Rafael Juan Ruiz
Colectivo Prometeo / FCSM
Colectivo Prometeo / FCSM
Rafael Nadal es uno de los
mejores deportistas de la historia de nuestro país. También del mundo. Es
admirable su capacidad de sacrificio, su combatividad y consistencia mental. En
esta sociedad en la que los héroes (sobre todo) y las heroínas lo son por circunstancias
ajenas a la realidad social de la inmensa mayoría de la población, cualquier
actitud u opinión que haga pública un personaje de este nivel crea referencia.
En nuestra sociedad los héroes y heroínas no son las personas que luchan por
mejorar las condiciones de vida esa mayoría. Ni son las personas que destacan
en la cultura o en la ciencia. Lo son las que destacan por enriquecerse
rápidamente (aunque no se mire por qué y a costa de quienes lo consiguen),
incluido el deporte.
Verán que es muy difícil que
alguien del mundo del cine, de la música o del deporte se posicione política o
socialmente, porque, sobre todo si es en contra del sistema establecido, puede caer
en desgracia y no trabajar: el caso más destacado en nuestro país es el del
actor Willy Toledo, quien está vetado en las grandes cadenas de televisión y en
las grandes productoras. Y no estamos en Venezuela, no.
Personalmente creo que toda persona
que goce de repercusión mediática debe expresar su opinión sobre lo que ocurre
a su alrededor. Tienen todo el derecho e incluso la obligación. A veces gustarán
a unas personas, a veces a otras.
En estos días, Rafael Nadal ha
expresado su “deseo de volver a votar
porque damos muy mala imagen fuera de España”, ante la entrada en el
Gobierno de Pedro Sánchez a través de una moción de censura. Por mi parte, como
digo, creo que Rafael está en todo su derecho. No me gustan las personas que no
“entran en política” o que “prefieren mantenerse al margen”. Él ha hecho uso de
su libertad y de su obligación moral de defender su opinión, aprovechando que
tiene unas cuantas decenas de micrófonos pendientes de él. Eso sí, me
resulta injusto que un deportista, por muy bueno que sea, tenga la atención
mediática que no tienen personas que, en mi opinión, hacen mucho más por la
sociedad en la que vivo y goce de una credibilidad por el mero hecho de ganar
muchos torneos y mucho dinero. Pero Rafael ha dicho lo que su conciencia le ha
dictado y, por tanto, tendrá que entender las repercusiones de su opinión. Me
parece el colmo de la desfachatez entender y aplaudir que Rafael opine y que se
desautorice a quien pueda opinar sobre lo que él ha opinado.