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lunes, 10 de febrero de 2020

Julio Anguita: Mitos y dogmas



Füssli: La pesadilla (detalle)


Julio Anguita
Colectivo Prometeo
Fuente: El Economista

    Decía Levy Strauss que el mito se constituye por sí mismo como contexto y como referencia; es decir, no admite la prueba del cuestionamiento o la de su constatación con la realidad. Desde los tiempos más remotos, el mito ha cumplido tres funciones: la explicativa (origen del mundo, cosmogonías, dioses, etc.), asidero existencial (sentido de la vida, consuelo, etc.) y función pragmática (cohesión social, impulso y desarrollo de un proyecto, etc.) El dogma es un punto capital de un sistema, doctrina o religión presentado como innegable o irrefutable. A veces, el mito y el dogma se confunden, se solapan y suelen ser el soporte de instituciones, grupos varios y también de planteamientos con pátina de cientificidad.
    El discurso económico oficial sigue manteniendo como verdad inobjetable que el crecimiento sostenido o indefinido es la única vía para conseguir empleo y bienestar al conjunto de la sociedad. Esta aseveración apodíctica significa el aumento incesante (salvo en momentos de crisis y recesiones), de las actividades económicas que desembocan en transacciones mercantiles, y por tanto del PIB y del tamaño de la economía. Y ello se traduce, consecuentemente, en una presión permanente para obtener de la naturaleza y del medio rural cantidades crecientes de recursos, renovables o no, y devolverle cantidades, también crecientes, de desechos. Lo cual se traduce en un impacto ecológico igualmente creciente. Dada la finitud de los recursos y de los sumideros posibles, el proceso tendrá necesariamente que detenerse.

domingo, 11 de diciembre de 2016

Derechos Humanos y Medioambiente



Antonio Pintor Álvarez 
Miembro de Equo y del Colectivo Prometeo

El 5 de diciembre de 2013, hace ahora tres años, más de cien grandes ciudades chinas se cubrieron de una pesada cortina de contaminación. La visibilidad se redujo a pocos metros, provocando importantes alteraciones del tráfico y obligando al cierre de los colegios y edificios públicos. La concentración de partículas superaron el nivel máximo de seguridad recomendado por la Organización Mundial de la Salud (25 microgramos/m3) en más de 24 veces en Shanghái y más de 40 en Beijing. A esta situación se le ha denominado “airpocalypse” para subrayar el coste catastrófico, incluso en vidas humanas de aquella emergencia. En un estudio publicado en la revista médica The Lancet el número de muertes a causa de la contaminación en el continente asiático –añadiendo a los de China, los producidos en India y la península de Indochina- superan los dos millones anuales. Estados Unidos que históricamente ha tenido el dudoso honor de liderar el ranking de países contaminantes, ha sido superado por China que ha pasado de 21 millones de toneladas en 1950 – cuando los EEUU andaban por cerca de 700 millones- a superar los 2000 millones en la actualidad. India, con unas magnitudes menores, sigue una trayectoria similar.
También en diciembre -el 10 de 1948- hace ahora 68 años, se adoptó y proclamó por la Asamblea General de las Naciones Unidas la Declaración Universal de los Derechos Humanos, con la loable intención de crear las condiciones que evitaran guerras tan terribles como las producidas en las últimas décadas. Parece lógico que se enfocaran en la defensa y cuidado de las personas, subrayando la importancia de la dignidad intrínseca de éstas como base para la libertad, la justicia y la paz, que habían sido aplastadas por los regímenes nazis y fascistas de Alemania e Italia respectivamente. A pesar de haber sido asumidos teóricamente por las naciones integrantes de la ONU, siendo incluidos en numerosas bases legislativas de los diferentes estados nacionales… se incumplen de forma sistemática, peligrosa y progresivamente con mayor frecuencia e impunidad. De manera que, antes de haber sido capaces de solucionar los aspectos de convivencia entre los seres humanos, nos hemos encontrado con un problema añadido de una gravedad extrema, el calentamiento global del planeta, como consecuencia de la exagerada contaminación medioambiental que estamos produciendo y que nos lleva al desastre y al exterminio de la vida en la Tierra tal como la conocemos en la actualidad.

martes, 23 de julio de 2013

Así es el capitalismo: El 1% más rico aumentó sus ingresos en un 60% en los últimos 20 años

 Vídeo en inglés "La desigualdad de la riqueza"
Las 300 mayores fortunas del mundo acumulan más riqueza que los más de 3.000 millones de pobres. Así lo afirma el profesor Jason Hickel, de la Escuela de Economía de Londres, asesor del movimiento The Rules, que lucha contra la desigualdad.

Estas cifras nos ofrecen una comparativa clara e impresionante: las 200 personas más ricas tienen aproximadamente 2,7 trillones de dólares, y eso es mucho más que lo que tienen 3.500 millones de personas, que tienen un total de 2,2 trillones, según Hickel, citando un estudio reciente de la ONG Oxfam, y recalca que el 1% de los más ricos aumentó sus ingresos en un 60% en los últimos 20 años con la radicalización de las políticas capitalistas.
En el vídeo “La desigualdad de la riqueza mundial”, el movimiento The Rules (Las reglas del juego) expone cómo crece esta desigualdad social con el paso del tiempo en diferentes países. Así, durante el período colonial, la brecha entre los países ricos y los pobres aumentó de 3:1 a 35:1. Desde entonces, la brecha ha crecido hasta un nivel de 80:1.
De acuerdo con el economista, el crecimiento de la brecha se debe en parte a las políticas económicas neoliberales que instituciones internacionales como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Organización Mundial del Comercio (OMC) han impuesto a los países en desarrollo durante las últimas décadas.
“Estas políticas están diseñadas para liberalizar los mercados a la fuerza, abriéndolos a fin de dar a las multinacionales un acceso sin precedentes a tierra barata, recursos y mano de obra. Pero a un precio muy alto: que los países pobres pierdan alrededor de 500.000 millones dólares/año de su PIB”, explica el profesor citando al economista Robert Pollin, de la Universidad de Massachusetts.
Rebelión