Madrid. 21
de Octubre de 2015
La confluencia entre las dos principales fuerzas de la
izquierda (o a la izquierda del PSOE) de cara a las próximas elecciones
generales del 20 de diciembre ha fracasado. Eduardo Garzón (Logroño,
1988) recibe a CTXT en su despacho del edificio de grupos parlamentarios del
Congreso de los Diputados. Trabaja allí como asesor del europarlamentario
Javier Couso (Izquierda Plural). Es miembro del Consejo Científico de ATTAC,
igual que su hermano Alberto, candidato de Izquierda Unida a la Presidencia del
Gobierno.
Sobre su mesa reposa un ensayo económico, La
economía desenmascarada, de Steve Keen, autor reconocido por sus propios colegas
como el que mejor predijo el último colapso de la economía mundial. Garzón se
reconoce como un economista crítico con los postulados liberales. Sin embargo,
en España aquel consenso, simbolizado por el nacimiento del 15M, y que buscaba
a los responsables del desastre entre los representantes de las políticas
neoliberales, parece diluirse de cara a la próxima cita electoral. Los dos
partidos que han venido ejecutando los recortes, PP y PSOE, no solo aguantan el
tipo, sino que con ellos emerge Ciudadanos, una fuerza política con un programa
económico de corte liberal. Si las urnas confirman las proyecciones, las
fuerzas más combativas con la austeridad quedarían relegadas a un segundo
plano.
P: El Gobierno que salga de las urnas el próximo 20 de
diciembre gestionará un presupuesto ya aprobado por el actual Ejecutivo. Ahora
sabemos que tendrá que aplicar recortes de unos 10.000 millones de euros. ¿Es
posible recortar esa cantidad sin afectar a las políticas de bienestar?
R: Claramente, no, si partimos del planteamiento del
Gobierno actual o de los probables gobiernos futuros en los que estén
inmiscuidos tanto PP, PSOE o Ciudadanos. Desde su punto de vista, los ajustes
presupuestarios solo se pueden hacer por el lado de los gastos y no de los
ingresos. España recauda nueve puntos porcentuales del PIB menos que la media
europea, y eso quiere decir que hay un problema de recaudación. Los técnicos
del Ministerio de Hacienda señalan como principal responsable a la evasión
fiscal de las grandes empresas y grandes fortunas y aquí parece que no hay
ninguna voluntad de atajar ese problema. Este Gobierno incluso realizó una
amnistía fiscal para perdonar a este tipo de defraudadores. Por otra parte, los
objetivos de déficit ni siquiera tienen sustento científico. De hecho, conocimos
hace unos años que la invención del 3% del PIB como objetivo de déficit público
para la eurozona fue algo ideado por el Ejecutivo de Mitterrand solo por
establecer una regla que fuera sencilla para la gente.
P: Entonces, ¿no creen posible que después de las
elecciones haya un gobierno que vaya a realizar políticas expansivas?
R: Queremos alcanzar un Gobierno que se preocupe de la
mayoría social y que no tenga como primera preocupación cumplir con el objetivo
de déficit público que nos impone la Unión Europea. Ahora, cuando vemos en las
encuestas que están muy fuertes tanto PP, PSOE o Ciudadanos, vemos que la cosa
va a estar complicada. Esperemos que no sea así. Cuando vamos al programa
electoral del PSOE, parece que son muy rojos y es la historia de siempre: hacen
unas promesas que luego dicen que no pueden cumplir. Fue el mismo ejecutivo del
PSOE el que reformó la Constitución para establecer como prioridad el pago a
los acreedores financieros antes que cualquier política de gasto social.
P: Hace cuatro años, a partir del 15M, parecía haber un
consenso general que decía que las políticas económicas debían mirar más a las
personas que a los mercados, así como había un gran desgaste de PP y PSOE.
Ahora, como dice usted, las encuestas les dan un gran apoyo tanto a ellos como
a Ciudadanos, que en ningún momento se ha opuesto a los recortes. ¿Qué cree que
se ha hecho mal?
