Javier Lucena
Colectivo Prometeo
Las izquierdas han logrado sus mejores resultados cuando tras ellas o junto a ellas ha habido amplios movilizaciones sociales. Por ejemplo, tras el 15M, una vez maduró la situación y emergió Podemos como partido y, entonces, también como movimiento social. O, remitiéndonos más atrás, cuando Anguita formuló Convocatoria por Andalucía.
El propio Anguita decía que la situación de derrota de la clase trabajadora y las mayorías sociales no la podía solucionar un partido o una coalición, ni el PCE, ni Izquierda Unida, ni Podemos. "Soy miembro de un partido político pero, tal y como está la situación, ningún partido puede resolver esto. Éste es un problema de la sociedad, que tiene que auto organizarse"1
Y suele ocurrir que cuando la sociedad depone, los notables disponen. Y - espectáculo deleznable . suelen disponer guerras internas, deslealtades varias, vetos, exclusiones, etc., en una actitud de negación profunda de ese camino que baja vacío en las izquierdas desde la Revolución Francesa: la fraternidad.
A veces la desfachatez es tan tremenda que los mismos desahogados y desahogadas que patearon a aquellas organizaciones sobre cuyos hombros se alzaron, ahora les exigen que las así pateadas vuelvan a arrimar el hombro y las salven del naufragio de la marca blanca "psoelista", endosándoles a las interpeladas - si, con razón, se niegan a ello - los epítetos menos amables del diccionario.
Pero aparte de no repetir errores pasados - "si me engañas una vez, la culpa es tuya, pero si me engañas dos veces, la culpa entonces ya es mía", como reza el proverbio árabe que también gustaba de citar con frecuencia el propio Anguita -, es que ahora la cuestión central no es si vamos a las elecciones con este o con aquel, sino cómo construimos unidad popular, organización social y movilización masiva.
Hace unos años, en 2022, organizó el Colectivo Prometeo una instructiva charla del compañero Víctor Ríos, en la Biblioteca Viva de Al Ándalus, sobre las experiencias latinoamericanas de gobiernos de izquierdas. Y con independencia de su diferente evolución posterior, lo que resaltaba como factor común de las varias experiencias exitosas es que tanto en el Ecuador de Correa, o la Colombia de Petro, o el Chile de Boric, o la Bolivia de Evo, o el Brasil de Bolsonaro, lo que hubo fue una confluencia de eso mismo, de auto organización social, de movimientos y movilizaciones sociales diversos y de partidos y fuerzas políticas, según un proceso de participación conjunta, procedimientos deliberativos, democracia interna, etc. Es decir, no se trató en ningún caso de una construcción desde arriba, sino de un proceso, sí, complejo y difícil, pero de un proceso de abajo hacia arriba.
Lamentablemente, hoy lo que proponen las mismas fuerzas políticas que dieron al traste con Unidas Podemos - que, no olvidemos, ha sido la expresión más exitosa hasta la fecha de las izquierdas españolas - es una repetición de los viejos acuerdos por la cúpula, cuando eso sería incurrir en los mismos errores del pasado y abocarnos de nuevo al fracaso, no solo a corto plazo, sino también a medio y largo plazo.
Asumamos cada cual su parte en la ecuación
Por otro lado, hay que tener en cuenta que en este país queda todavía mucho resto franquista incrustado en la sociedad y en las instituciones; también algo - por mucho que nos pese - en los ámbitos de izquierda. Porque aunque los partidos hayan hecho bastante por su parte para desanimar la participación ciudadana, la incomparecencia política de sindicatos, asociaciones, colectivos, etc. es tan acentuada en nuestro país que no se explicaría sin ese poso reaccionario que todavía queda en nuestro ADN colectivo. Ya saben, aquello que decía el propio Franco, con cinismo absoluto: “hagan como yo – decía el entonces jefe de Estado y genocida por la gracia de dios -, no se metan en política”
Que todos estos movimientos de base que protagonizan reivindicaciones múltiples y diferentes actúen como si eso no exigiera una traducción política que les implique directamente también a ellos y a las fuerzas políticas que estén realmente dispuestas a asumirlas, que no se planteen en la práctica buscar un común denominador capaz de articular un programa de transformación profunda de las instituciones que dé respuesta a las necesidades de las mayorías sociales, no se explicaría si no es por dicho motivo. Hablamos de dos partes complementarias imprescindibles, de modo que si falla una, la otra quedará sumida en la impotencia. Aquí, pues, no basta con sentarse en el palco a comer palomitas y contemplar el espectáculo denigrante de la política institucional y de la partidista; aquí la responsabilidad es de todos y todas, y cada cual tiene que asumir la suya con honestidad.
Construir unidad popular desde abajo, con la implicación de partidos y organizaciones es, por tanto, la gran tarea conjunta, el gran reto que enfrentamos. Y aunque parezca una tarea imposible y lenta, pudiera ser que la realidad nos sorprenda y, lo peor, nos supere y arrolle de improviso, mientras nos encontramos distraídos en nuestros endogámicos y mezquinos pleitos banales que cada vez despiertan menos interés en casi nadie.
1https://www.elcomercio.es/v/20130712/politica/ningun-partido-politico-puede-20130712.html
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