Víctor Ríos
Colectivo Prometeo
El centenario del nacimiento de Manuel Sacristán (1925-1985) brinda una buena ocasión para aproximarnos a la figura y a la obra de uno de los pensadores más fecundos y polifacéticos de nuestro país en la segunda mitad del siglo XX. Su legado, marcado por el rigor intelectual y el compromiso ético, contiene múltiples contribuciones para reflexionar y actuar ante los grandes retos del presente y el futuro de nuestra sociedad.
Quienes lo tratamos siendo más jóvenes y compartimos con él principios y proyectos por los caminos de la vida desde finales de la década de los 60 hasta su prematura muerte el 27 de agosto de 1985 –primero en el PSUC bajo el franquismo y luego en Comisiones Obreras de Enseñanza, el Comité Antinuclear de Catalunya y la revista Mientras tanto–, guardamos en nuestra memoria el recuerdo de un maestro con todas las letras. Sabía mucho, lo transmitía bien y además señalaba fines. Su obra, además de enseñar cosas, nos enseñó a vivir y todo lo que el vivir conlleva, como escribió él glosando a Ortega.