R: Aquí operan varios factores. Uno de ellos es que tanto
el PP como el PSOE han caído muchísimo en voto, tanto en las encuestas como en
las elecciones recientes, aunque no se han descalabrado, como ha ocurrido en
países como Grecia. Pero el segundo elemento es que Ciudadanos se presenta
dentro del eje partido nuevo/partido viejo y ahí acapara la atención de mucha
gente que no quiere saber nada de lo antiguo. Se fijan más en eso, en su
discurso contra la corrupción, en lugar de imaginar en otro tipo de política
económica, aunque puede que esto sea, en el fondo, lo que más les preocupe. En
el 15M se señalaba No somos mercancía en manos de banqueros ni políticos.
Y no hay que olvidar esos dos elementos. Ciudadanos a todas luces se preocupa
por ese lado político: que no haya corrupción y haya más transparencia. Eso
está muy bien, pero debe ir acompañado por una reducción del poder económico
hoy en día vigente. Estamos viendo que todavía están sobre la mesa más ayudas
públicas a las entidades financieras. Para el pueblo no hay ningún rescate, ni
financiero ni económico.
P: Se ha desplazado la economía como el centro de los
problemas de este país y a la hora de abordar esos problemas con Europa.
R: No, la economía sigue siendo la primera preocupación
de todo el mundo.
P: Me refiero a la forma de gestionarla.
R: El problema es que parece que en esta situación de
crisis no hay responsabilidades. Antes se decía que los banqueros eran
responsables y se sabía que estábamos perdiendo dinero ayudando a entidades
privadas en vez de rescatar a la gente. Esa era la cuestión. Ahora, partidos
como Ciudadanos, PSOE y PP establecen el problema como una tormenta que ha
llegado y que hay que gestionar bien. Que, entre otras cosas, la corrupción es
un problema y que lo único que hay que hacer es quitar a alguna gente, reducir
gastos superfluos, cuando el problema en realidad es otro. Nos preocupa que se
esté perdiendo de vista esto. Que se olvide que la respuesta a la crisis ha ido
en beneficio de una minoría y en contra de una mayoría social. Eso es lo que no
podemos perder de vista, porque es al fin y al cabo un planteamiento político.
No es inevitable.
P: En las elecciones municipales, opciones que estaban
muy alejadas de los planteamientos políticos y económicos de estos partidos
obtuvieron muy buenos resultados. Ahora las perspectivas son muy diferentes.
¿Por qué no se ha logrado imponer esa perspectiva en el debate nacional?
R: Las causas para entenderlo se me escapan, pero no se
ha sido capaz de formar un proyecto que ilusionara a la gente como sucedió, en
mayo, en Madrid. Otro elemento muy importante es que la gestión de Manuela
Carmena, Ada Colau y otros compañeros está bajo la lupa de los grandes medios.
Sin embargo, las medidas de rescate ciudadano que están empezando a implementar
pasan desapercibidas o incluso son criticadas. Otro factor muy importante es la
derrota de Syriza en Grecia. La gente pensaba que se podían cambiar las cosas,
incluso en la Unión Europea, y que votando a un partido rebelde que llegara al
Gobierno podían dejar de lado la austeridad y empezar el rescate ciudadano, la
expansión económica, e incluso otros modelos productivos más sanos para la
economía española. La experiencia de Syriza echa por tierra estas aspiraciones.
Sé que ha sido una decisión política. No había una necesidad de acatar las
decisiones de la Unión, pero se ha hecho así y eso desilusiona también a mucha
gente que dice "¿para qué voy a votar a una candidatura que vaya a volver
a hacer lo de Tsipras, que intente algo y se eche para atrás luego?". Creo
que es un elemento muy importante para intuir por qué no hay tanta ilusión como
antes.
P: En caso de que llegaran a gestionar la política
económica y se vieran en un escenario similar al griego, ¿cree que España
tendría más margen para actuar?
