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miércoles, 8 de abril de 2020

Coronavirus: La era está pariendo un corazón. Es la hora de la renta básica

 
Fotograma " Yo,Daniel Blake" Ken Loach

Manuel Cañada
 Marta Sánchez de Ron
 [ Junto a Marta Sánchez, nuestro queridísimo amigo y compañero de tantas luchas en la misma trinchera, Manolo Cañada, nos regala un artículo sobre la Renta Básica que merece la lectura reflexiva y tomar buena nota de las ideas y propuestas que en él aparecen]

    Yo, Daniel Blake es una de las últimas películas de Ken Loach. En ella se cuenta la historia de un carpintero inglés de 59 años que se ve obligado a recurrir a la asistencia social. Pese a que el médico le ha prohibido trabajar, la administración considera que no reúne los requisitos para acceder a las ayudas sociales. La película narra el calvario burocrático de Daniel Blake y también el de Katie, una madre soltera que cría a sus dos hijos al tiempo que intenta abrirse camino con trabajos temporales. Ken Loach retrata con sutileza y sensibilidad la urdimbre kafkiana que oprime a quienes sufren el paro, la pobreza o la precariedad.
    Pero si alguien piensa que la dura semblanza que traza el director de cine inglés es privativa de la Inglaterra de Margaret Thatcher o de Tony Blair sencillamente desconoce en qué país vive. Por eso sorprende la esquizofrenia de algunos dirigentes de la izquierda española, vieja y nueva, avezados en emocionarse con relatos como los de Ken Loach pero incapaces de discernir algunos de los mecanismos más elementales del sometimiento que escarnecen a los Daniel Blakes y Katies de nuestros barrios.
   Las rentas mínimas de inserción constituyen una de las piezas centrales que atrapa a los más humildes en la tela de araña de la precariedad. La dilación, el control social, la arbitrariedad, la estigmatización, el clientelismo son algunas de las características consustanciales a todas ellasLos informes del Defensor del Pueblo lo constatan año tras año: “Se siguen recibiendo de forma periódica quejas relativas a la tramitación de solicitudes de rentas mínimas y a su gestión”, señala el último de ellos.
  El toreo en la tramitación, el silencio administrativo, la paralización de los expedientes, la suspensión cautelar, e incluso el extravío de las solicitudes son algunas de las innovadoras prácticas que acompañan la gestión cotidiana de las rentas mínimas. En Madrid, como refleja el Defensor del Pueblo, “el plazo medio de resolución es de 204 días”. En Extremadura, entre 2013 y 2015, 14.000 solicitudes no llegaron siquiera a ser valoradas. La criba de pobres nunca termina: un día los descartados son los solteros y al día siguiente quienes tienen estudios universitarios o quienes han sido autónomos o aquellos que disfrutan el imperdonable privilegio de ser contratados por un mes…