sábado, 19 de julio de 2025

Cuando llueve Injusticia




Remedios Copa
Colectivo Prometeo

Decía Quino, por boca de Mafalda, “Hay tantas personas viviendo en las nubes… Que da miedo que un día de estos comience a llover idiotas”.

Idiotas no sé si llegarán a caer de las nubes pero con los que circulan por la tierra tragándose todos los bulos y discursos torticeros que la derecha y ultraderecha esparcen ya tenemos suficiente.

Tenemos suficiente con los que circulan a pie para que intoxiquen de odio y agresividad la convivencia tranquila de una sociedad mayoritariamente pacífica a la que los brotes de violencia deja estupefacta; una sociedad que ama el civismo y la paz y no ha perdido la memoria teme que si no se cercenan pronto y se erradica la incitación al odio y la violencia, los mensajes de “quién pueda hacer que haga” y las actuaciones de la justicia (con minúscula) no sean severamente corregidas por la Justicia (con mayúscula), lo que ahora todavía apunta como corregible terminará en una batalla campal en la que una vez más, todos perderemos.

Si no se emplean todos los medios del Ordenamiento Jurídico y la Constitución para poner coto a los desmanes, para que se respeten las Instituciones del Estado y la voluntad de la ciudadanía expresada en las urnas, el precio que vamos a pagar será tan duro que va mucho más allá del derribo de un Gobierno legítimo y de corte social, un Gobierno de coalición pactado lícitamente por los representantes elegidos por el pueblo. Un Gobierno al que la ultraderecha, los medios de comunicación que sirven al capitalismo neoliberal y los ataques desde algunos foros cuyas manifestaciones carecen de encaje en el marco jurídico constitucional, pone zancadillas constantes y no aporta nada constructivo a la gobernanza.

Tampoco ayuda a nuestro país el hecho de que la oposición, en lugar de arrimar el hombro y proponer medidas efectivas que favorezcan a la ciudadanía, descalifique al Gobierno dentro y fuera de España. Produce vergüenza que Ursula von der Leyen afirmara recientemente, en referencia a la oposición de nuestro país, que su principal representante lo único que aporta aquí son descalificaciones al Gobierno pero no trae ninguna propuesta.

La mejor vacuna contra tales amenazas sería la aplicación contundente de la legalidad vigente para corregir los desmanes de los agitadores y promotores del odio y la violencia, sea xenófoba o contra instituciones o personas de ideología diferente, acompañando las medidas de una buena pedagogía sobre lo que supuso la guerra civil española y los 40 años de franquismo.

Tampoco excluiría de la pedagogía la muestra de los resultados de las acciones, actos terroristas y guerras que, partiendo de prógromos como los que comienzan a visibilizarse cada vez más en nuestro país y en el resto de Europa, han sumido a países enteros en guerras interminables que provocan millones de muertos, heridos, mutilados y desplazados, dejando el país en ruinas y a los supervivientes con heridas emocionales tan profundas que también se podría hablar de ruina emocional.

Cuando se azuza el odio, la xenofobia y la violencia también provoca la llegada, a nuestro país y a otros, de una miríada de desplazados que buscan refugio; un refugio necesario ante los peligros de muerte de población civil en las guerras, persecuciones por motivos políticos y hambrunas provocadas esas circunstancias o por razones de otro tipo, como las derivadas del expolio de los recursos en los países de origen y cada vez más las derivadas del calentamiento global y el cambio climático; estas últimas provocan los desplazamientos forzosos de grandes masa de población debido a la hambruna que provoca la desertización del territorio, inundaciones, huracanes e incendios que arrasan las cosechas y toda posibilidad de vida.

Pero la llegada de todas las personas que migran a nuestro país no es la realidad que nos quieren pintar. La realidad es que el número de trabajadores extranjeros en España cotizando a la seguridad social supera los tres millones; aproximadamente el 13% del total de trabajadores en nuestro país son extranjeros, es decir, de nacionalidad no española. Más del 13% de los autónomos en España son extranjeros.

Las estadísticas demuestran que las personas inmigrantes en España contribuyen más al dinamismo del mercado laboral que en otros países de la U E, estando por delante de la tasa incluso de Alemania, Italia y Francia.

Según datos del Banco de España, los países de origen que más trabajadores aportan al nuestro son Marruecos en primer lugar, seguidos de Rumanía y Colombia. Los sectores que mayor número de trabajadores inmigrantes concentran son los que requieren menor formación y reúnen condiciones más desfavorables, destacando en este sentido el servicio doméstico y la hostelería; el otro sector es el de la producción de alimentos, fundamental porque sin su mano de obra ¿qué ocurriría?

¿Quién de esos promotores de las “cacerías” iría a trabajar a los invernaderos de Almería y similares por 400 euros al mes, con jornadas de 10 horas diarias y sin pagas extraordinarias ni derecho a vacaciones?

La semana pasada Vox avivó la mecha de la xenofobia proponiendo la expulsión masiva de los trabajadores inmigrantes radicados en territorio español. Trabajadores que no sufren solamente a las proclamas y acoso de la extrema derecha sino que la discriminación salarial respecto a los nacionales supone que cobren un 29,3% menos. Según la revista de Ciencia Nature la discriminación supera incluso a Canadá, (27,5%), pero también es la más alta de Europa: Noruega, Alemania y Francia, (20,3%, 19,6% y 18,9% respectivamente).

El profesor e investigador Fernando Pinto Hernández afirma que “el caso español es especialmente preocupante y pone de relieve la existencia de obstáculos estructurales a la integración laboral, incluso para trabajadores que ya han accedido al mercado formal”.

Antes que investirse de soflamas en contra de la inmigración no deberíamos olvidar que en un contexto en que el crecimiento demográfico en la mayoría de las economías avanzadas dependerá de manera exclusiva de la inmigración, debería producirse una reflexión seria sobre el tema. Y no solo por razones demográficas; también por humanidad y Justicia Social.







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