R: Muchísimo más, por dos factores. El primero es que
Grecia no abarca ni el 2% de la eurozona, mientras que España está por encima
del 13%. No es lo mismo lo que diga un país pequeño que un país grande, sobre
todo por el efecto contagio, la influencia o el impacto económico que pueda
tener. El segundo es que la deuda pública en España la tienen fundamentalmente
acreedores privados, a diferencia de lo que ocurre en Grecia. Cuando llega
Syriza, la deuda privada se la habían ventilado los acreedores privados y la
tenían acreedores públicos, los Estados de la Unión Europea. Puestos a
negociar, no es lo mismo negociar frente a toda Europa, que además estaba
consolidada en torno al proyecto de Merkel y Alemania, que, en el caso de
España, negociar la deuda con acreedores privados que están dispersos y que
incluso compiten entre sí, y además con cantidades de dinero muchísimo más
elevadas respecto de lo cual, en caso de un impago, el efecto dominó es
muchísimo más grande que en Grecia. Ahí hay un poder, la amenaza de un botón
rojo que pone de los nervios a los mercados financieros y también a las élites
europeas.
P: ¿Cree que si en España una auditoría definiera la
deuda como ilegítima u odiosa, y recomendara como en Grecia un impago en parte,
o al menos la negociación y reestructuración de la misma, el Gobierno español
podría llevar esas medidas a cabo?
R: Claro, pero esa es una condición sine qua non.
Tiene que estar ahí para un programa de una candidatura o una formación de un
gobierno que quiera cambiar las cosas. Porque mientras estemos dedicando más de
33.000 millones a pagar a acreedores financieros en vez de invertirlos en
políticas de rescate ciudadano, del Estado del bienestar, las cosas no van a
funcionar bien para la mayoría social. ¿Se puede hacer? Por supuesto. No solo
se puede, sino que se debe hacer. El problema es que habrá que ver luego en el
ámbito de la correlación de fuerzas si ese gobierno es respaldado por su ciudadanía
como ocurrió y ocurre todavía en Grecia. Y luego, si se hace una auditoría y se
decreta el impago, se haría una negociación. En esa negociación el Gobierno
español tendría muchísimo más poder, influencia y margen de maniobra que el
Gobierno griego, que fue totalmente acorralado por la élite económica y
política europea.
P: Pero aun con toda esa mayor capacidad de maniobra,
España sigue dependiendo de las directrices de la Comisión Europea. Lo último
ha sido el recorte de 10.000 millones que tendrá que realizar el futuro
Gobierno. Si fuera un gobierno de izquierdas quien quisiera revertir esa
situación, la postura de Bruselas podría ser más hostil incluso.
R: Pero, ¿por qué sería más hostil?
P: El caso de Grecia, por ejemplo. La reacción de Europa
fue endurecer aún más las condiciones. ¿Si un gobierno intentara llevar a cabo
una política más contraria a las directrices de la Comisión, no se encontraría
una respuesta más hostil?
R: Depende. Depende del poder y de la correlación de
fuerzas que esté en ese momento. Si el poder de ese gobierno es un 15% del PIB
de la eurozona, tiene un pueblo que lo respalda y que se está movilizando para,
por ejemplo, decretar ilegítima una deuda, que lo es en muy buena parte, ahí
las cosas empiezan a cambiar. Dependería de cómo se jugaran las cartas y
también de las alianzas dentro de las instituciones. Grecia ha recibido muy
poco apoyo de sus aliados, pero eso también puede cambiar. No a lo mejor a
corto plazo, pero esa correlación de fuerzas es dinámica. De todas formas,
Tsipras también tenía otra alternativa, seguramente dolorosa: no cumplir con
las directrices comunitarias. Podría haberlo hecho. Habría cambiado el panorama
político. Las encuestas de hoy en España no serían como las que están saliendo.
Tiene que haber, necesariamente, rebeldía. En el caso del Gobierno griego lo
vimos. Quizás no fue suficiente porque tampoco la situación le beneficiaba,
pero, ¿quiénes son los países que más incumplen los objetivos de déficit?
