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domingo, 16 de septiembre de 2018
La Mezquita es de titularidad pública y no hay prueba documental de lo contrario.
El pasado viernes día 14 de septiembre se conoció el dictamen de la Comisión de Expertos sobre la Mezquita-Catedral de Córdoba, presidida por Federico Mayor Zaragoza. El dictamen es bien claro: no hay prueba documental que pruebe, como ya era conocido, que el Cabildo de la Iglesia Católica cordobesa fuera el propietario del monumento Patrimonio de la Humanidad.
Nuestros compañeros de Paradigma han cubierto la noticia con un acertado artículo en la vía argumental y de investigación que han ido llevando en los dos últimos años. Línea argumental, de documentación y jurídica, por cierto, que ha sido la defendida desde el principio por la Plataforma Mezquita-Catedral o por Córdoba Laica.
Ahora toca ver hasta qué punto el gobierno estatal y municipal están dispuestos a hacer caso a la Comisión. Sería una nueva traición a la ciudadanía el que volvieran a dilatar o no cumplir con lo dictaminado por estas personas expertas a las que se les pidió un trabajo exhaustivo con el que han cumplido.
Podéis leer el artículo de Paradigma AQUÍ
lunes, 27 de agosto de 2018
La Mezquita, “Bien de Valor Excepcional Universal” o ¿“valor excepcional privatizado”?
"La Mezquita, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1984, título que fue elevado a “Bien de Valor Excepcional Universal” en junio de este año, corre el grave peligro de perder su “memoria histórica” y sus señas de identidad y valores andalusíes. Ello se debe no solamente al intento de “privatización” por la vía de los hechos consumados, su inmatriculación por el Obispado de Córdoba, sino también a la paulatina privatización de su gestión en manos del Cabildo de la Catedral. Esta gestión se caracteriza por una inadmisible arbitrariedad, sin que las Administraciones Públicas correspondientes impongan un marco regulador público garante de la conservación arquitectónica de esta singular joya del arte islámico. Constatamos en los hechos una inexplicable complicidad de las Administraciones Públicas, el Ayuntamiento de Córdoba, la Junta de Andalucía y el Gobierno de España..."
Este texto pertenece al comienzo de un interesante editorial que nuestras compañeras y compañeros de Paradigma han publicado en estos días. Muy estimulante y recomendable su lectura. Puedes hacerlo AQUÍ
Este texto pertenece al comienzo de un interesante editorial que nuestras compañeras y compañeros de Paradigma han publicado en estos días. Muy estimulante y recomendable su lectura. Puedes hacerlo AQUÍ
domingo, 18 de octubre de 2015
Otras visiones, otras lecturas: Aristóteles Moreno, "Crónica de un Expolio"
Detalle del Mirhab de la Mezquita de Córdoba
Crónica de un expolio
Publicado en www.secretolivo.com
En marzo de 1972, en sesión
plenaria presidida por el alcalde Antonio Alarcón Constant, el Ayuntamiento de
Córdoba aprobó por unanimidad cursar a la UNESCO la solicitud para que la
Mezquita fuera declarada Monumento Internacional, lo que años después acabó por
denominarse Patrimonio Mundial. El acta oficial no dejaba lugar a dudas. La
Mezquita de Córdoba, indica el documento manuscrito en tinta azul, es
“universalmente reconocida por su carácter de joya única del arte árabe”. No la
Catedral. Ni siquiera la Mezquita Catedral. El Ayuntamiento en pleno, en las
postrimerías de la dictadura franquista, nada sospechoso de veleidades
laicistas, ni mucho menos yihadistas, expresaba una encendida defensa del
extraordinario monumento omeya a lo largo de cuatro páginas plagadas de
argumentos patrimoniales, artísticos e históricos.
“Dadas las características de nuestra Mezquita”, declaraba solemne Antonio Alarcón Constant, “el alcalde que suscribe tiene el honor de proponer que se acuerde elevar petición a la Unesco, a través del Ministerio de Educación y Ciencia, para que la Mezquita de Córdoba sea declarada Monumento Internacional”. Cuatro meses después, en una nueva sesión municipal, el alcalde ponía en marcha una comisión de expertos con el objeto de elaborar un expediente detallado que justificara ante el organismo internacional la pertinencia de la candidatura. Alarcón Constant recordó sin medias tintas la misión histórica del Consistorio como administración garante de la conservación de la Mezquita. Y trajo a la memoria el ya legendario episodio que enfrentó en el siglo XVI al comendador Luis de la Cerda, como representante de la ciudadanía cordobesa, y al obispo Alonso Manrique, empeñado en demoler el tesoro arquitectónico andalusí para construir en su corazón una Catedral renacentista.
