido o que he visitado.
¿Consideras que Al-Fatah y su modelo de Estado laico, no islamista y
vinculado a la Internacional Socialista, fue el mejor modelo de convivencia para el pueblo palestino?
En lo que a Palestina se refiere, el pueblo palestino debería ser quien decida sobre sus asuntos. Estoy trabajando por una Palestina libre y, más allá de eso, no me corresponde a mí decir qué será, sería, o podría ser Palestina una vez liberada. Ese derecho pertenece a las y los palestinos únicamente.
A tu juicio, ¿por qué los grupos de cristianos evangelistas fundamentalistas estadounidenses y los grupos ultracatólicos legitiman la limpieza étnica que lleva a cabo hoy el Estado de Israel?
Creo que va en línea con su propio adoctrinamiento. Pero, al igual que les digo a los judíos que apoyan esta salvajada, pregunto a cualquiera que la apoye: si tu dios apoya el genocidio contra el pueblo palestino, gentes que son seres humanos sagrados, como tú, ¿a qué tipo de dios despiadado le estás rezando? ¿Y qué ocurre con tus propias creencias religiosas, que dicen: “pórtate con el prójimo como te gustaría que lo hiciera contigo”? ¿Te gustaría que te mataran de hambre o que te quemaran viva/o? ¿Te gustaría que te bombardearan?
Para ti, ¿cuál sería la solución para acabar con el dominio político, militar e ideológico del sionismo en el mundo?
Esa pregunta implica cuestiones más profundas, como: ¿cómo acabas con el imperialismo, colonialismo, capitalismo, y supremacismo, y creas un mundo en el que todos los seres, incluyendo humanos y más-que-humanos (animales, insectos, plantas, ríos, montañas) puedan vivir con la paz, justicia, y amor que merecen? No creo que la respuesta esté en la política. La respuesta se encuentra en el corazón de cada individuo. En cómo nos tratamos a nosotras mismas y al resto. En una reunión con todo aquello de lo que nos hemos separado: partes perdidas de nuestro propio ser, nuestras vecinas y vecinos, los seres más-que-humanos. La división es probablemente la herramienta más efectiva para mantener a la gente bajo control: el “nosotras” contra “ellas”. Para que el sionismo y todas las otras formas de violencia sistémica terminen, cada individuo tiene que reconocer cómo todas y todos contribuimos a los sistemas de opresión, y cómo todas y todos los sufrimos. Necesitamos cuidar, pero cuidar de verdad, la Tierra y todas las criaturas que viven sobre ella. Nadie que verdaderamente valore la Tierra, los bosques, mares o animales sería capaz de cometer genocidio. Tenemos que mirar con honestidad a las luces y sombras en nuestros propios corazones, sin ambages, y encontrar la verdad de que nos necesitamos las unas a las otras. Todo el mundo. Juntas. ¿Cómo podemos cuidar unas de otras? Citando a Rabia al-Basri o a San Francisco de Asís (la cita se ha atribuido a ambos): “Nadie vive fuera de los muros de este lugar sagrado, la existencia.” Y, a San Francisco de Asís: “el agua bendita que necesita el ceño de mi alma es la unidad.”
¿Es posible una Palestina libre de toda forma de imperialismo y de toda forma de teocracia?
Creo que una Palestina libre, libre de imperialismo, y libre para ser gobernada como quiera el pueblo palestino no sólo es posible, sino que es la única vía de salvación de la humanidad. La activista política, feminista, escritora, filósofa, y académica Angela Davis dijo: “Palestina es una prueba de fuego moral para el mundo.” No creo que el mundo haya despertado aún. Si Palestina se va, la humanidad se va.
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