Francia los incumple sistemáticamente y la Comisión Europea le deja un año más,
porque tiene un peso grande, es uno de los padres de la Unión y tiene muchísimo
poder. Ahí vemos la correlación de fuerzas. Y antes de la crisis quien más
incumplía los objetivos era Alemania; incluso se cambiaron las leyes de la
eurozona. Aquí quien hace la ley hace la trampa y, obviamente, la Unión Europea
está establecida y se rige por los principios de Alemania y por su látigo. Es
una cuestión política. Hay que ganar en la correlación de fuerzas un margen
mayor para aplicar políticas que beneficien a la mayoría social.
P: Habla de la rebeldía necesaria y la alternativa que
tenía Tsipras para no firmar ese tercer memorándum. ¿Existe esa
posibilidad sin una salida del euro?
R: La posibilidad existe. No tengo claro todavía que la
Unión Europea quisiera o estuviera dispuesta a echar a Grecia del euro. Porque
el impacto no solo se lo lleva Grecia. Se lo lleva también el proyecto del
euro.
P: Y los acreedores.
R: Exactamente. Si hubiera salido Grecia, esto habría
significado el fin del proyecto europeo. Creo que fue un farol de los más
grandes sabiendo que Tsipras había mostrado sus cartas de que quería permanecer
en el euro, que su gente quería permanecer en el euro y acabó acatando esa
decisión. Sí pienso que había otra alternativa de rebeldía dentro del euro.
Pero incluso aunque nos expulsaran de él, el coste sería inferior a lo que ya
ha registrado la economía griega, que es un impacto desolador en términos
económicos y sociales. Y lo que queda por venir. Si van a aplicar un nuevo
memorándum que supone vender a precio de saldo las empresas públicas, los
recursos naturales de Grecia a una serie de empresas —que, por cierto, son
danesas, neerlandesas, alemanas, ¡qué casualidad!—, y encima aplicar todavía
más recortes, creo que la salida del euro, que es dolorosa, es inferior en
términos de coste a permanecer en el proyecto del euro y seguir realizando
políticas de austeridad que no llevan a ningún lado.
P: Estamos hablando de Grecia. Con España, aunque diga
que exista más margen en caso de formarse un gobierno que se pusiera a negociar
con firmeza, la Unión Europea también tiene mecanismos para presionar. ¿No cree
que esa presión que sufriría España sería insostenible?
R: Insisto: no es lo mismo presionar y acorralar a una
economía periférica que hacerlo con una economía como la española. Es
impensable que la Unión Europea pudiera hacer lo mismo, siquiera pensarlo, con
España. No es lo mismo amputar un dedo que amputar un brazo. El final no es el
mismo. No creo que Europa fuese tan tonta como para encararse con una parte tan
importante de su proyecto. No tendría sentido. Habría mecanismos de presión
para que se cumplieran los objetivos de déficit, y dependiendo de la
correlación de fuerzas, habría un resultado u otro. En un caso extremo, si un
hipotético gobierno llega al poder con una serie de políticas económicas que el
pueblo ha votado y aceptado y la Unión dice no, entonces, la Unión es el
problema. Porque uno tiene un pacto con la ciudadanía y si no puede cumplirlo
porque no le dejan, el problema es del que no le deja. Si no nos permitieran
implementar esa serie de políticas económicas que la gente ha refrendado habría
que romper con la Unión Europea, con el euro y con todo lo que supone. Porque
nosotros nos debemos al pueblo y, si la gente quiere eso, eso es lo que se
llama democracia. En la Unión Europea impera la tecnocracia. Con tal de
respetar los objetivos del déficit público, parece que todo vale.
P: Nadie lleva en el programa la salida del euro.