En un texto inequívoco, que se conserva en el Archivo Municipal, Alarcón Constant se proclamó heredero de la determinación de Luis de la Cerda por defender la integridad del singular monumento cordobés frente a la Iglesia y elogió sin fisuras el papel secular del Ayuntamiento como custodio de sus valores universales. En los años setenta, la ciudad estaba inmersa en un gran debate sobre la oportunidad de desmontar la Catedral y devolver la Mezquita a su “pureza”. Ese es el término exacto que usó en repetidas ocasiones el alcalde de Córdoba y la mayoría de expertos que, encabezados por Rafael Castejón, director de la Real Academia, y Rafael de la Hoz Arderius, director general de Arquitectura, abogaban por la restitución del espacio islámico perturbado bruscamente por el apéndice injertado en su interior en 1523.
viernes, 20 de junio de 2014
El Obispo de Córdoba y el nombre exacto de las cosas
Antonio Manuel Rodríguez.
Fuente: El insurrecto. Cordópolis.
Cuando era niño estudiaba en el cuartillo de la casa de mis padres. Era pequeño y con el techo de Uralita. En invierno me moría de frío y en verano de calor. Para colmo, la estufa de gas se rompió y empecé a utilizarla como librería. En ella guardaba los apuntes y los libros de bachillerato. Sin embargo, a nadie en mi casa se le pasó por la cabeza cambiar el nombre a la estufa porque ya no cumplía su funcionalidad original. A nadie se le ocurrió llamarla librería. Ni librería, antigua estufa. Siempre fue y nunca dejó de ser una estufa antigua. Porque las cosas se llaman por lo que son reconocidas. En el nombre reside su identidad. Quien se atreve a cambiar el nombre de las cosas se arriesga a no ser comprendido. A menos que sea lo que persiga: sepultar su memoria para que pierda su identidad. Como un enfermo de Alzheimer.
El Templo Romano de Córdoba no ha perdido su nombre pese a que ya no alberga culto desde hace dos mil años. Ni la Sinagoga de Córdoba ha dejado de serlo pese a que ya no acoge rezo judío. Ni los Baños Árabes han caído en el anonimato porque no se usen para tal fin. Ni la Iglesia de la Magdalena ha dejado de llamarse iglesia a pesar de su uso civil como auditorio. Ningún Papa se atrevió a suplantar el nombre del Pantheón en Roma, a pesar de su conversión en iglesia. Tampoco el Sultán lo hizo con Santa Sofía en Estambul, ahora desacralizada. Sin embargo, un Obispo que no entiende ni siente la identidad de la milenaria ciudad de Córdoba, está intentando borrar el nombre y la memoria del monumento que llevamos tatuado en la sangre, con la complicidad del fanatismo nacionalcatólico y su propaganda.
Etimológicamente, Obispo es el que observa. El de Córdoba, mira pero no ve. Como el ciego que utilizó Cervantes en “El coloquio de los perros” para simbolizar al pueblo que prefiere no ver y aceptar la gramática difamatoria de la Inquisición con tal de salvar el pellejo. Su nombre es Demetrio y proviene de la Diosa griega Deméter. Quizá porque no pueda soportar que en su nombre lleve incrustado una deidad distinta a la católica, en 2010 exhortó a la ciudad de Córdoba para que llamara en exclusiva Catedral lo que todo el mundo y en todo el mundo se conoce por Mezquita. Hablamos del mismo Obispo que en su homilía “La familia, esperanza de la Humanidad”, pronunciada en la Mezquita-Catedral de Córdoba el 26 de diciembre de 2010, arremetió con estas palabras contra la institución que declaró Patrimonio Mundial el lugar donde las pronunciaba: “la Unesco tiene programado para los próximos 20 años hacer que la mitad de la población mundial sea homosexual. Para eso, a través de distintos programas, irá implantando la ideología de género, que ya está presente en nuestras escuelas. Es decir, según la ideología de género, uno no nacería varón o mujer, sino que lo elige según su capricho, y podrá cambiar de sexo cuando quiera según su antojo. He aquí el último “logro” de una cultura que quiere romper totalmente con Dios, con Dios creador, que ha fijado en nuestra naturaleza la distinción del varón y de la mujer”. Sobran los comentarios.
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