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jueves, 8 de febrero de 2024

Sobre el lenguaje progre, la clase media y la confusión



El Bosco: Extracción de la piedra de la locura (detalle)




Jorge Alcázar
Colectivo Prometeo

Reza uno de los titulares del diario digital Público (edición del martes 6 de febrero) lo siguiente: “La casta está de fiesta y la factura la paga el pueblo; Milei, a punto de destruir la clase media argentina”.

Leído así, yo digo: bien por Milei.

Pero como los tiempos no están para confiar en la prensa, sea del supuesto color que sea; y menos aún en sus titulares, habida cuenta de las ignorancias benditas o mezquinas que se usan como moneda de cambio, considero oportuno ahondar un poco más en lo que ahí se afirma.

Digo esto porque de una primera lectura de tal titular -también del desarrollo de la noticia- lo que se desprende, al menos visto a los ojos de un marxistas irredento como es un servidor, es el marasmo de confusión progre que el plumillas progre de turno, en su bienintencionada ignorancia, deja caer tan pancho.

“Milei se carga la clase media argentina”. Bendito Milei, vuelvo a sostener.

Pero dejemos el énfasis y vayamos un poco más allá del efectismo; y comencemos entonces con la negación del hecho consumado: la existencia de tal clase media; una entelequia tan linda como un unicornio con alas, la libertad o la meritocracia, que se nos ha puesto por delante como un concepto tan fatuo que se pincha cuando se roza como pompa de jabón. Bien construido y mejor pensado, constituye otra engañifa exquisita del sistema que perseguía, y lo ha conseguido, desclasar a esa parte de la clase trabajadora que alcanzó, activa o pasivamente, a materializar parte de sus aspiraciones a través de la conquista de derechos, o bien, como hecho más frecuente, a través de la adquisición directa de estos derechos como remanente de las luchas obreras emprendidas en el pasado.

sábado, 20 de enero de 2024

Objetivo: Domar al Rey




Fuente: Público 

Manolo Monereo
Colectivo Prometeo


Estas cosas siempre me interesaron poco; más bien, nada. Las cuitas amatorias de los Borbones son hereditarias, como la Corona. Esta vez es distinto. Llevamos meses viviendo en dos mundos enfrentados y paralelos. El primero, el oficial: entronización de la heredera, cantos, loas y alabanzas mil a la monarquía y a los ejemplares reyes. Nos hemos enterado de todo lo que hace la princesa Leonor hasta el mínimo detalle y, faltaba más, de sus posibles pretendientes. La prensa oficiosa del corazón nos llenó de titulares rimbombantes. La clase política y la prensa seria acompañó con entusiasmo la operación. Estabilidad, continuidad e institución reforzada.

Había, sin embargo, otro mundo que tomaba las redes, que hablaba de escándalos amorosos que tenían como referente principal a la reina Leticia, a la plebeya esposa del Rey Felipe VI. Ana Pardo de Vera nos avisó de un libro que iba a salir pronto de Jaime Peñafiel donde se daban datos de diversas y recurrentes infidelidades de la reina. Aparecía un personaje singular: Jaime Ignacio del Burgo como actor y delator de unas actividades que dejarían a Don Juan atónito y apesadumbrado, un español de bien nunca hablaría en público de su amante y menos si esta está casada. Todo es decadencia y deshonor.

lunes, 16 de mayo de 2022

Despertemos

Mural de Diego Rivera

Juan Balsera
Colectivo Prometeo

Cuando era joven y comencé a militar en el PCE, los interminables debates políticos en el seno del mismo tenían un denominador común al que todos llegábamos: el bienestar de occidente y el de su clase trabajadora estaba sustentado en la explotación del tercer mundo (África, India, Sudamérica, etc); aunque era algo obvio para todos, la mayoría miraba para otro lugar y esta obviedad simplemente se omitía.