R: Y nosotros tampoco. Ni la llevaremos. Para nosotros el
problema no es el euro. El euro como moneda sería una herramienta muy
importante si se acometieran una serie de políticas económicas coherentes con
las necesidades de la mayoría social. Lo que ocurre es que el euro está
imbricado en un proyecto neoliberal que se llama ahora Unión Europea y que
busca políticas de austeridad, reducción de salarios para ser más competitivos
a nivel exterior y una serie de medidas que nos empobrecen a la mayoría. Y
habrá que decir que nosotros no queremos realizar esas políticas, sino todo lo
contrario, y que si no nos van a dejar, entonces no nos dejan más remedio que
salirnos del redil. Porque dentro de este nos gustaría hacerlo de otra manera
pero, si no nos dejan, no queda más remedio.
P: ¿Y el coste no sería excesivo?
R: El coste sería muy grande. Sobre todo en una situación
como la de España. Grecia ya se había acercado al suelo y había perdido casi un
30% de su PIB. Allí, el impacto económico no iba a ser tan grande. España no ha
sufrido tanto: ni su economía, ni su población. Pero, a medio y largo plazo, si
hay un gobierno que realizase políticas en beneficio de la mayoría social, esto
sería muchísimo mejor que estar dentro del euro y seguir recortando. En el otro
lado, si saliéramos del euro y siguiera gobernando Rajoy, eso sería incluso
peor que estar en el euro y realizando políticas de austeridad.
P: Cuando Bruselas exige recortes presupuestarios,
siempre se entiende que esto conlleva reducción de gasto social,
privatizaciones y medidas liberalizadoras. ¿No se puede recortar de otra manera?
¿Izquierda Unida podría llegar a gestionar presupuestos que recortaran y no
afectaran al bienestar?
R: Nuestro rescate ciudadano tiene totalmente
cuantificado el coste y el lugar del que vamos a obtener la financiación. No
queremos seguir aumentando la deuda pública a no ser que sea necesario. Tenemos
medidas de recaudación fiscal, y no se trata de aumentar la carga fiscal.
Necesitamos que las grandes empresas y las grandes fortunas cumplan la ley
establecida y paguen en función de lo que establece la ley. Hoy en día, eso no
es precisamente lo que ocurre. Hay grandes empresas que pagan en torno al 5 y
el 10% de su beneficio cuando tendrían que estar pagando en torno al 30%, como
ocurre con el resto de pequeñas empresas. Podríamos recaudar en un año 63.000 millones
de euros para poner en práctica este tipo de medidas combatiendo el fraude
fiscal de las grandes empresas y fortunas, con impuestos a las transacciones
financieras o un nuevo impuesto a la riqueza que grave los bienes de lujo.
También es necesaria una reforma del Ministerio de Hacienda, porque creando
8.000 puestos de trabajo que vayan a perseguir el fraude fiscal y laboral se
consigue recaudar muchísimo dinero. Como te decía, estamos nueve puntos por
debajo de la media europea. Nadie nos puede decir que no podemos llegar a la
media.
P: Otra de las propuestas que ha realizado Alberto Garzón
de cara a las próximas elecciones es la nacionalización de sectores energéticos
e impulsar una banca pública. ¿Cree que con estas propuestas es posible ganar
unas elecciones o estar en un hipotético gobierno tal y como se prevé el
reparto de poder?
R: Obviamente, si llegáramos con mayoría absoluta ese
problema no lo tendríamos, pero si llegáramos al gobierno con otros trataríamos
de hacer pedagogía e intentar convencer a la gente de que es necesario. No
tiene sentido que el dinero que mete la gente en los bancos sea puesto en
movimiento en función de lo que deseen los bancos, ¿no? A lo mejor financian a
empresas de armamento o a lo mejor prestan hipotecas subprime cuando hay
necesidades de las pymes, de los autónomos y de las familias por financiarse.
La propia naturaleza de la banca es pública. Lo hemos visto cada vez que hay
problemas. La banca funciona con el respaldo del Estado, que garantiza con
100.000 euros a todos las personas que tengan un depósito. Sin ese respaldo,
los bancos no podrían funcionar. Cuando fallan, aparece el sector público a
darles ayuda. Pues para eso, tengamos control colectivo y público de esas
instituciones y utilicémoslo en beneficio de la mayoría. Lo que no tiene
sentido es que se acabe beneficiando una minoría social. Hemos tenido datos
recientes de que los banqueros siguen cobrando más que antes de la crisis. No
tiene ningún sentido.
