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Fuente:El País |
Fuente: La Crónica del pajarito
José Coy
Mesa Estatal FCSM.Murcia
Pues sí, soy de esa gente rara que se siente de una patria grande que
es la humanidad y de una patria chica por la que siento orgullo, que
está en un territorio milenario que actualmente conforma la comunidad de
la Región de Murcia. No soy muy de banderas aunque tengo en mi corazón
algunas y variadas: una de ellas es blanca, el color de la paz y la
convivencia; otra es la de mi región, una región del sur, con muchas
injusticias y desigualdades, pobre, precaria, abandonada y olvidada por
todos los gobiernos de Madrid; otra es tricolor, la misma por la que fue
fusilado mi abuelo en una tapia del cementerio de Espinardo, o por la
que fue torturada, exiliada o encarcelada parte de mi familia.
La
rojigualda nunca me ha puesto ni emocionado por sus connotaciones
tristes y pasadas. Pero tengo que reconocer que las imágenes de personas
juntas y abrazadas, unas con la rojigualda actual y otras con la
estelada, me han emocionado, porque es la viva representación de que se
puede convivir entre diversas comunidades e identidades y además en
radical fraternidad y respeto.
“Puestos a
elegir, digo alto y claro que hay una España de las luces y la
inteligencia colectiva que hay que reivindicar y que sí nos representa a
millones de personas”
En todo caso, lo reconozco, la rojigualda a
solas, no me pone nada, ni me emociona, ni siquiera en los mundiales de
baloncesto o fútbol, en los que sí me emocionan Gasol y Piqué,
catalanes, por cierto. Porque en nombre de España y esos colores se han
cometido muchas salvajadas y han llenado los rincones del país de muchas
sombras, sufrimiento y sangre a lo largo de la historia. Cunetas
aparte. El ultranacionalismo español ha sido uno de los nacionalismos
más sanguinarios que ha parido Europa. Conviene leer todas las versiones
de la historia para comprobarlo. A pesar de lo que diga un tal Vargas
Llosa.