Nos hacían creer que éramos los elegidos, los más civilizados, los más democráticos y un largo etc. Los viejos comunistas nos advertían de estos cantos de sirena: no debíamos de aparcar nuestra lucha de clase, no debíamos dejar de un lado a esos trabajadores del tercer mundo, ya que más pronto que tarde se volvería como un bumerang en nuestra contra.

Los Lideres Políticos occidentales estaban pletóricos, nos habían dividido a las clases trabajadoras mundiales y se sentían victoriosos; olvidaron algo elemental: que la caída del muro de Berlín y la globalización que propugnaban emergería con sus contradicciones

miércoles, 20 de mayo de 2020

La derecha, la propiedad privada y los privilegios de clase

"Manifestante" con descapotable y chófer.Siempre hubo clases


Como el rayo herido te has marchado, camarada.
Huérfanos estamos y ya tu ausencia amaga
y ya tu eco asoma.
Se apagó tu voz: tu corazón, presente.
Herencia de tu verbo hoy quiero ser,
vanguardia de la idea que alumbraste,
afilado futuro entre tus manos
que hienda los relieves del presente,
retumbar de tímpano latente..
De aquí partimos hoy,
de la imposible altura que legaste
para impregnar de honestidad los actos,
para caminar el porvenir de la utopía.
La razón fue tuya, compañero,
la razón es tuya, amigo Julio.
Allí cabalgaremos junto a ti
hasta hacerla carne enrojecida
esfera del tiempo intacto entre los hombres
caudal que a la justicia dé su nombre.

En memoria de Julio Anguita.
Jorge Alcázar
Colectivo Prometeo
   Algo se está moviendo en las entrañas de nuestro país cuando la derecha política y mediática vuelve a empuñar la bandera del derecho a la propiedad privada. Algo ocurre cuando la blande frente a la izquierda, para criminalizar a la izquierda. Algo se mueve en las casas palaciegas, en los edificios de la alta burguesía, entre servicio y servicio en los magníficos salones de los barrios ricos de España, cuando en la calle rica se grita contra el gobierno. Algo se mueve entre bastidores, en las juntas y despachos donde se realiza “la otra política”. Cuando la élite envía a sus líderes de la derecha nacional, emisarios de la corte, para inocular el miedo a la gente, para azuzar este miedo contra la izquierda y provocar la revuelta. Estos heraldos negros han hablado: Pablo Casado, quien ha señalado que “el gobierno atenta contra la propiedad privada”1; Abascal, que incluso va más allá y soflama que “con Iglesias, la propiedad privada y nuestros ahorros están en peligro”2; o la moderación descubierta, Inés Arrimadas, acusando al gobierno de “defender solo lo público y atacar la propiedad privada”3. Ellos y por extensión esos otros seres minúsculos, se han erigido en defensores de la propiedad privada y del derecho que todos podemos ejercer sobre esta. Obviando que este derecho aparece ya blindado por la Constitución española en su artículo 33, y centrándose solo en su punto primero (“Se reconoce en España el derecho a la propiedad privada y a la herencia”, Art. 33.1)4, los líderes neoliberales se convierten así en la vanguardia política de la defensa a ultranza que una parte de nuestro país está llevando a cabo para preservar sus intereses. Y aquí conviene hacer ya la distinción nítida entre la defensa del derecho a la propiedad privada y la defensa de los intereses de clase. Indico esto a estas alturas del escrito porque entiendo que el principal mal al que nos podemos enfrentar (y ya lo estamos haciendo) es al de la confusión de términos a la hora de establecer el debate político e ideológico, confusión que nos impide hacer un análisis crítico de la actual situación en nuestro país (y por actual no solo me refiero a este período concreto, sino a un período mucho más amplio que abarca varias décadas). Conviene, por tanto, empezar con esta distinción, no solo nominal, sino como pretendo mostrar, real y sustancial, entre el derecho a la propiedad privada y la defensa de unos intereses de clase, pues uno y otro tienden a mezclarse como si fueran parte de un mismo todo, de una forma intencionada que persigue enturbiar los conceptos para ponernos la camiseta que no nos corresponde.