P: Un informe reciente del BCE cifraba en más de 44.000
millones de euros el coste del rescate bancario en España. En países como
Francia o Italia, ese rescate había llegado a reportar incluso beneficios. ¿Qué
es lo que se ha hecho mal para que haya costado tanto? La media europea es un
2% del PIB y en España alcanza el 4,2%.
R: No deberíamos hablar en pasado porque las entidades
financieras no están ni mucho menos saneadas. Se prevén nuevas fusiones, nuevos
despidos en la banca española porque lo que va a ocurrir es que se acabarán
fusionando más entidades. Esto está sobre la mesa. Lo que pasa es que en año
electoral, de estas cosas no se habla. Incluso en Alemania es un secreto a
voces que el Deutsche Bank tiene unos problemas impresionantes. No hablemos del
rescate como algo del pasado, porque todavía seguimos ayudando a las entidades
financieras y es lógico, porque si la economía está enferma, por defecto va a
estar enfermo el sistema bancario. Un caso paradigmático para responder a esto
es Irlanda. El FMI dijo que no debería hacerlo el sector público solo, sino que
pagaran también los acreedores financieros. Esto es un informe del FMI que hay
que desligar de la directiva política de esa institución, pero como era antes
del rescate financiero a España se decidió cortar por lo sano para que no
cundiera el ejemplo. Se llegó a un 30% del PIB de déficit, una barbaridad, y
aquellos que estuvieron en las negociaciones reconocieron que ese dinero, una
cantidad astronómica, fue inventado de la noche a la mañana. En esa
contabilidad creativa, en realidad, no saben ni cuánto necesitan ni cuánto han
dejado de perder. ¿Qué ocurre aquí? Que ese vínculo entre la élite política y
la élite bancaria, cuanto más fuerte sea y más intereses tengan entre ellos,
más se pasará por el aro. En otros países más responsables, en los cuales ese vínculo
no es tan fuerte, aunque siga existiendo, evidentemente el coste de rescatar a
la banca no es tan elevado.
P: Para abordar la situación de desempleo proponen un
programa de trabajo garantizado. ¿Creen que con ello podrían acabar con el paro
y avanzar hacia el pleno empleo?
R: Aunque sea una política económica destinada a acabar
con el paro, la economía española necesita mucho más que esto. Hay que entender
la propuesta dentro de un paquete de políticas encaminadas a reactivar la
economía y también a crear empleo: una transición de modelo energético para
tener un nuevo modelo productivo, el fortalecimiento del Estado del bienestar,
reducción de la jornada laboral para repartir empleo, y otro tipo de políticas
que relanzan la economía y acaban generando empleo en el sector privado. Junto
a eso queremos un trabajo garantizado; en un año, nuestro plan generaría un
millón de puestos de trabajo. Es ambicioso, pero necesario y totalmente
factible, y a partir de ahí habrá que ver las necesidades siguientes. No queremos
crear cinco millones de puestos de trabajo desde el sector público mediante la
forma de trabajo garantizado, sino que creemos que eso sirve no solo crear
empleo, sino para establecer también estándares de condiciones laborales en el
sector público que fijarían estándares en el sector privado. Así, también
conseguimos que mejoren las condiciones de trabajo del sector privado.
1 comentario:
Yo creo que deberíais pararos a pensar porque en las ciudades que rodean a Barcelona, pobladas mayoritariamente por emigrantes de toda España que siempre han votado ha PSOE y IU en las ultimas ha ganado Ciudadanos.
Nos habéis puesto en el dilema que o votamos a la derecha, o votamos a los que se dan abrazamos con los independentistas.
Os estáis haciendo el anakiri sin daros cuenta.
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