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viernes, 7 de septiembre de 2018

Decreto dignidad: ¿Fascismo en Italia? Una respuesta

 
Matteo Salvini


 Fuente:Cuarto Poder

Miguel Urbán y Brais Fernández

[ Ayer reprodujimos de Cuarto Poder el artículo de nuestros amigos y compañeros Héctor, Manolo y Julio. Hoy traemos la visión sobre el tema de Miguel Urban, eurodiputado de Podemos y Brais Fernández, ambos militantes de Anticapitalistas. Al finalizar  el texto enlazamos también una interesante reflexión de Giaime  Pala aparecida hace unos meses en Mientras Tanto. El debate abierto siempre enriquece]
    Hace un par de días, leíamos en este medio un artículo titulado “¿Fascismo en Italia? Decreto dignidad”. El artículo estaba firmado por tres pesos pesados de la izquierda española: Manuel Monereo, Héctor Illueca y Julio Anguita. El texto hacía una valoración positiva del “decreto dignidad” aprobado por el Gobierno italiano y lo pone como ejemplo de una posible política antineoliberal, descartando que haya fascismo en Italia justamente por la aprobación de este decreto. 
    Lo primero que sorprende del artículo es que se mueve en unos niveles de concreción y abstracción que no se relacionan entre sí. El texto analiza el “decreto dignidad” como una medida concreta, separada de la política general del Gobierno italiano. Es un método analítico que no compartimos: de lo que se trata es de ser capaz de armar un análisis que relacione y explique una medida concreta dentro del marco general, esto es, dentro del proyecto político y de clase del actual gobierno italiano. Leyendo el artículo es imposible saber quién gobierna en Italia y en qué dirección: da la impresión de que es posible analizar una medida concreta al margen del proyecto de conjunto de la Liga y del M5S. Y, de repente, tras ese análisis del “decreto dignidad” sin relacionarlo con el proyecto del actual Gobierno italiano, aparece de forma brusca la conclusión final: el Gobierno italiano no es un gobierno fascista.
   Esa conclusión, así dicha, puede ser correcta. El Gobierno italiano no es todavía (1) un gobierno fascista. Todavía no ha prohibido y ni aniquilado las organizaciones civiles, aunque sostiene una política fuertemente anti-sindical y contra otro tipo de estructuras que mantienen espacios autónomos en la sociedad civil, como los centros sociales o las asociaciones en apoyo a las personas migrantes. Todavía no ha abolido las libertades formales ni reconstruido un nuevo tipo de Estado en el que encuadre al conjunto de la sociedad. Es, por caracterizarlo con precisión, un Gobierno populista autoritario, con una impronta fuerte de la extrema derecha, una base social compuesta en su mayoría por las clases medias depauperadas y, al contrario de lo que propone el artículo, profundamente neoliberal.